viernes, 4 de noviembre de 2011

EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ: DESVIO TENTADOR EN LA A3

Recojo a continuación unas leyendas que tienen que ver con el Castillo de Garcimuñoz y con el autor del artículo Emilio Garrido. El artículo se titula: "desvios tentadores en la A3":

LAS LEYENDAS

¿Quién fue esta Isabel de Villena que da nombre a instituciones feministas? La respuesta no se encuentra en Alarcón, sino en Castillo de Garcimuñoz, a pocos kilómetros, en el páramo conquense, tierras de nobles beltranejos, rebeldes a la Corona. Sobre una loma, un mazacote de piedra se enseñorea de los trigales con sus cuatro torreones de piedra a medio derruir. Regios sillares al aire, rudos contrafuertes, mucha batalla. Allí, uno de los Pachecos de la casa de Villena quiso casar a la más delicada de sus hijas con un viejo. Isabel se negó porque amaba a un simple paje. El marqués encerró a su hija por díscola en el frío Garcimuñoz. El amante tuvo que huir a Flandes so pena de ser encerrado de por vida. Siete años esperó la doncella. Al séptimo, cuando ya don Enrique volvía de la guerra, rico y señor, a por su dueña, en vez de esponsales encontró un funeral. Desesperado, quiso verla por última vez. Tres personas le abrieron el sepulcro. A las tres premió con generosidad. Allí permaneció toda la noche.

El pueblo de Castillo de Garcimuñoz se extiende en una suave pendiente por dos calles que guardan algunos distintivos en las fachadas de sus casas. Uno pertenece a la casa-palacio en la que el infante don Juan Manuel escribió la mayor parte de sus textos. Otra de las leyendas habla de la muerte de Jorge Manrique a pie de los torreones. Me la cuenta un viejo en la tasca. Nunca se supo muy bien quién lo mató, pero lo cierto es que los Reyes Católicos mandaron ahorcar a seis prisioneros del enemigo en represalia y el marqués de Villena se vengó ordenando la ejecución de otros seis del bando rival. Le tocó en suertes a un escudero vecino de Villanueva de la Jara llamado Talaya. Como estaba casado y con hijos, su hermano menor, que estaba soltero, se hizo pasar por él y acabó subiendo al cadalso en su lugar. "Y así murió este mancebo / por dalle vida a su hermano, / el cual de gran hermandad / notable ejemplo ha dejado".

Caminamos la historia sobre un fermento de sangre inútil. Por las laderas de Garcimuñoz crecen las lavandas y espliegos con un aroma de otra época. La reconstrucción del castillo va para largo. Ignoro qué alcalde pudo permitir la instalación de una central hidroeléctrica junto a los muros

EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ Y EL JARDÍN DE FLORES CURIOSAS DE ANTONIO TORQUEMADA (1575)

Así viene más o menos escrito en el libro 2Jardín de flores curiosas" de Antonio Torquemada (1575): 

Y no es justo que dejemos de decir los secretos y propiedades de dos fuentes que hay en nuestra España, en que no hay pequeña especulación: la una se halla en una cueva que llaman de la india, que está cabe una puente que se llama de Talayuelas cerca del Castillo de Garcimuñoz, y aunque yo no la he visto, lo  lo que de ella me han  certificado muchas personas es, que destila un agua, que cayendo se hiela y endurece de manera que queda hecha piedra tan fuerte que nunca mas se deshace, antes se pone en muchos edificios y aprovecha para ellos.

jueves, 3 de noviembre de 2011

EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ/YUCATAN Y MANUEL MARTINEZ DE MONTEALEGRE

Hombres intrepidos nacieron en el Castillo de Garcimuñoz: Entre ellos destacamos, a continuación, la figura de dos hermanos: Manuel Martinez de Montemayor y Lucas Martinez de Montemayor.

Tal y como se  recoge en el libro: Cabildos y élites capitulares en Yucatán: Dos estudios  de Victorria Gonzalez Muñoz  y Mª Isabel Martinez Ortega. No lo tuvo fácil Manuel Martinez de Montealegre durante su etapa como teniente gobernador y auditor de guerra. Los fiadores de su residencia se habían opuesto diciendo que el oficio de teniente expiaba con la muerte del gobernador. Los pleitos fueron largos y debido a ese motivo Manuel Martinez refirió al Rey el conflicto dando el fiscal la razón al teniente ya que el nombramiento era por facultad real. Consecuencia de ello se declaro nula la multa que se le había impuesto y la supresión de oficio imponiéndose a los gobernadores de Merida una sanción de 500 pesos.

El conflicto se dio en el año 1663 cuando los alcaldes gobernadores de Merida, capitán Pedro de Cespeda y Fernando de Aguilar galiano, comunicaron a los alcaldes gobernadores de Campeche que el licenciado Manuel Martinez, nuestro teniente asesor, se había ido a Merida sin su licencia, notificandole una multa de 1.000 ducados, privación de oficio y vuelta a la ciudad, pero Montealegre hizo caso omiso y continuo su camino.

