miércoles, 15 de junio de 2011

HOMENAJE A ANTONIO EL TAXISTA

La expresión que se usaba por aquellos días era “ir acoger el barco” y se refería a todos los pinarejeros/as que se iban a trabajar a Ibiza, principalmente en el tema de la hostelería y albañileria. Desde Valencia, su puerto, se embarcaban todos los pinarejeros/as y para ello usaban de un protocolo muy estricto. Lo normal era llegar hasta Valencia en el taxis de Antonio y luego partir hacia el destino. Si el barco no salía en el mismo día los viajantes se quedaban a dormir en casa de algún familiar en la ciudad, por eso el destino último de Antonio, el taxista, era el puerto de Valencia o alguna de las casas de los pinarejeros que vivían en Valencia, ciudad, o en sus alrededores. Recuerdo el taxis, me parece que era un SEAT 1500, y recuerdo a Antonio, una persona jovial y muy educada. Antonio solía tener su parada habitual en la Avenida Pérez Galdos y desde allí se desplazaba a los diferentes domicilios de los pinarejeros en Valencia, pues con el taxis de Antonio siempre llegaba algo: aceite, quesos, chorizos etc. El taxis recuerdo que olía a tienda ya que era normal salir del pueblo siempre con productos del terreno e inclusive con algún animal de corral vivo: gallina, conejo. Todo un espectáculo cuando Antonio abría la puerta trasera, portamaletas, y veías lo que allí había. Antonio solía colocar en el maletero los equipajes según orden de llegada con el fin de no tener que vaciar todo el contenido en las aceras y después de dejar a los acompañantes en su destino o bien se volvía a Pinarejo o se quedaba a la espera de algún barco que tenía que llegar con paisanos con destino a Pinarejo.

Yo creo que Pinarejo, y todos en general le debemos mucho a Antonio. Era la persona que nos ponía en contacto a unos con otros. Siempre lo encontrabas al servicio de las gentes del pueblo. Su labor era casi humanitaria quiero compararla casi con la que hacen ahora las ONG. Hay que tener en cuenta que el trabajo de taxista en aquella época era complicado, la administración no regalaba nada y los chóferes se jugaban la vida en aquellas carreteras tan estrechas y poco cuidadas. Antonio, creo, que fue así, perdió la vida en la carretera un día de lluvia.

Los familiares solían llamar algún día antes para decirte que iban camino de Valencia y que llegarían a una determinada hora con el fin de que se saliera al puerto a despedirlos. Con Antonio, el taxista, siempre llegaba algo, por eso se le esperaba con un interés especial, porque o bien traía noticias o familiares o algún tipo de encargo. Antonio era un poco de todos y con él se nos fueron los familiares, los encargos y las noticias. Sirva este escrito de recordatorio y de homenaje a la labor de un hombre que se supo ganar el respeto a pulso: con su trabajo, pundonor, educación y buen hacer.


Dicho lo de Antonio sirva esta poesía de homenaje a los primeros pinarejeros/as que cogieron el barco camino de las islas Ibiza y Mallorca. Aquello fue un hito que se debe de de recordar ya que supuso una buena fuente de ingresos para las familias del pueblo. Por lo general los que se marchaban eran los más jovenes. Ellos consiguieron con su ilusión y ganas de trabajar crear escuela y que nuestro pueblo sea un punto de referencia en aquellos lares. Para todos y para todas mis más queridas felicitaciones. por lo mucho que habeis hecho y por lo que os queda por hacer os regalo esta poesía.

Desde valencia buenas tardes/noches

Era la época del “Porom pom pompero”
y de un limón y un limonero”
cuando los pinarejeros conquistaban
a las extranjeras de las islas
con su chascarrillos, salero,
don de gestes y gran simpatía.

Les costó mucho esfuerzo dejar el pueblo
pues por aquellos días se decía
que allí en medio del mar Mediterráneo
había una gran fosa
que de vez en cuando se abría
y que sí en ella por casualidad
el barco zozobraba y caía
todo el pasaje, tripulación incluida,
por la esquina del Molinillo
de sopetón y en un montón aparecía.

En la forma de trabajar eran unos artistas
aunque nadie sabía ni entendía
de donde la gracia dichosa les venía
se sospechaba, esa es mi santa opinión,
que fue un milagro de Santa Águeda bendita
a la cual ellos siempre se referían
ya estuvieran en la barra, en el andamio
o meneando la sartén en la cocinilla.

Era gracioso verlos
con el gorro de capirote en la cabeza
y el dichos mandil apretado en la cinturilla
por eso al principio se escondían
pues sabían que en el pueblo
de risa se mondarían
si por casualidad o mala geta
el tema a colación
en cualquier tertulia de bar salía.

Tengo referencias orales y escritas
de un tal “José María”
dicen que todo un genio en la barra
y un gran artista en la cocina
no sé por donde anda
pues le he perdido la pista
si alguien le tirara encima la vista
por favor que le digan
que su primo le ha dedicado esta poesía.



José Vte Navarro Rubio

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