jueves, 16 de junio de 2011

CALLE Y POESÍA: TERCIA

CALLE TERCIA
Aparece el nombre de calle Tercia en algunas localidades de la geografía peninsular entre ellas Alcalá de Henares, Ijar, Aguilar de la Frontera, Iznajar, Argamasilla de Calatrava, Villardompardo. A partir de estos supuestos busqué los diferentes significados de “tercia” destacando entre ellos: rezo coral de las 9 horas, numeral, pero lo que más me llamó la atención es “tercia” como topónimo alusivo a un tipo de estructura de partición del trigo y en general de frutos y de rentas. Generalmente correspondía a 3 tercios de trigo y su renta: uno para el obispo y cabildo, otro para el beneficiario y préstamo de la iglesia y otro para el Rey.

Del latín “Tertia”, era el edificio en el que se depositaban los diezmos de la iglesia, si albergaba los 2/9 que de todos los diezmos eclesiásticos se deducían para el rey, se llamaban tercias reales. De ahí el que en algunas localidades continúe existiendo la calle “Tercia” o de “Las Tercias”. En el siglo XVII en Pinarejo pertenecían a la Marquesa de Villena y se anotaban como certificaciones de frutos decimales. Lo normal era que en los ayuntamientos hubiera un lugar destinado para “posito o tercias” y calabozo.

En lo que se refiere a Pinarejo queda claro que el posito estaba o se abría a la calle denominada “Tercia”. De esta forma la poesía y el nombre de la calle se hacen más entendible:


Vieja calle Tercia
como su nombre indica la de las tercias reales
y la del posito de granos que se abría
a mano derecha de su subida
desde la Plaza del pueblo
al legendario bar de Florentino.

Calle de andadura lenta
y de contadurías infinitas,
y de tránsito humano continuo
ya fuera camino del casino
a la iglesia, a las escuelas,
o a cualquier otro sitio
donde hubiera charla agradable,
y fuego en la chimenea
con el cual quitarse el frío.

Calle nacida junto al Ayuntamiento
su protector y guía
allí donde el llano de la Plaza converge
pues no tiene otra salida
con la escorrentía de agua
que atropelladamente descendía
en aquellos días en que llovía
desde la parte más alta del pueblo
hasta el arbollón sediento de agua
que junto al Pozo se abría
y entre viejos tapiales y fachadas de casas
camino de Santa Ana serpenteando huía.

Calle de jolgorio y de risas animadas
cuando la chiquillería por ella transitaba
camino de las viejas escuelas
en aquellos inviernos fríos y largos
de nevadas ya casi olvidadas y legendarias
en que el color blanco tapizaba al pueblo
como si fuera una almidonada sabana.

José Vte. Navarro Rubio

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