Documentación:

Nombramiento de Manuel Martínez de Montealegre como teniente de Gobernador de Yucatán en el año 1660

Año 1661: Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Manuel Martínez de Montealegre, teniente de gobernador y capitán general de la provincia de Yucatán, Mérida y Campeche y auditor de guerra, abogado de los Reales Consejos, natural del Castillo de Garcimuñoz (La Mancha), hijo de Lucas Martínez de Montealegre y de Feliciana Niño, a Yucatán, con las siguientes personas:

- Lucas Martínez de Montealegre, hermano, natural del Castillo de
Garcimuñoz
- Antonio de Avila, criado, natural de Utrera, hijo de Fernando de
Avila y de Isabel de Reina. Fecha final

1670 Residencia de Rodrigo Flores de Aldana, Gobernador de la provincia de Yucatán, por Frutos Delgado, oidor de la Audiencia de México. Unida a la residencia está la causa criminal que fulminó el juez de residencia contra el residenciado y Manuel Martínez Montealegre, su teniente, y la visita que hizo el Gobernador a los pueblos de indios de su distrito y otros autos que se acumularon para comprobación de los cargos. (Continua en 315 B, 316 A, 316 B, 317 A, 317 B, 318 A y 318 B) (Vid. tb. 328 A, 328 B y 328 C) 8 piezas

1670 Residencia de Rodrigo Flores de Aldana, Gobernador de la provincia de Yucatán, por Frutos Delgado, oidor de la Audiencia de México. Causa criminal que fulminó Frutos Delgado contra el Gobernador Flores de Aldana y Manuel Martínez de Montealegre, su teniente. Fenecida en 1672. (7º legajo) 4 piezas

1670 Residencia de Rodrigo Flores de Aldana, Gobernador de la provincia de Yucatán, por Frutos Delgado, oidor de la Audiencia de México. Causa criminal que fulminó Frutos Delgado contra el gobernador Flores de Aldana y Manuel Martínez de Montealegre, su teniente. Fenecida en 1672. (6º legajo) 6 piezas

1670 Residencia de Rodrigo Flores de Aldana, Gobernador de la provincia de Yucatán, por Frutos Delgado, oidor de la Audiencia de México. Causa criminal que fulminó Frutos Delgado contra el Gobernador Flores de Aldana y Manuel Martínez de Montealegre, su teniente. Fenecida en 1672. (5º legajo) 7 piezas

1663 Campeche
Carta de Manuel Martínez de Montealegre, Teniente Gobernador de Yucatán.

1666 Merida de Yucatan

Carta de Manuel Martínez de Montealegre, Teniente Gobernador de Yucatán.

1665 Merida de Yucatan

Carta de Manuel Martínez de Montealegre, Teniente Gobernador de Yucatán.

1680  Manuel Martínez de Montealegre, alcalde mayor de Córdoba, contra Mateo Muñoz y otros sobre desacato a la autoridad.

Lucas Martinez de Montealegre:

Hermano de Manuel obtuvo el bastón de capitán para el puerto de Silán. Estos capitanes a guerra respaldaban con su autoridad los repartimentos que había distribuido por orden del gobernador los jueces.

Las insignias de capitán de guerra se daban bajo el pretexto de que era necesario para la guarda de lso puertos, cuando en realidad lo único que hacían era servir los intereses del gobernador, obligando a los indios a aceptar los gravoso repartimentos de los jueces bajo el presión de su autoridad como capitanes de guerra (Homenaje al Dr Muro Orejon Volumen 1, Facultad de Filosofía y Letras- Universidad de Sevilla

POESÍA: EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ Y SU INFANTE

                                            Torre del Castillo


Se abre la larga calle
entre blancas fachadas
y un cielo entristecido
que rodea a la torre del castillo
como si se viniera a acabar el mundo
en el lugar justo
donde la gran mole defensiva
se alza sobre el resto de viviendas
como queriéndoles decir
¡aquí estoy yo,
por si hace falta de mi concurso!

Hombres versados
en el arte de la guerra
pusieron piedra tras piedra
en esos elevados muros y defensas
de un castillo
que permanece dormido
desde los lejanos días
en que las guerras dieron paso a la paz
y las picas, espadas y mazas de los soldados
a las hoces afiladas de los campesinos.

Ser señor y culto escritor
de esas tierras y de ese castillo
en las tierras de Montearagón
y vivir siempre a la espera
de poder ser Rey por un día.

Ser señor
de combativas huestes
y fieles servidores
que por ti morían
con tal de crear un estado
dentro del corazón de Castilla.

Ser señor y poder decir
que de tus días por estas tierras
y amor por la cetrería
están estas tierras impregnadas
de hermosas palabras por ti escritas

Autor: José Vte. Navarro Rubio

EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ Y FRAY GREGORIO DE ALARCÓN

Hoy vamos a hablar de Fray Gregorio de Alarcón, nacido en el Castillo de Garcimuñoz el 12 de septiembre de 1576. Según se recoge en el libro de Juan José Vallejo Penedo, OSA, "Tornaviaje, El episcopado agustiniano en Hispanoamerica y Filipinas (1533-1821).  Profesó fray Gregorio en el convento de  recoletos de Salamanca, fue Provincial en su congregación y fue presentado para la diócesis de Nueva Caceres (Filipinas) pero antes de ser nombrado en Roma se le presentó  para Santiago de Cuba, siendo nombrado obispo el 29 de abril de 1624. Se consagró en Madrid en el convento de los recoletos poco después, siendo el obispo consagrante Fr. Juan Bravo  de laguna, OSA, obispo de Ugento (Italia). Se embarcó en Cadiz en el mes de julio de 1624 pero falleció en agosto, durante la travesía, cunado se encontraba a la altura de la isla de Saona, cerca de Santo Domingo . Su cadaver fue arrojado al mar.

