De pronto cayó abatido el guerrillero,
una bala, una mueca,
y se le fue la vida
ni una mala sonrisa,
ni tiempo para una despedida.
Cambiar el mundo y las vidas,
eran su empeño
¡cuanta desdicha!
abrazar la tierra por última vez
y no sentir entre sus brazos
el olor a muerte que su cuerpo transpira.
La envidia mata,
la envidia es cruel asesina,
que se esconde y te busca
y cuando te encuentra te adula
hasta que te vende como hizo Judas.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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