Hay imágenes que no se olvidan. Unas de éstas tiene que ver con un viaje que hice con mis padres a Cuenca allá por los años 60 del siglo XX, más exactamente en el año 1960. Para aquellas fechas nos trasladamos la familia a vivir a la ciudad de Valencia. Realmente el traslado era a Mallorca donde mi padre había estado trabajando 6 meses y allí le esperaban sus benefactores. Por cuestiones varias, entre ellas el mal viaje que mi padre había pasado en el barco de regreso a la península desde Mallorca, lo bien cierto es que a última hora mis padres decidieron cambiar el lugar de destino. Tuvo que ver en la cuestión una prima de mi padre llamada Segunda, casada con Federico, que vivía muchos años en el agradable pueblo-pedanía de Castellar-Oliveral (Valencia). Allí estuve más de una vez en una casa de campo muy grande toda rodeada de arrozales, en mitad de La Albufera. Como no podía ser de otra forma el bueno de Federico se dedicaba al cuidado de un buen rebaño de ovejas. Recuerdo de aquella casa el olor a forraje, alfafa y algarrobas y como no los largos paseos por aquellos campos anegados de arroz en los que cloaban las ranas a todas las horas del día. Había junto a la casa una acequia, rambla, por la que nadaban los patos con total inmunidad sin miedo a ser cazados y en mitad de la acequia crecían plantas de humedales adaptadas a las condiciones del terreno
De vuelta a lo que ibamos. La verdad es que la Segunda, tía de la Carlota, tuvo que ver en la decisión de mis padres. Era ya de noche cuando un día la Segunda vino a la casa de mis padres en la calle de Las Cruces, yo jugaba en el patio y recuerdo escuchar como mis padres y la Segunda hablaban sobre todas las cuestiones que tenían que ver con el viaje y con los preparativos de última hora. Aunque no lo parezca la cosa tenía su trascendencia y más teniendo en cuenta que lo que se pretendía era dar un girto total a la vida y nunca se sabía como podía salir la aventura.
Para aquellas fechas de principios de los años 60 ya algunos pinarejeros y pinarejeras habían tomado las de San Diego y habían puesto los pies en polvoreda para trabajar en las grandes ciudades cercanas a la provincia de Cuenca: Madrid y Valencia, preferéntemente, y fuera de la peninsula ibérica: principalmente en Francia y Alemania. Lo normal era que la gente estuviera atenta a las noticias y preguntara, a los familiares de los emigrados, por como les iba la vida fuera de Pinarejo. Había un miedo doble totalmente justificado. Por una parte a lo desconocido y por la otra a fracasar y tener que volver al pueblo con lo puesto. A ello se debía el que se hicieran preguntas a los familiares de los emigrados por cuestiones que tenían que ver con la gran ciudad y por como les iba la vida fuera de Pinarejo.
Por aquellas fechas el éxito o fracaso se media por la gordura de las personas. Emigrante que regresaba al pueblo para pasar las vacaciones, casi siempre para la época de la siega y de las fiestas de septiembre, y llevaba unos cuantos kilos de más era considerado como un triunfador y el que volvía estirilizado un fracasado. Los comentarios eran casi siempre los mismos: ¡Como ha vuelto fulanito, una papada, no le quedan agujeros al cinturon! Y fulanita que te parece como está ha venido toda hecha una señora y aquí no tenía para llevarse a la boca! De estas se podrían contar muchas anecdotas. Las barbas y los bigotes eran considerados en Pinarejo como algo extraordinario, por eso el que regresaba con barba y bigote tenía también asegurado algún que otro comentario: ¿Quién es? ¿No me digas? ¿Esta irreconocible? ¿Y esas barbas? ¿Ya ves tú? ¿Parece...no se lo que decirte?