El hecho de su muerte trágica fue considerado por algún cronista perverso miembro de la Recolección como un castigo divino por haber aceptado el nombramiento cuando su congregación tiene prohibido asumir dignidades y prelacías.

Sobre el viaje a Roma en la página oficial de los Agustinos Recoletos. Provincia de San Nicolás de Tolentino, se recoge lo siguiente:

Aquellos “trece de la fama”, plantados ante el Papa

23-01-2010

El 23 de enero de 1610, el papa Paulo V promulga un documento por el que anula la supresión de los agustinos recoletos, que había decretado poco antes. Se debió sobre todo a la presión ejercida por Gregorio de Alarcón y otros 12 recoletos, desplazados a Roma.

Se cumplen hoy, 23 de enero, 400 años del breve Aliquam postquam. En virtud de este documento, el papa Paulo V revocaba otro suyo por el que suprimía la Recolección agustiniana, cuando ésta no había cumplido siquiera un cuarto de siglo. Posiblemente no ha habido en toda la historia de la Orden un momento tan crítico y providencial como éste. Y pocos recoletos han hecho gala de tanta humildad, decisión y amor al hábito como Gregorio Alarcón de Santa Catalina.

La manifestación que duró más de un año

Con el breve del 23 de enero de 1610 culminaba un espectáculo que hubo de tener
admirada a la ciudad de Roma durante muchos meses: el de trece frailes agustinos recoletos, de pies descalzos y aspecto venerable, que esperaban ser recibidos en audiencia por el papa Paulo V. Habían venido caminando desde España y eran el centro de atención, no sólo de curiosos y visitantes, sino también del embajador español y de todos los círculos diplomáticos.


Podemos imaginarnos a
aquel pelotón de religiosos, de hábito negro y humilde continente, plantados en los alrededores de la plaza de San Pedro y haciendo allí, en público, su vida conventual (rezos, ceremonias y comidas), mientras esperaban la audiencia. No mostraban pancartas, de seguro, ni hacían declaraciones; simplemente esperaban. Pero su presencia ya era una medida de presión, que terminaría surtiendo los efectos apetecidos.


Antes de las navidades de 1609, probablemente, y
tras casi un año de acampada en Roma, el grupo de frailes recoletos es admitido ante el Santo Padre, a la sazón Paulo V, de la poderosa familia Borghese. Todos cumplen el ceremonial entonces de rigor: hacen ante él las tres genuflexiones y le besan el pie. En nombre de todos habla Gregorio Alarcón de Santa Catalina, provincial. Sus palabras iniciales son de impacto, tomadas de las Lamentaciones del profeta Jeremías: Recuerda, Señor, lo que nos ha ocurrido. Míranos, y ve cómo nos ofenden (5, 1). Luego continúa exponiendo su situación con vigor, brevedad y abundancia de razones. Termina llorando él, lo mismo que todos sus hermanos.

El Papa está enternecido, pero no por ello deja de pedirle cuentas a fray Gregorio. A sus oídos han llegado voces que
lo acusan de ser un ambicioso. Alarcón no se defiende; responde, simplemente, con el gesto de humildad tradicional en los conventos: se postra y besa el suelo, sin decir palabra. El Pontífice le pide una explicación. El fraile se limita a mostrarle el hábito áspero que viste, así como sus brazos y pies, llagados del camino. Añade que, de ser ambicioso, se habría servido de sus cargos para vivir regaladamente. La respuesta es del agrado del Papa, que imparte su bendición sobre el grupo. El breve tan ansiado no tardará en concederse.


¿Qué había ocurrido para llegarse a una situación tan extrema? Hubo de ser algo de suma gravedad. El núcleo del problema tiene que ver con personas concretas, aunque hay todo un mar de fondo que desencadena la crisis.

Acuerdo preelectoral

Los hechos escuetos son contundentes y graves. La rivalidad existente entre los dos
líderes de la Recolección, Alarcón y Juan de Vera, desemboca en un acuerdo que atenta contra el régimen representativo propio de una comunidad religiosa. Según dicho acuerdo, en un primer trienio Vera sería elegido Provincial y Alarcón prior del convento de la ciudad capital; y al trienio siguiente se trocarían los puestos. Así se hace en el Capítulo de 1605, en el que Juan de Vera sale elegido Provincial y Gregorio de Alarcón es el prior de Valladolid, la ciudad donde reside la corte de Felipe III.


Pero ocurre que, al año siguiente,
la corte es trasladada a Madrid, y Alarcón hace valer sus derechos. De acuerdo con el provincial, hace elegir para Madrid un prior que debería canjear de inmediato su priorato por el de Valladolid. Y así se hace.


