martes, 14 de junio de 2011

EL TOQUE DE CAMPANAS OÍDO DESDE EL CHARCÓN

Esta fotografía tomada a través de un espeso follaje y de un tapial/lienzo de pared, prolonga nuestra visión más allá de los confines de la Plaza Mayor de Pinarejo y nos lleva por encima de los tejados de las viviendas hasta la iglesia del pueblo. La fotografía nos introduce en un paisaje dominado por un campanario desde el cual unas altivas campanas, hoy nuevas, fueron utilizadas durante siglos para llamar al vecindario a los diferentes actos que tenían que ver con la liturgia. Aparte de esta utilidad el toque de campas, repique, servía, también, para avisar de algún peligro eminente o de algún tipo de incidencia (incendio, tragedia) que pudiera tener especial interés para la comunidad. Resultaba entrañable oír el sonido de las campanas, su musicalidad, sobretodo los domingos o días festivos, cuando la gente se encontraba en alguna parte del término, realizando labores agrícolas o que tuvieran que ver con el pastoreo. Suponía un gozo difícil de explicar y del que muchos no podrán disfrutar. A mí particularmente me gustaba su sonido cuando las oía y me encontraba en la zona del Charcón.

Pero con el paso del tiempo, al igual que ocurre en todas las profesiones, el oficio de campanero se ha ido perdiendo y con él se ha ido también una parte importante de nuestra cultura que tiene que ver con el repique y el volteo de las campanas. Con la modernidad vino la electrificación del sistema y más tarde con la megafonía la perdida del hilo conductor que unía la tradición y la costumbre con nuestra forma de entender el mundo de las campanas y sus toques, apareciendo una moda nueva para la cual no encuentro nombre apropiado. Los toques de campana han perdido parte de aquella primera función para la que fueron creadas: alertar, informar, reclamar y servir de guías y de acompañamiento a los actos religiosos, culturales y hasta lúdicos de nuestros pueblos.

Muchas campanas, como las de Pinarejo, debido al paso del tiempo y a su uso continuado terminaron por sufrir fracturas que hacían inviable el uso para el cual habían sido concebidas.

La alternativa cuando el deterioro de las campanas se hace muy grande consiste en fundir las viejas y hacer unas nuevas, que por mucho que se quiera nada tienen que ver en cuanto a sonido, con las viejas. Dos son los motivos por los cuales no se puede equiparar las campanas de hoy en día con las de antes: la calidad del metal y la técnica de confección.

Bien situada la fabrica de nuestra iglesia en lo más alto del pueblo y mejor situadas las campanas por encima de todas las viviendas de la localidad, su sonido, alegre cantar en las primaveras, se había venido trasmitiendo a lo largo de los siglos, como por arte de magia, impregnado su musicalidad todos los lugares del término, por muy recónditos que éstos estuvieran. Ahora eso sí dependiendo del lugar en el que nos encontráramos percibíamos su sonido de una forma u otra. Recuerdo como ante su toque, repique, las mujeres preferentemente salían a las puertas de las casas para realizar preguntas; otras aceleraban de inmediato las tareas del hogar que estaban haciendo en esos momentos, con el fin de acudir al acto para el cual se reclamaba su presencia. Durante el tiempo en que las campanas estaban repicando se veía a las buenas gentes salir de sus casas y encaminarse lentamente, sin prisas y sin pausa, hacia el lugar de donde venía el sonido con el fin de cumplir con sus obligaciones para con la iglesia.

Cada repique tenía su justificación. El toque de difuntos, seco y desnudo se hacia de forma lenta y paulatina, como si el campanero no quisiera tocar o como si las campanas se hubieran puesto de huelga. Cuando el fallecido era un niño pequeño se tocaba a gloria. El toque de arrebato o fuego: Como su nombre indica servía para llamar a los vecinos para combatir el fuego. El toque de rogativas servía para bendecir campos. El toque de fiesta se utilizaba durante la fiesta mayor del pueblo. El toque de Ángelus era a las 12 del mediodía y era un toque muy especial. El toque de misa se utilizaba cada vez que se llamaba para este acto. Muchos eran los toques y variadas las técnicas. Hoy en día y con el fin de no perder esta tendencia se han creado en muchos lugares gremios de campaneros que se encargan de recopilar toques y de preservar para las generaciones futuras los diferentes toques de campanas que por costumbre se utilizaban en muchas iglesias de nuestro país.

A mi entender, aunque es difícil pedir neutralidad, las campanas de nuestro pueblo sonaban de forma diferente a como suenan las de las grandes ciudades. Yo diría que la diferencia entre unas y otras se encuentra en que las campanas de los pueblos como el nuestro, Pinarejo, tenían alma, es decir comulgaban directamente con su medio ambiente y las de las grandes ciudades están sometidas al imperio del ruido y de la contaminación.

Ahora en estos momentos sólo hace falta de manos diestras que aprendan el interesante arte de hacer repicar las campanas, para que la melodía exquisita que se desprende al chocar el badajo con el metal y convertirse éste en música se pueda expandir por todo el término.

José Vte. Navarro Rubio

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