POEMA: YO NACÍ

¡Yo nací!
en un pueblo bonito y pequeño,
casi situado sobre las faldas de dos cerros,
¡Hace ya tantos años de ello que casi no me acuerdo!

¡Yo crecí!
en casa de paredes de adobe,
oliendo la bondad de los pobres,
sus esperanzas y sueños

¡Yo nací!
a la luz de un candil
que ha iluminado mi vida
para lo malo y para lo bueno,
¡y aprendí!
a querer a la lluvia,
pues era la base de nuestro sustento,
alimento de la tierra y también nuestro.

¡Yo nací!
entre blancas sabanas
y lana blanda cardada con esmero
en mitad de un frío invierno,
¡viendo! como a los campesinos
los iba matando poco a poco la estéril tierra
que solo quería de ellos trabajo, sudor y sufrimiento.

¡Yo crecí!
con ritmo de pasodoble
en el alma y en el cuerpo,
que mi pueblo bailaba y cantaba
para cuando llegaban las fiestas patronales de Santa Águeda,
ya fuera para el mes de septiembre o en febrero.

¡Yo nací!
con escarchas, rocíos, rayos y truenos
oliendo la voz del pobre casi apagada
clamar en mitad del desierto.

¡Yo crecí!
entre trébedes, ollas y matazones del cerdo,
oyendo las campanas y viejos proverbios
contados junto a los rescoldos de las brasas del fuego,
¡viendo! a los pobres como daban gracias por ello.

¡Yo nací!
en un pueblo de pastores, labradores y jornaleros,
de aquellos que se levantaban rezando
por no tener nada con que poder decir esto es nuestro
y esperar de la vida solo desconsuelos.

¡Yo nací!
en un pequeño mundo, de grandes planicies
y montes de chaparros sujetos al suelo,
caminé por tierras a la búsqueda de sueños,
y ¡ aprendí de la vida lo que cogí al vuelo!.

¡Yo viajé!
por sus caminos, sendas y veredas
y curé heridas que han sido como medallas
que poder lucir gloriosamente sobre el pecho.

¡Hace ya de esto casi una eternidad, yo nací!
y ahora, ya en mitad de un camino sin retorno
ya con olor a tomillo, espliego
y romero hasta en los huesos
en un día de esos ¡regresaré a mi pueblo!,
a disfrutar de la tristeza de las noches
Y de las sonrisas de los vientos.


José Vicente Navarro Rubio