Ya la muerte definitivamente te llevó
a la búsqueda de otras praderas
en un día del mes de diciembre
de fríos eternos en la ciudad de Cuenca.
Poeta cabal de pobladas melenas,
voz ronca y clara inteligencia,
destilaban tus poemas la quinta esencia
y si en Cuenca fuisteis adelantado de las vanguardias
en Madrid hubieras sido
al igual que Ramón Gómez de la Serna
un trasnochador en las tertulias del café Pombo
y un abigarrado domador de estrellas
en el Parque del Retiro a esas horas de la noche
en que las raíces de los plataneros
destilan gota a gota "esencias de verbena".
Fuisteis en la parte más alta de esa ciudad,
que se lleva en el alma o se arroja a las tinieblas,
un enfermo crónico
de pulmones convertidos en caverna
y vinisteis a morir con 20 primaveras
ya pedida la esperanza y el alma en pena
en un año, 1933, cualquiera, en Cuenca.
Pinarejo, tu patria chica, no se si te recuerda,
pero ahora caído el velo
y ya tu nombre en candelera,
yo, Julio Arturo Valero Solana,
Rimbaud conquense,
predicador de palabras y amigo de las estrellas
pido porque ese triste són
de tu libro "Campanadas y Piedras"
se convierta en mi libro de cabecera.
José Vte Navarro Rubio
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