Las cosas no quedan ahí, sino que se llega incluso al
enfrentamiento abierto entre los dos protagonistas. Estamos a comienzos de octubre de 1607 y Juan de Vera realiza la visita oficial al convento de Madrid. A juicio de Alarcón, la inspección dura demasiado, y así lo manifiesta públicamente, cosa que inquieta y siembra la discordia en la comunidad, hasta el punto de obligar a intervenir al Nuncio. Vera es amonestado pero, a su vez, él suspende a Alarcón de su oficio de prior y lo destierra de Madrid durante seis años.
 

Llega finalmente el
Capítulo, en abril de 1608. A la hora de los nombramientos, resulta elegido Gregorio de Alarcón. El presidente, delegado del Nuncio, se niega a confirmar la elección y pide se elija a otro candidato. Hay nueva elección y Alarcón es elegido de nuevo.


A raíz de esto, el escándalo se hace público y Vera confiesa al Nuncio la componenda. El Nuncio la comunica a Roma y se desencadena un
conjunto de presiones que culminará en el breve del 16 de julio de 1608, por el cual los agustinos recoletos son incorporados a todos los efectos a la Orden de San Agustín, de la que habían nacido. Los 23 conventos que la Recolección cuenta en Castilla, Aragón y Filipinas, quedan desligados entre sí y sujetos a la autoridad de los agustinos.

Mar de fondo

Puede sorprender que este incidente de alcance personal desencadenara una decisión tan grave en Roma. Pero hay que tener en cuenta que no se trata sólo de un asunto eclesiástico. La reforma de los agustinos recoletos, como tantas otras de este tiempo, obedece a la voluntad decidida del
rey Felipe II; es una de sus líneas políticas. Ya estaba claro en 1588, cuando la reforma se lleva a cabo. Y, por si quedaran dudas, el Rey Prudente lo remarca cuatro años más tarde, cuando el provincial agustino Gabriel de Goldáraz comete la ligereza de obligar a sus recoletos a calzarse. Éstos presentan un memorial al rey y él prohibe a Goldáraz innovar nada, porque la Recolección –dice ha surgido “por determinación de mi real voluntad”. El hijo de Felipe II, Felipe III, continuará la misma política de apoyo a las órdenes reformadas.

No es de extrañar, pues, que en todo este asunto intervengan funcionarios, ministros y embajadores, igual que el General agustino de Roma, el Nuncio y los altos representantes de la Curia pontificia. Todos, de una u otra forma, influidos por el
clima de tensión que caracterizan la relación entre las dos ramas, de agustinos y agustinos recoletos.


Un ambiente de tensión que siempre había existido –desde que surgen la primeras comunidades recoletas, a partir de 1589- y que se va haciendo más denso a medida que éstas aumentan en número e incrementan su autonomía. Ciertamente, el acuerdo entre Alarcón y Vera tiene connotaciones personales y egoístas, pero también representa el
intento de los dos líderes recoletos por aglutinar el grupo de sus hermanos de hábito, que se siente amenazado por las pretensiones de los agustinos.


En fin, cabría preguntarse si el estado de las comunidades recoletas justificaba una decisión tan radical. Y no parece que fuera así, a juicio de los historiadores. El común de los frailes llevaba una
vida de plena observancia, bien ajenos a las tramas y ambiciones de unos pocos. Eso es lo que Gregorio de Alarcón hace valer ante Paulo V.

Relacionado también con su vida Gil Gonzalez Davila, recoge en el tomo I de la obra "Teatro eclesiástico de la primitiva iglesia de las Indias Occidentales...", que tuvo por patria Fray Gregorio al Castillo de Garcimuñoz y fueron sus padres el licenciado Avila y Elvira de Alarcón. Fue religioso de San Agustín y tomo hábito en el convento de Salamanca el 22 de septiembre de 1576. Fue de los primeros religiosos que tuvo la descalcez de esta orden y Provincial en ella. Fue a Roma a cosas de su religión a pie en el año 1612, electo obispo de Caceres en Filipinas y Obispo de Cuba. Consagrole en el convento de los Recoletos Agustinos de Madrid D. Juan Bravo de laguna, obispo de Urgento, religioso agustino. Partió a su obispado a pie descalzo y el Consejo de las Indias le mandó fuese con la decencia que pide la dignidad. Embarcose y murió en el mar, donde fue sepultado. Celebra su memoria en su alfabeto agustiniano el reverendísimo P.F. Tomas de Herrera pag 305. Col. 1 y 2

Otra bibliografia:

Patritium Gauchat, OMconv. Hierarchia Catholica medii et recentioris aevi vol. IV Monasterii 1935 p. 206

Vidal Guitarte Izquierdo: Episcopologio Español 1500-1600. Españoles obispos en España, América, Filipinas y otros paises. Roma 1944 nº 923 

Autor: José Vte. Navarro Rubio

miércoles, 2 de noviembre de 2011

EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ Y FRAY JERONIMO SERIPANDO

                                         Seripando 01.JPG

Fray Jeronimo Seripando (1493-1563) nacido en Napoles, Seripando, fue orador, teólogo, reformador católico (Pio IV lo envió a Trento como legado de la Santa Sede). Su relación con el Castillo de Garcimuñoz y con el convento de agustinos tuvo que ser como consecuencia de su incorporación en el año 1541 al capitulo celebrado en Dueñas, Valladoli. A partir de ese momento los agustinos dedicarían dentro de su orden  una mayor  dedicación al estudio y observancia personal. Entre otros mantuvo Seripando correpondencia con Santo Tomas de Villanueva y con Garcilarso de la Vega

En el libro "Exposición dellibro de Job, volumen 1, de Luís de León y Javier Sanjose, viene recogido que fue decisivo para la reforma de la orientación de la orden la presencia en España del general de los Agustinos.


