viernes, 17 de junio de 2011

EL MILAGRO DE PINAREJO: FRAY FCO. DE LA CRUZ


No se si lo que viene a continuación es un hecho extraordinario o simplemente un suceso fruto de la imaginación. Lo que sí es cierto es que el suceso tuvo lugar en Pinarejo y como escenario más particular una procesión y la iglesia parroquial. Esa misma iglesia que nuestro amigo el fotógrafo nos muestra por dentro (cúpula y altar mayor)

El relato tiene que ver con el extraordinario suceso que le ocurrió a Fray Francisco de la Cruz, hace de esto unos 363 años. Este santo se venera en La Alberca del Záncara desde el año 1647.

Estando, Fray Francisco de la Cruz, en la quietud de la oración tuvo ilustración particular de que asistiese a la fiesta en el día de esta Sagrada Octava que se hiciese en el Pinarejo, lugar pobre, dos leguas distantes de la Alberca, también del Obispado de Cuenca.

Esta proposición la hizo a su Padre espiritual y Prior; y le pareció tan bien, que le dijo era muy justo ir a asistir en aquella celebridad y ayudar en ella al Licenciado Franco, Cura de aquel pueblo, y que él quería también acompañarle, para que los dos asistieran juntos.

Llegó aquel dichoso día, y tomaron la mañana Maestro y Discípulo y fueron a tenerle en el Pinarejo. El Licenciado Franco los recibió con mucha alegría, porque conocía muy bien a los dos asistentes que Dios le había enviado. Celebróse por la mañana el Oficio con mucha devoción y respeto y con la autoridad que podía dar de sí lo limitado de aquella población.

Hízose la procesión por la tarde, asistiendo los dos Religiosos junto al Preste, y desde que se empezó el Padre Fray Juan de Herrera iba reparando en el rostro de Fray Francisco, porque le parecía en las demostraciones exteriores que se movía con afectos de demasiada alegría, y que habiendo de andar procesionalmente caminaba tan vuelto de lado por ir mirando siempre a la Custodia con tan perseverante vista, que no apartaba los ojos de ella, dando siempre los pasos de espaldas, al modo de los que en las procesiones van incensando, conociéndose en él (aun con algún género de destemplanza) los soberanos gozos en que estaba su corazón bañado.

De esta suerte fueron procediendo entrambos hasta que volvió la procesión a la iglesia y el Santísimo se puso en el Altar mayor, quedando juntos de rodillas en la grada primera los dos Religiosos. Entonces el Padre Fray Juan de Herrera le dijo a su compañero: -Dígame, Hermano, y mire que se lo mando con Obediencia: ¿qué divertimento ha sido el que ha tenido todo el tiempo de la procesión, que con diversos movimientos de los ojos y del cuerpo le ha estado significando? Fray Francisco le respondió: -¿Cómo quiere Vuestra Paternidad que no haya estado contento y divertido, si desde que empezó la procesión se llenó todo el aire de la iglesia de hermosísimas mariposas, las cuales Nuestro Señor fue servido de darme a entender que eran tropas de Espíritus Angélicos que venían a servir y celebrar la festividad de su Dios Sacramentado, supliendo los medios humanos de este pobre pueblo las Inteligencias Soberanas, y que para mayor confusión mía de lo que soy y de lo que debo ser, al punto que se volvió ahora a poner la Custodia en el Altar, se llegó una mariposa hermosísima vestida de diferentes colores junta al viril de la Sagrada Hostia, y después de estar alrededor de él revoloteando se vino derecha a mí y se me puso en la boca, como quien llega a recibir un recado de un Príncipe y le lleva a quien se le envía, dándome Nuestro Señor en esta ocasión un claro conocimiento de que así premia la devoción que tengo a su Divina Majestad Sacramentada y de que le son agradables mis comuniones?

Cesó el Siervo de Dios, acabando la plática con algunas demostraciones y lágrimas, causadas del excesivo contento que cercaba su dichosa alma; y el Padre Fray Juan de Herrera le dijo que hiciese diferentes actos de humillación y agradecimiento.

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