miércoles, 14 de diciembre de 2011

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA ENSEÑANZA: The Battle Hymn of the Tiger Mother (El himno de batalla de la madre tigre )

En un sabroso artículo Jennifer Abate C. nos da cuenta del contenido de un libro publicado en Estados y Unidos y que traducido al castellano viene a ser: "el himno de batalla de la madre tigre". En el referido artículo se recoge lo siguiente:

"EL ESCENARIO ES ÉSTE: usted llega de visita a la casa de unos amigos que conoce hace poco y le presentan a uno de sus hijos, de 12 años. Al poco andar, usted se da cuenta de que ese niño no tiene permiso para quedarse a dormir donde los amigos el fin de semana, que no puede ver televisión ni jugar videojuegos, que recibe las penas del infierno si se saca menos de un 6,5 en el colegio y que, después de tanto estudiar, ni siquiera tiene derecho a jugar fútbol después de clases. Su primera reacción, seguramente, sería preguntar qué hizo ese niño para recibir tan severo castigo. Pero si la mamá fuera Amy Chua, lo miraría perpleja y le diría "nada, sólo estoy tratando de que sea el mejor en todo"
Quizás es porque ella también lo ha sido. Amy Chua es una destacada profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Yale y autora de dos reconocidos libros sobre política internacional. Pero este mes, Chua dejó los asuntos públicos para lanzar un libro centrado en algo mucho más íntimo: la forma en que fue criada por sus padres filipinos y que ahora, contra viento, marea y polémica, aplica en sus hijas Sophia (18) y Louisa (14), en Estados Unidos.
"Una vez que Sophia actuó muy irrespetuosamente hacia mí, la llamé 'basura'. Cuando mencioné esto en una cena con amigos, fui inmediatamente exiliada del grupo", se sorprende Chua. Sólo una muestra de que las teorías sicológicas (por ejemplo, que padres descalificadores crían hijos dañados) no son para esta economista. No, lo que ella postula en El himno de batalla de la madre tigre es que un buen padre no es el que comprende a sus hijos cuando fracasan, sino el que los obliga a seguir intentándolo hasta que logren sus objetivos. O, más bien, hasta que consigan las metas que los mismos padres deberían imponerles.
En 256 páginas, la académica hace un recuento de cómo la forma en que fue criada la privilegió frente a los occidentales, pues le enseñó a sobreponerse a las situaciones difíciles y sacrificar muchas cosas para conseguir lo que quería. Ese legado, que tan bien ha funcionado para ella, es el que intenta traspasarle a sus hijas y que recrea en episodios que han causado escozor en los lectores norteamericanos. Una muestra: decidió que su hija mayor debía tocar el piano y que la menor tenía que especializarse en violín. Así de simple. Y llegó a amenazar a la pequeña con donar su casa de muñecas, dejarla sin comer o sin regalos de navidad por cuatro años si no era capaz de interpretar a la perfección una pieza musical... para el día siguiente. Otra: una vez rechazó una tarjeta de cumpleaños de una de sus hijas por encontrarla "mediocre". Su reflexión al respecto es: "La solución para un desempeño deficiente siempre es despellejar, castigar y avergonzar al niño. Los padres chinos creen que sus hijos serán lo suficientemente fuertes como para tolerar la vergüenza y aprovecharla para mejorar".
Sus reflexiones, sin embargo, han calado profundo, en un momento en que la sociedad occidental critica a sus nuevas generaciones por su falta de esfuerzo y su costumbre de depender durante mucho tiempo de los padres, económica y emocionalmente.
"Los padres chinos pueden ordenarle a sus hijos que sólo saquen A (equivalente a nota 7 en Chile). Los occidentales sólo pueden pedirles a sus hijos que hagan su mejor esfuerzo. Los padres chinos pueden decir: 'Flojo, todos tus compañeros van adelante de ti'. En contraste, los padres occidentales tienen que luchar con sus propios conflictivos sentimientos respecto del éxito y tratar de persuadirse a sí mismos de que no están decepcionados por cómo han resultado ser sus hijos", asegura Chua en su libro, que adelantó hace dos semanas a The Wall Street Journal.
Por supuesto, en Estados Unidos se encendió la polémica. Para Amy Chua la exigencia es parte de la vida, considerando que sus dos padres son académicos (él es un reputado científico de la U. de California en Berkeley), que una de sus hermanas es profesora en Stanford y que otra, con síndrome de Down, ha ganado dos medallas en natación en las Olimpiadas Especiales. Pero al resto del mundo no le pareció lo mismo y se volcaron contra esta "madre tigre".
Frank Chi, un especialista en comunicación política, acusó a Chua, en su columna en The Boston Globe, de explotar un estereotipo asiático para vender libros. La escritora y académica Betty Ming escribió en su blog: "Los padres como Amy Chua son la razón de por qué las asiático-americanas como yo estamos en terapia", y se pregunta: "¿no hemos tenido suficientes estudiantes asiático-americanos demasiado presionados cometiendo suicidio?, ¿no es aterradoramente prematuro mostrar a sus hijas como ejemplo de su éxito? ¿Una buena madre se comportaría así realmente?".
En The New York Times, el escritor y conocido columnista David Brooks también se unió a la controversia: "Practicar una pieza musical durante cuatro horas requiere atención focalizada, pero no está ni cerca de ser tan cognitivamente demandante como quedarse a dormir en la casa de una niña de 14 años. Manejar la rivalidad, negociar dinámicas de grupo, comprender normas sociales, son pruebas sociales que borran cualquier intensa sesión de tutoría de una clase de Yale". En otras revistas, como Slate, aseguran que "aquí tenemos a una madre que ha sometido a sus hijos a un nivel de coacción obsesivo, en el límite de lo abusivo, para perseguir un desempeño excepcional".
En el mismo The Wall Street Journal se han publicado diversos artículos, algunos sumándose al cuestionamiento sobre la permisividad de los padres occidentales, pero la mayoría repudiando lo que consideran un exceso de disciplina. El ensayo de Amy Chua ha generado, según la misma publicación, el mayor número de comentarios en la historia del sitio online del periódico.
Mientras tanto, la defensa más significativa ha venido de la propia familia de Chua. Su hija mayor, Sophia, quiso demostrar que su madre no es la sádica torturadora que pretendían los medios y escribió una carta a The Washington Post dirigida a ella: "Todos están hablando de las tarjetas de navidad que una vez te hicimos y que tú rechazaste porque no eran suficientemente buenas. Es chistoso cómo cierta gente está convencida de que Lulu y yo quedamos marcadas de por vida. Afrontémoslo: la tarjeta era mediocre. Me tomó 30 segundos hacerla; ni siquiera le saqué punta al lápiz. Por eso, cuando tú la rechazaste, no sentí que me estabas rechazando a mí. Si yo realmente hubiera hecho mi mejor esfuerzo en algo, tú nunca me lo tirarías en la cara".

Después de que hayan leído este artículo y otros que pueden encontrar en la RED sobre el mismo tema, yo me hago una serie de preguntas:

Deberiamos los occidentales reconstruir nuestros modelos educativos.
Somos los occidentales mejores padres y madres por educar de forma diferente y ser menos exigentes.
Deberían los padres y madres de alumnos implicarse más en la educación de sus hijos.
Se debería cambiar la metodología y forma de enseñar en los colegios: Más flexibilidad horaria, más tiempos alternativos, menos profesorado por aula y alumno, otros especialistas en los centros.
Hay que pensar más en la dimensión humana y efectiva de la enseñanza.

Autor: José Vte. Navarro Rubio


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