martes, 6 de diciembre de 2011

POESÍA: DE MI NIÑEZ EN PINAREJO

Me desvelo en la mañana
y me voy
hacia esos días de mi infancia
ya lejana en el tiempo
allí en Pinarejo,
patria, lugar y villa.

Voy al encuentro
de aquellos momentos y días
tan pequeños y sencillos
que no tienen un lugar en la historia
como tampoco lo tendrá
la casa en que nací
de enjalbegue su fachada
y en cuyos interiores había
pequeñas estancias,
como aquella cocina
en cuya chimenea ardían
troncos imaginarios
que todavía calientan mi memoria.

O aquel patio,
 grande para mí
en la pequeñez de aquellos días
y diminuto ahora
que la vida me huele a rosas
y a vinos tintos
de la taberna en la calle Tercia
de mi tío Florentino.

Estancias casi perdidas
las de aquella casa
de la calle Las Cruces,
ahora en ruinas,
a la que me asomo
por encima de una pared comida
por la carcoma que es el tiempo
y donde veo
como todo aquello con lo que sueño
forma parte de una historia,
la mía,
cada vez más perdida en mi memoria.

No renuncio a esos orígenes
de escaseces
que se anunciaban a bombo y platillo
y echo de menos
muchos de aquellos momentos
en que las golondrinas construían su nido
siempre en la misma viga,
como si su alma negra
como la piel de una aceituna,
rayada por las manos suaves de mi madre,
formaran parte de aquella casa
y de aquella cornisa a la que yo miraba
en aquella ignorancia temprana de  mi vida
mientras pensaba que aquellos polluelos
de los cuales sobresalían
pequeñas cabezas del nido
tenían tantos derechos como yo
a vivir y emigrar
a la búsqueda de lugares seguros
donde echar nuevas raíces.

Y un día llegó la marcha
de aquella casa,
de aquel pueblo Pinarejo,
lejos de aquellas gentes y tierras
que por siempre dejarían
una marca en mi vida,
y ya de vuelta
cuando ahora me arrimo y oteo
más allá de esa pared derruida
y veo
en el mismo lugar aquel pequeño nido
impregnado por dentro y por fuera
del amor de una madre y de su saliva
me asaltan las dudas de lo que fue
y pudo ser
de aquellos pequeños polluelos de golondrina
que abrían,
allí arriba, en una cornisa,
la boca,
mientras yo miraba
como engullían la comida
que sus padres acercaban entre aleteos
a .los picos abiertos
de una forma constante y rítmica.


Autor: José Vte. Navarro Rubio

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