José Vte Navarro Rubio

martes, 1 de noviembre de 2011

CASTILLO DE GARCIMUÑOZ: ESTUDIANTES SIGLOS XVIII-XIX Y PRINCIPIOS DEL XX

 Relación de alumnos del castillo de Garcimuñoz siglos XVIII-XIX y principios del XX:

Alcalde, Joaquín:  alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Año 1923

Bausa Alcalde, José: alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Año 1926

Buendía Muñoz, Lorenzo: alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad Central: 1887

Bausa Alcalde, Rafael: alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Año 1926

Carrión Torrijos, Albino: alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central: 1926

Muñoz Marquina, Basilio: alumno de la Facultad de Farmacia de la Universidad Central: 1868

Muñoz Perona, Dominico: alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad: 1916

Pérez Guijarro, Álvaro: alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central: 1894

Pérez Guijarro, Amó: alumno de la Facultad de Farmacia de la Universidad Central: 1894

Nuñez cabañero, Manuel: alumno del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos: 1830  

José Joaquín Pobeda Ortega-Carrillo Soria y Alfaro-Moreno :Academia de San José de la Universidad de Alcalá: 1765

Autor: Jose Vte. navarro Rubio
                                   


                                    

POESÍA: EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ Y SUS LLANOS

Ver los llanos
extenderse a lo lejos
y divisar el lugar
donde el monumento indica
que por allí
cayó herido de muerte D. Jorge Manrique
y subir sin cruz a cuestas
pero con muchas fatigas
ese elevado camino
que nos lleva
hasta el viejo hospital del Castillo
y volver a retomar nueva senda
bordeando todo el perímetro
de tan augusto histórico conjunto
para terminar por entrar
en los viejos portalones
en los que columnas renancentistas
continúan haciendo con sumo gusto
de esbeltas centinelas perennes
como si no hubieran pasado los días
y estuviéramos en otros siglos.

Blanco resplandor
el de algunas paredes
ciegan la vista
y nos muestran su inocencia pura
aunque certero es
que bajo esas capas de cal muerta
se esconden retazos de muchas vidas
de castilleros y castilleras orgullosos de su signo
tal y como vienen a decirnos
los tan insignes escudos
de sus nobles casas solariegas


Autor: José Vte. Navarro Rubio

POESIA: ESTAR A LA VERA DEL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ

                                                 







Estar a la vera del castillo
y saber que estás protegido
por ese algo misterioso
que envuelve el lugar
y nos hace creer
que todavía hoy en día
se abre el viejo portalón
para dejar entrar dentro de su recinto
a los recios caballeros
y abigarradas huestes
que buscan su protección
cuando ya el sol
cayendo entre los chaparros
anuncia misteriosas noches
de inviernos largos y fríos.

Comprobar las almenas vacías
y entender
que la muerte acecha al lugar
en forma de camposanto
enclavado allí donde la chusma y soldadería
preparaba sus armas
para el duro combate
contra todo tipo de enemigos.

Ver las heridas abiertas
en ese cuerpo robusto
que da nombre al lugar
y se muestra orgulloso
a todas las horas del día
como si fuera un extraño fenómeno de la naturaleza
y asombrarse uno
ante la contemplación de tanta tecnología
en medio de piedras tremendamente toscas
y en declarada ruina.

¡Tiempo al tiempo
Castillo de Garcimuñoz!
de todos los castillos mi preferido
y quiera el destino
que a sabiendas de que eres castillo
te muestres recio y noble
ante los visitantes taciturnos,
curiosos, turistas y vagabundos
que llegan hasta el lugar
para sacar unas fotografías,
saborear agua de sus fuentes
y poder decir estuve allí
donde fue herido de muerte Jorge Manrique.
autor de las coplas
por la muerte de su padre.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: CASTILLO DE GARCIMUÑOZ DONDE EL SILENCIO DUERME EN LA RAMA DE LOS ÁRBOLES

Pasear por el Castillo de Garcimuñoz
a esas horas en que el camposanto se ve visitado
por vecinos que llegan hasta sus puertas
para colocar ramos de flores sobre las tumbas
de sus seres más queridos
y andar por sus calles señoriales
por las que un día paseó un gran señor
a lomos de un brioso caballo
rodeado de una corte de súbditos
que a toque de trompetas
despejaban la entrada al castillo
y anunciaban que ya caído el día
regresaba el infante culto hasta su palacio
para dar buena cuenta de esos manjares exquisitos
y de aquellos vinos copiosos
capaces de nublar la vista
hasta del más pintado de los mortales.

