jueves, 8 de diciembre de 2011

POESIA: TRANSPOSICIÓN DE PALABRAS

La ciudad duerme tranquílamente, se diría que calla,
hasta que la despierta los besos de una novia amada
que se ha equivocado de habitación, de portal y de casa
y al abrir la ventana ha confundido a su novio durmiente
con la luna que se refleja en calma
sobre los cristales opacos de un destartalado armario de batalla
en cuyo interior cuelga el traje blanco de una novia
y unas zapatillas de franela de andar por casa.
Sube hasta ese espacio desgajado como una naranja
por la voz ronca de un sereno
el sonido de una cafetera italiana
que al hacer el primer café del día
demuestra su alegría sana
dejando que el vapor fluya e invada el espacio
y se convierta en átomo de agua.
Transposición de palabras quiero oir
como un mendigo al abrir una bolsa de basura bien atada
dice: ¡Vaya joya, vaya!
pero, no; no, es así,
una paloma con sus alas mutiladas
por la cuchilla de un barbero que la afila al alba
me indica entre guiños y picotazos en la espalda
que el mendigo busca eternamente entre la basura
a un hijo que perdió miseráblemente en la guerra de España
y que lo que quiere decir es: ¡Que lo jodan, vaya!.
Todo por ir voluntario su hijo a la primera línea de batalla
llevando un letrero en la frente que anunciaba
a 5 pesetas quien atine y para el que falle no hay nada
y por tirar lo hizo hasta un asceta
que generosa y serenamente por allí pasaba.
Claro que murió, lo matarón mil balas
y remató el asceta de forma espiritual de un tiro en la espalda.
Desde aquel día busca el mendigo las malditas balas
que mataron a su hijo en el frente del Jarama.
Buena la ciudad me ayuda
a que vaya poniendo en orden mis pensamientos
al tiempo que abro una vieja carta
que en el remite dice "desde Roma; la ciudad milenaria".
Tan vieja es la fotografía que esa ciudad Roma ya quedó desfasada
y dejó de existir hace mucho tiempo
cuando las centurias romanas hastiadas de ganar batallas
se fueron a veranear a Benidorm a Pompeya y al puerto de Ostia;
una junto a un volcán una y las otras a la orilla de blancas playas.
Lleva la carta la dirección escrita
con pluma de gallinita ciega y tinta de un almanaque destilada.
Dice el escrito
que el Papa bendice a los congregados en la gran plaza
y que un rayo de felicidad le inunda la mirada.
La tarjeta no aclara ni de quién es ni para quién va destinada
¿Quizás la dejó el mendigo?
que la encontró allí donde los carteros tiran por las noches las cartas
cuando finalizan su tareas y huyen de los portales de las casas
al ver como los buzones se transforman en fauces abiertas de leones
que piden más y más papel y tinta china
con que saciar sus ansias de comer gacelas ahumadas.
Tras una noche tan en calma
respiro para que no me falten las palabras
y después pongo en orden mis pensamientos
para que nadie piense que me los he dejado olvidados entre las sábanas.
Busca el  novio a la novia y la encuentra guapa;
le pregunta de donde viene con voz calmada
y ella le dice con tono suave y melodía apagada
de verte mi amor como te marchabas al frente de batalla.
El novio no entiende nada
desde aquel día en la ciudad de Roma
en que su novia le dijo que tenía la frente helada,
mi novia esta loca piensa,
mi novia se ha enamorado de la nada,
mi novia me pone los cuernos con un ruiseñor
que a la ventana viene a cantar todas las mañanas.
El novio piensa que la vida se le acaba
da media vuelta y se marcha
al tiempo que en las escaleras se encuentra con su padre que la basura baja.

Autor: José Vte Navarro Rubio

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...