domingo, 26 de junio de 2011

DESAYUNO CON UN POEMA Y UN VIAJE

Un día por casualidad después de mil artículos en un foro me desayuné con un poema de Fernando Nombela que tiene que ver con estas  tierras nuestras de cada día. De ello me vino a mi otro poema que he dejado caer en este foro. A buen seguro que mi poema no hubiera visto la luz de la tarde de no haber sido por este otro poema de Fernando Nombela.

En su viaje a La Alcarria, Camilo José Cela intentó tomar buena cuenta de todo lo que veía y lo hizo de forma  metódica y continua, ahora Fernando nos lleva por otros caminos para mi conocidos y entretenidos. A ello se debe el que en este escrito y en el otro, poema,  no se de ni una pizca de casualidad más bien de un  cierto  misticismo que los herederos de aquellos arlequines medievales y después copleros iban dejando caer en las Plazas y calles concurridas a toque de tambor y son de dulzaina. Venga pues la fiesta y celebremos amigos este poema que por hablarnos de nuestros pueblos debe ser  tomado y recibido con buenos ojos, tiento y sonrisas. Yo les dejo con otro poema que cuelga casi de un andamio de una finca en derribo:

Sendas y más sendas que se pierden y llevan sin rumbo fijo,
para el viajero que desconoce de los olores de estas tierras
a espliego, lavanda, olmos y pinos,
entre los verdes campos  
donde un día germinará, si Dios quiere, el trigo
y allí donde se acaban las amplias veredas y los polvorientos caminos
nacen sobre las motillas, llanos y riberas de los ríos
los pueblos y ciudades de La Mancha
donde perviven desde los siglos de los siglos a otro ritmo.
Por ello caminante bienvenido seas,
si todavía nadie te lo ha dicho, 
a estas tierras serias de terrones tan duros
que hasta las afiladas rejas de los arados
se quiebran a esas horas en que el roció
no llega a ser más que una lágrima perdida
en medio de barbechos, lindes y surcos
donde un día resonó en medio de grandes gritos,
como si se hubiera tratado
de un trueno inmenso en el espacio infinito,
el acero templado de las espadas
al golpear de forma continua sobre los escudos.

José Vte. Navarro Rubio


Y ahora, si, el poema prometido:


UN POEMA Y UN VIAJE DE FERNANDO NOMBELA

designar,
nombre, signo —estrecho camino literal, carretera amarilla—

de la niñez —Belmonte, los campos de fray Luís—
a Castillo de Garcimuñoz y Santa María del Campo Rus
—lugares de muerte, medio siglo antes, para Manrique—

extensiones de cepas podadas, vastos lienzos de Ortega Muñoz,
Villaescusa, flores de los almendros, chopos desnudos,
iglesia derruida,

Rada de Haro, montículos de estiércol al borde de la tierra,
bosquecillos de encinas y quejigos, pedernal, colirrojo,
vuelo rasante

hasta el ríos Záncara, hasta La Huesa del Judío, abubilla
junto al coche, camino blanco que sube, tierra roja,
perdices corredoras, delgaditas, estirando el cuello
(si no viviera oprimido el corazón)
roquero

cruzamos el río Záncara (invisible), bordeamos La Huesa,
sigue la carretera casi paralela el cauce,
tinajas acostadas, alamedas, chopos, alondra, crestecilla alerta
(la tierra, la pecosa, desabrida), jilgueros en bandada
Carrascosa de Haro

(la mirada que llama, dos mujeres caminantes)
tarabilla del collar, bandada de collalbas
Villar de la Encina
añil la puerta y el ventanuco,
cernícalos primilla, verde alcacer,
(preguntar por el cuervo), blanca la tierra, hortus conclusus,
roquedas, blanco en el blanco

Pinarejo, plaza mayor, mercadillo que ya levantan
tradición oral: dice la leyenda o la historia: le hirieron en El Rincón, al lado de Pinarejo, y fueron luchando hasta El Castillo, allí murió; allí antes de la autovía hay una cruz
placetuela, placeja, placeteja

Castillo de Garcimuñoz
(literalidad: signo, índice, señal del mundo)
quebrada, rocas, la torre campanario —cuadrada— inscrita en la torre redonda del castillo, romero florecido al pie

tradición oral: cayó en Castillo de Garcimuñoz, murió en Santa María del Campo Rus, lo enterraron en Uclés, junto a su padre

luchaba como capitán de Isabel, para someter al de Villena, el hijo de don Juan, el marqués viejo

cerros blancos, Santa María del Campo Rus

los nervios del gran árbol como un cielo, como un cerebro
(de Mondrian)

(Olvido García Valdés. Y todos estábamos vivos. Barcelona, Tusquets Editores, Col. Marginales 236 - Nuevos Textos Sagrados. También en Esa polilla que delante de mí revolotea. Poesía reunida (1982-2008). Prólogo de Eduardo Milán. Barcelona, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, 2008).

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