Llegar a la vera del convento de agustinos
y ver como de su altiva presencia
quedan restos y más restos esparcidos
a lo largo y ancho de un gran perímetro
en cuyo espacio interior sobresalen
las ramas juguetonas de viejos árboles
que por allí crecieron a la espera de volver a escuchar
cánticos espirituales
donde ahora reinan silencios
y trinos de pequeñas aves
que vuelan desconsoladas a la búsqueda de sus nidos.

Dejarse llevar por la marea
de unos silencios dignos
y buscar entre tantos silencios
explicación alguna
que nos indique el por qué
estos pueblos de tanta arraigo y solera
han quedado convertidos
en abandonados lugares
de una geografía manchega
tan escasamente protegida
como si no hubiera existido.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ: HECHICERIA Y SUPERSTICION

En el libro de Juan Blazquez Miquel, Hechiceria y superstición en Castilla la Mancha", se recogen una serie de casos que tienen que ver con el Castillo de Garcimuñoz:

El primer caso está relacionado con Catalina Morena, hechicera morisca, que vivía en el Castillo de Garcimuñoz y con una intervención suya en un acto de hechiceria. Parece ser que había un morisco Pedro de Patiña que para impedir el matrimonio de su hija, tomó un gallo y le metio un asador po el trasero, sacándoselo por la cabeza. Luego lió al novio con unos corales por todo el cuerpo y de esta forma evitó la boda, pues el joven quedó ligado. Para dar mayor fuerza al hechizo ocultó en una pared una figura de cera, que representaba al novio, a la cual clavó un alfiler en su sexo.

El segundo caso ocurrió hacia el siglo XVI. Sería para el año 1588, cuando Francisco de Torralba, vecino del Castillo de Garcimuñoz, es procesado acusado de astrólogo. Por su declaración sabemos que tan sólo en esa localidad había en esos momentos otros tres personajes dedicados a esos menesteres: Diego de Carrillo de Alarcón, Diego de Cabrera y el más importante, Gaspar Cavallón, quien había aprendido astrología en Valencia. con el famoso maestro Antonio Juan Ripolles. Todos ellos se dedicaban a levantar cartas astrales y eran continuamente solicitados sus servicios de todos los lugares de los alrededores.

Paisano del anterior y mucho más famoso, fue Eugenio Torralba. Hombre de gran inteligencia y no menos fantasía. Estudiante de medicina  y filosofía en Roma. Allí trabó amistad con un dominico, aficionado a las artes ocultas, que tenía un espíritu a buen servicio, llamado Zequiel, que regaló a Torralba. Este se le apareció en forma de arrogante joven, vestido de negro y rojo y se puso a su incondicional servicio. Le enseñó secretos con los cuales Torralba hizo portentosas curaciones; le reveló secretos de estado etc.

También le permitió viajar rapidamente a grandes distancias para lo cual utilizaba una caña y una nuve de fuego.

Así llegó a ser médico de la reina viuda de Portugal, Doña Leonor. En una noche fue y vino a Roma, donde asistió al famoso saqueo de la ciudad por las tropas imperiales.

El tribunal del santo Oficio de Cuenca le detuvo, acusándole de nigromancia, en 1528. Fue, sin embargo, tratado benignamente tan solo a unos años de cárcel, aunque fue indultado a los cuatro años, volviéndose a ejercer la medicina y llegando a ser nada menos que médico de Don fadrique Enríquez, Almirante de Castilla.

Viene a decir de Torralba Marcelino Menéndez y Pelayo, en su 'Historia de los heterodoxos españoles' ( apartado 'Principales procesos de hechicería. – Nigromantes sabios: El Dr. Torralba'), lo siguiente:

