Pinarejo
que a mis ojos vienes,
Pinarejo
que de mis ojos te vas,
te presiento cerca,
te quiero tocar,
a la vez
que recuerdos eternos
no me dejan de rondar.
De los días
de largos silencios,
y de las noches
de largas esperas,
a la luz de un candil
con olores
a quemada mecha,
sube ,
asciende, sin parar,
hasta ese lugar llamado era,
el crujir de los troncos de leña
al arder sin misericordia
en la recóndita chimenea,
y el balar de las ovejas
siempre a la espera
del dulce sueño en las parideras.
¡Pinarejo, Pinarejo!,
¿que nos queda
de aquellos días y noches
de bailes y toros para las fiestas,
carnavales y disfraces para la Cuaresma,
mayos para las noches de luna llena
y días de siega y parva
cuando el sol más aprieta?
José Vte. Navarro Rubio
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