Áspero hierro de otros días
suenan ecos de batallas
en estas tierras estériles
a las que los hombres se agarran
como si fuera el cuerpo de una guitarra.
Por ser del castillo su aldea
cuanta palabra mal gastada,
cuanta tinta derramada
y cuantos muertos a la espalda
por ser más que yugo
afilada espada
en la tierra de los Manueles
entre surcos que se regaban
con la sangre inocente de los pobres parias.
¡Ay de Jorge Manrique
quien te mandara
venir a morir tan lejos de casa
en aquellos días
de tan duras batallas
con tal de servir a un Rey
que desde lejos ordenaba
saquear castillos, violar
y tomar por la fuerza las casas!
Podría la historia recordar
en ello debe estar la gracia
lo que fue de estas tierras
y de los hombres y mujeres
que en ellas trabajaban
ahora que sólo queda
ya pasadas las páginas
recuerdos y más recuerdos
de aquellos que mandaban.
Arde la tarde sola
en días de ásperas lágrimas
mientras las paredes del camposanto resplandecen
como si estuvieran desesperadas
y entre latigazos
que en el cielo restañan
se oyen cantares de serafines
allá donde la vista a ver no alcanza.
¡Allí, sólo allí!
Por fin sé que allí no hay nada
José Vte. Navarro Rubio
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
No hay comentarios :
Publicar un comentario