«La magia docta del siglo XVI, la que se alimentaba con los recuerdes de la teurgia neoplatónica y crecía el calor de los descubrimientos de las ciencias naturales, adelantándose audazmente a ellas entre vislumbres, tanteos y experiencias; mezcla informe de cábala judaica, supersticiones orientales, resabios de [263] paganismo, pedanterías escolares, secretos alquímicos y embrollo y farándula de charlatanes de plazuela; la ciencia de los Paracelsos, Agripas y Cardanos apenas tuvo secuaces en España. Recórrase la dilatada y gloriosa serie de nuestros médicos, desde Valverde, uno de los padres de la anatomía, juntamente con Vesalio, hasta el Divino Vallés y Mercado y Laguna, y apenas se encontrará rastro de ese espíritu inquieto, aventurero y teósofo. El espíritu de observación predominaba siempre entre nuestros naturalistas, y a él deben su valor las obras de los Acostas, Hernández y García de Orta. Lejos de nosotros siempre esa interpretación simbólica de la naturaleza, esa especie de panteísmo naturalista que solía turbar la mente de los sabios del Norte, moviéndolos a escudriñar en la materia ocultos misterios y poderes y a ponerse en comunicación directa o mediata con los espíritus animadores de lo creado. Sólo de un hombre de ciencia español tengo noticia que pueda ser calificado plenamente de nigromante docto a la vez que de escéptico y cuasi materialista. Llamábase el Dr. Eugenio Torralba y era natural de Cuenca, como tantos otros personajes de esta historia. Su nombre, y la más singular de sus visiones de nadie son desconocidos gracias a aquellas palabras de Don Quijote subido en Clavileño: «Acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire, caballero en una caña, cerrados los ojos, y en doce horas llegó a Roma y se apeó en Torre de Nona... y vio todo el fracaso, asalto y muerte de Borbón, y por la mañana estaba de vuelta en Madrid ya, donde dio cuenta de todo lo que había visto; el cual asimismo dijo que cuando iba por el aire le mandó el diablo que abriese los ojos y los abrió, y se vio tan cerca, a su parecer, del cuerpo de la luna, que la pudiera asir por la mano, y que no osó mirar a la tierra por no desvanecerse». Torralba había ido a Italia muy mozo, de paje del obispo Volterra, después cardenal Soderini, y en Roma había estudiado filosofía y medicina, contagiándose de las opiniones de Pomponazzi acerca de la mortalidad del alma, y cayendo, por fin, en un estado de absoluta incredulidad, a lo cual contribuyó su trato con un renegado judío, llamado Alfonso, como Uriel da Costa y otros de su raza, había parado en el deísmo y en la ley natural. Otro de los amigos de Torralba en Roma allá por los años de 1501 era un fraile dominico dado a las ciencias ocultas, que tenía a su servicio, pero sin pacto ni concierto alguno, a un espíritu bueno, dicho Zequiel gran sabedor de las cosas ocultas, que revelaba o no a sus amigos según le venía en talante. El fraile, que estaba agradecido a Torralba por sus servicios médicos, no encontró modo mejor de pagarle que poner a su disposición a Zequiel. Este se apareció al doctor, como Mefistófeles a Fausto, en forma de joven gallardo y blanco de color, vestido de rojo y negro, [264] y le dijo:»Yo seré tu servidor mientras viva». Desde entonces le visitaba con frecuencia y le hablaba en latín o en italiano, y como espíritu de bien, jamás le aconsejaba cosa contra la fe cristiana ni la moral (2097); antes le acompañaba a misa y le reprendía mucho todos sus pecados y su avaricia profesional. Le enseñaba los secretos de hierbas, plantas y animales, con los cuales alcanzó Torralba portentosas curaciones; le traía dinero cuando se encontraba apurado de recursos; le revelaba de antemano los secretos políticos y de Estado, y así supo nuestro doctor antes que aconteciera, y se los anunció al cardenal Cisneros, la muerte de D. García de Toledo en los Gelves y la de Fernando el Católico y el encumbramiento del mismo Cisneros a la Regencia y la guerra de las comunidades. El cardenal entró en deseos de conocer a Zequiel, que tales cosas predecía; pero como era espíritu tan libre y voluntarioso, Torralba no pudo conseguir de él que se presentase a Fr. Francisco. Prolijo y no muy entretenido fuera contar todos los servicios que hizo Zequiel a Torralba, sin desampararle aun despues de su vuelta a España en 1519. Para hacerle invulnerable le regaló un anillo con cabeza de etíope y un diamante labrado en Viernes Santo con sangre de macho cabrío. Los viajes le inquietaban poco, porque Zequiel había resuelto el problema de la navegación aérea en una caña y en una nube de fuego, y así llevó a Torralba en 1520 desde Valladolid a Roma, con grande estupor del cardenal Volterra y otros amigos, que se empeñaron en que el doctor les cediese aquel tesoro; pero en vano, porque Zequiel no consintió en dejar a su señor. En 1525, y a pesar de tan absurda y extravagante vida, Torralba llegó a ser médico de la reina viuda de Portugal, doña Leonor, y con ayuda de Zequiel hizo maravillas. Acortémoslas para llegar a la situación capital eternizada por Cervantes. Sabedor Torralba, por las revelaciones de su espíritu, de que el día 6 de mayo de 1572 iba a ser saqueada Roma por los imperiales, le pidió la noche antes que le llevase al sitio de la catástrofe para presenciarla a su gusto. Salieron de Valladolid en punto de las once, y cuando estaban a orillas del Pisuerga, Zequiel hizo montar a nuestro médico en un palo muy recio y ñudoso, le encargó que cerrase los ojos y que no tuviera miedo, le envolvió en una niebla oscurísima y, después de una caminata fatigosa, en que el doctor, más muerto que vivo, unas veces creyó que se ahogaba y otras que se quemaba, remanecieron en Torre de Nona y vieron la muerte de Borbón y todos los horrores del saco. A las dos o tres horas estaban de vuelta en Valladolid, donde Torralba, ya rematadamente loco, empezó a contar todo lo que había visto. Con esto se despertaron sospechas de brujería contra él, y le delató a la Inquisición su propio amigo D. Diego de Zúñiga, [265] que ni siquiera agradecía a Torralba el haberle sacado adelante en sus empresas de tahúr. Y como, por otra parte, el médico, lejos de ocultar sus nigromancias, hacía público alarde de ellas, no fue difícil encontrar testigos. La Inquisición de Cuenca mandó prenderle en 1528, y Torralba estuvo pertinacísimo en afirmar que tenía a Zequiel por familiar, pero que Zequiel era espíritu bueno y que jamás él le había empeñado su alma. Aún en las angustias del tormento, se empeñó en decir que todavía le visitaba en su prisión. El pacto lo negó siempre; pero la cuestión vino a complicarse con motivo de ciertas declaraciones acerca del materialismo y escepticismo del doctor. El cual, en suma, fue tratado con la benignidad que su manifiesta locura merecía, sentenciándosele en 6 de marzo de 1531 a sambenito y algunos años de cárcel, a arbitrio del inquisidor general, con promesa de no volver a llamar a Zequiel ni oírle. Don Alonso Manrique, cuya dulzura de condición es bien sabida, le indultó de la penitencia a los cuatro años, y Torralba volvió a ser médico del almirante de Castilla D. Fadrique Enríquez (2098).»
El total de procesos supersticiosos en el Castillo de Garcimuñoz fueron 4. En localidades próximas al Castillo de Garcimuñoz se dieron los siguientes casos: 2 en Alarcón, 1 en la Alberca, 17 en Belmonte, 2 en el cañavate, 2 en las Pedroñeras, 38 en San Clemente, 1 en Torrubia,  1 en Valverde del Júcar, 4 en Vara del Rey, 1 en Villargordo del Júcar y 2 en Santa María del campo Rus.