Bueno pues por aquellos días de principios de los años 60 recuerdo que mi madre, mi hemano y yo cogimos el autobús que llevaba a Cuenca, me parece que se llamaba "La Catalana". Tenía la parada el autobús en la esquina del Molinillo. En Pinarejo subímos nosotros y Doña Pía que iba con una de sus hijas. El viaje era interminable, pero agradable . Creo recordar una conversación allá por los baños de Valdegangas que tenía que ver con un atobús de viajeros que había volcado sobre el río muriendo muchos de sus ocupantes. Supongo que esta conversación saldria siempre a relucir al pasar por el dichoso lugar.El suceso se cuenta de la siguiente forma en Fotos Albacete, fuentes Nodo (José Fidel López Zornoza):
"El 3 de octubre del año 1957 los noticiarios de la radio y periódicos abrieron sus noticias con un fatídico accidente producido en Cuenca aunque afectaba directamente a Albacete.
Un autobús que hacía la línea desde La Roda a Cuenca, (de la compañía La Catalana), cayó en el río Júcar. Fallecieron unas 30 personas, y se salvaron 4 personas sólo del convoi:
Francisco Hidalgo Muelas (conductor), Miguel Culebras Cruz (ayudante), Jesús Fernández López (teniente de alcalde de la Juncosa) y Crescencio Collado Valverde. Fueron los supervivientes
El suceso se produjo algo más allá de los Baños de Valdeganga en Cuenca, adelantando un camión el autobús se deslizó y cayó al río. Por lo visto no tenía sitio para el adelantamiento y se precipitó unos 12 metros hacia el río, dando tres vueltas de campana, acabando hundiéndose en el río. El 3 de octubre del año 1957 los noticiarios de la radio y periódicos abrieron sus noticias con un fatídico accidente producido en Cuenca aunque afectaba directamente a Albacete.
Un autobús que hacía la línea desde La Roda a Cuenca, (de la compañía La Catalana), cayó en el río Júcar. Fallecieron unas 30 personas, y se salvaron 4 personas sólo del convoi: Francisco Hidalgo Muelas (conductor), Miguel Culebras Cruz (ayudante), Jesús Fernández López (teniente de alcalde de la Juncosa) y Crescencio Collado Valverde. Fueron los supervivientes.
El suceso se produjo algo más allá de los Baños de Valdeganga en Cuenca, adelantando un camión el autobús se deslizó y cayó al río. Por lo visto no tenía sitio para el adelantamiento y se precipitó unos 12 metros hacia el río, dando tres vueltas de campana, acabando hundiéndose en las aguas.Toda la gente que conoció del accidente, se arremolinó en torno al lugar de siniestro, intentando socorrer a las víctimas. Guardia civil, bomberos, y ciudanos en general hicieron grandes esfuerzos en el intento de sacar el autobús de aquel río que se encontraba a revosar de agua debido a la "gota fría" que atacó con dureza aquel año.
Se tendió un puente de madera, sobre el río por donde iban pasando los féretros con los cuerpos de los tristes fallecidos"
El suceso se produjo algo más allá de los Baños de Valdeganga en Cuenca, adelantando un camión el autobús se deslizó y cayó al río. Por lo visto no tenía sitio para el adelantamiento y se precipitó unos 12 metros hacia el río, dando tres vueltas de campana, acabando hundiéndose en las aguas.Toda la gente que conoció del accidente, se arremolinó en torno al lugar de siniestro, intentando socorrer a las víctimas. Guardia civil, bomberos, y ciudanos en general hicieron grandes esfuerzos en el intento de sacar el autobús de aquel río que se encontraba a revosar de agua debido a la "gota fría" que atacó con dureza aquel año.
Se tendió un puente de madera, sobre el río por donde iban pasando los féretros con los cuerpos de los tristes fallecidos"
Volviendo a mi relato. La llegada y estancia en la ciudad de Cuenca fue breve. El tiempo suficiente como para descansar un poco, comernos unos bocadillos en los ardenes de la estación y coger el tren que nos tenía que llevar hasta Valencia. Aquel trén que utilizaba como combustible el carbón pitaba de una forma endiablada y durante el trayecto a Valencia se transitaba por interminables túneles en los que era obligatorio cerrar las ventanillas de los compartimentos y de los pasillos de los vagones con el fin de que el humo no asfixiara a los viajeros. Un puente interminable colgado sobre un abismo y la llegada a la estación de Valencia son los últimos recuerdos de aquella mi primera salida de Pinarejo. Por cierto nos quedamos a vivir en Valencia, en el barrio de la Luz donde vivían unas primas segundas de mi padre: Adela y Teresa
José Vte Navarro Rubio
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