Se sabe con certeza el lugar y no el día
donde cayó herido de muerte Don Jorque Manrique
en un año recordado por la historia,
aunque no fue así
con otros aconteceres del momento
que cada uno ha contado y cuenta
a su medida, moda y como le viene en gana.
Tuvo el Castillo de Garcimuñoz por mala fortuna
que hasta el fuera a pelear
tan docto señor en letras
y fue también de mala fortuna
que éste en una celada herido cayera.
Uno y otros, todos a la vez,
se sintieron en el momento morir
y aunque la herida en la carne fue más certera
las piedras del castillo sintieron frío
al tiempo en que a sus moradores
se les helaba la sangre en las venas.
Por ser no fue en este lugar
donde expiró el alma de Don Jorge Manrique
y marchó ésta del cuerpo a mejor vida,
pues dicen unos y otros
acierta la verdad o la mentira,
la duda y la certeza
que a Santa María del Campo Rus llegó la comitiva
con el cuerpo aún caliente del poeta.
LLoró y llora
el Castillo de Garcimuñoz
desde aquel día c0n gran pena
pues pasó de ser villa, mercado y feria
a ver como se deshacía su honra
y de ser historia viva a casi leyenda.
Se alza el Castillo,
lo que de él queda
en la misma explanada,
y está a la espera
de ver caballeros por el camino,
huestes, carruajes y bestias,
para dar la alerta
y cerrar su puente levadizo
antes de que comience la gresca.
Ya tiene el castillo
sus almenas cinceladas
y sus altas torres abatidas,
sus aposentos derruidos
y su puente levadizo
convertido en regia escalera
de metal su alma fundida
y su corazón muerto de pena.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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