Aires cargados de silencios me llevan
hacia esos lugares y esas tierras
donde la vida de los hombres es tan dura
como la de los sauces llorones
siempre esperando junto a la ribera de los ríos
a que pasé su amada, la niebla vespertina,
para poder lanzarle alguna copla
ya perdida entre las carcomidas hojas de su tupida cabellera.
Donde estarán estos hombres y mujeres me pregunto
que al igual que las golondrinas construyen sus hogares
allí donde la tierra agradecida les llama con voz ronca y persistente
para que vayan a recoger sus frutos ya maduros y con olor a tierra mojada.
Yo nací, para suerte mía,
para aquellos momentos de una década a camino
entre una guerra de heridas no cicatrizadas
y un futuro tan incierto como este presente que vivimos
siempre a la espera de noticias con sabor a esperanza
y recuerdo con especial cariño aquella pobreza serrana
que con tanta gallardía llevamos a cuestas y tan poco pesaba.
De esas noches negras como la guarida de un lobo
y frías como las manos de un muerto me quedan,
solo me quedan,
sus recuerdos colgado del clavo de una desgastada viga.
Me voy en estos momentos de especial melancolía
detrás de unas coplas perdidas que han venido a dar con mi ventana
a esas horas en que el viejo reloj de pared duerme
y yo espero en la cama a que el sueño me apague la vista.
Autor: José vte. Navarro Rubio
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