viernes, 10 de junio de 2011

LOS DE LA QUINTA DEL BIBERÓN DE PINAREJO

La quinta del biberón, quinta del 41, estuvo formada por jóvenes entre 16 y 18 años que fueron movilizados para ir a la guerra. En contraposición había otra quinta que era la del saco. Nuestro pueblo, como todos saben, dentro de las dos Españas que se formaron recayó del lado republicano. Los jóvenes de Pinarejo nacidos entre los años 1919 al 1921, fueron movilizados para acudir al combate.

Tal era la necesidad de efectivos que el estado tuvo que recurrir a los más mayores y a los más jóvenes en edad. En Pinarejo se contabilizan hasta 13, los jóvenes que salieron movilizados desde Pinarejo a San Clemente. Durante un par de meses estuvieron estos jóvenes haciendo la instrucción en San Clemente para lo cual se alojaban en uno de los conventos del pueblo. Los 13 jóvenes de Pinarejo pertenecientes a la quinta del biberón fueron: Domingo, Eluterio, Esteban, Feliciano, Hilario, Jacinto, Jerónimo, Joaquín, Severo, Tomás, Victoriano, Vicentillo y Pinar. Puede haber alguna equivocación en algún nombre, pero así es como mi padre me los citó. He obviado los apellidos para no herir suspicacias.

Después de realizada la instrucción cada uno de los componentes de la quinta se incorporó allí donde el alto mando creyó que eran necesarios. A mi padre le tocó como destino la capital de España: Madrid y una vez incorporado a su regimiento fue destinado al puente de los franceses, entre la casa de Campos y el Río Manzanares. El destino lo ejerció en telecomunicaciones. Son múltiples las anécdotas que cuenta en lo que se refiere a esa época en las trincheras y como se las ingeniaban los de uno y otro bando para fumar, ya que unos tenían la hebra y los otros el papel. Pasó muchas peripecias, entre ellas cuenta que una noche se escapó un soldado al bando nacional, al de los rebeldes, y como mi padre estaba de guardia lo tuvieron encerrado en un calabozo cuatro días, sometido a interrogatorio, hasta que todo se aclaró.

Había por aquellos tiempos en Madrid un paisano del pueblo que tenía cargo dentro del ministerio de la Guerra, tenía que ver con el tema de prisiones. Mi padre solía acudir de vez en cuando a su casa que se encontraba enclavada en la calle Sevilla, al lado de la Puerta del Sol. La última vez que estuvo allí, durante su estancia en el frente, fue justamente dos días antes de acabar la guerra y este hombre, hermano de Victoriano Culebras, le dijo que se marchara rápido a Pinarejo, ya que estaba todo perdido y las fuerzas rebeldes se encontraban a las puertas de Madrid,  pero que él se quedaba en su destino para rendir cuentas a los insurrectos.

Salió mi padre de la casa y se dirigió a las Ventas, allí un mozalbete de unos 7 años de edad, le comentó a mi padre que una de las ambulancias que estaba estacionada junto a un andén de la esatación salía, en unos pocos minutos, para Tarancón. Reiteraba el niño a mi padre  que hablará con el conductor y que él, en todo caso, también se iría en la ambulancia. Después de no pocas palabras, y amenazas al conductor de la ambulancia, salieron mi padre y el niño hacia su destino. Una vez en Tarancón mi padre intentó buscar abrigo en un par de casas del pueblo pero no le abrieron la puerta por miedo. Después de dormir, como pudo, durante dos horas en la caseta de un perro, medio cuerpo dentro y el otro fuera y nevando, se dirigió a un pueblo cecano a Tarancón donde vivía una vecina del pueblo, llamada Mariana, que había servido de moza en la casa del cura del Pinarejo. Aquí pudo mi padre cenar un par de huevos fritos, y enseguida emprendió de nuevo el viaje, atraviesa campo, hacia Villares del Saz donde pudo otra vez comer algo en casa de una mujer de Pinarejo que vivía en aquel pueblo. Tras descansar, unas horas, continuó el viaje, siempre andando y atravesando términos, hasta que después de dos días de caminata llegó ya anocheciendo a Pinarejo, al mismo tiempo que finalizaba la guerra.

Después de acabada la guerra para los de la quinta del biberón vendría el servicio militar, entre dos y tres años de destino. En el caso de mi padre su destino estuvo en los Pirineos y en la zona del Cantábrico.

Aunque son muchos los homenajes que se han realizado. El reconocimiento como siempre ha llegado tarde, ya que para cuando se les intentó reconocer los méritos muchos ya habían fallecido. Vaya, con este escrito, mi reconocimiento para los pinarejeros de la “quinta del 41” y para los de la “quinta del saco”. Por los muchos servicios que prestaron y el olvido al que fueron sometidos por la dictadura franquista.

José Vicente Navarro Rubio

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