José Vicente Navarro Rubio

lunes, 31 de octubre de 2011

POESÍA: VOLVER AL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ

                                           

Volver al Castillo de Garcimuñoz
en esos días y en esas horas,
víspera de Todos los Santos del 2011,
en que la tarde comienza a decaer
y pasear por sus calles
y disfrutar de toda aquella grandeza
de lo que todavía queda y se puede ver
y comprobar que la gente es la de siempre
hospitalaria, sencilla y honesta
y saborear entre tanta piedra noble
y silencios atrayentes
que hay otro mundo más real y sencillo
con tan solo extender la mano
y llegar hasta esos lugares de nuestra geografía
tan tranquilos y ajenos
a los ajetreos de la vida moderna.

Entre fotografía y más fotografías
de fachadas, calles y casas solariegas
poco cuesta confundirse con el ambiente reinante
de este lugar de la Mancha tan quijotesco
y sentir la leve caricia del frío
entorno a nuestro cuerpo
mientras la caída del sol se hace eminente
y los niños que jugaban en el parque de la iglesia
se disponen a abandonar el lugar
camino de sus casas o de otros lugares
donde continuar con sus inocentes juegos.

Viene, así es la vida, cruel desatino,
 el momento de la partida
y como no podía ser de otra forma
se hace imprescindible volver la vista atrás
y cerciorarse que a pesar del gran andamiaje
que se ha montado entorno al castillo
este seguirá viviendo
porque su piedra es firme
como las palmas callosas de las manos
de esos hombres que araban las tierras de sol a sol
y como la vida austera y digna
de esas mujeres que se hacían viejas
esperando, siempre esperando,
que no faltara ni el pan ni la salud
en el seno del hogar familiar.

Alejarse del Castillo
cuando ya la noche se avecina
y la incipiente oscuridad
nos hace ver gigantes
allí donde hasta hace poco se veía
una inmensa grua desafiar el espacio
por encima de los grandes torreones
de ese castillo durmiente.


Autor: José Vicente Navarro Rubio

domingo, 30 de octubre de 2011

EL ADOBO DE ACEITUNAS EN EL SIGLO XIV Y XV SEGÚN AGBRIEL ALONSO DE HERRERA

Vamos hablar del adobo de las aceitunas en el siglo XV-XVI y que mejor  que la figura de Gabriel Alonso de Herrera, autor del libro más popular de Agricultura, en nuestro país, nacido entre los años 1470 a 1480 en Talavera de la Reina, provincia de Toledo. Su padre fue el inteligente agricultor Lope Alonso de Herrera, también talaverano. No se sabe, pues, a punto fijo el año y fecha de su nacimiento como se ignoran también los mismos datos que a su muerte atañen, y sólo podemos afirmar que falleció después del año 1539.
     
Estudió en la histórica ciudad de Granada. Fue capellán del ilustre Cardenal y Arzobispo de Toledo Fray F. Ximénez de Cisneros, y beneficiado de la parroquia de San Miguel en su ciudad natal.

Desde el año 1500 al 1512 viajó recorriendo muchas regiones españolas y visitó también Italia, Francia y Alemania.

Consta en documentos fidedignos de 1503 y 1528 que en las inmediaciones de Granada y Guadix aprendía y practicaba los conocimientos que le enseñaran los españoles árabes y que en fincas próximas a ambas ciudades, plantó árboles frutales y plantas de huerta, ascendiendo pronto su saber en Arboricultura y Horticultura al de muchos de los moriscos que le habían enseñado.

Después de impresa la primera edición de su obra, efectuó otros viajes que le permitieron hacer notables adiciones a su anterior publicación.

El eminentísimo Cisneros, que tantas iniciativas tuvo para el logro del engrandecimiento de España, comprendió que las bases principales de la prosperidad en un país como el nuestro, debieran ser y han sido siempre, la Agricultura y la Zootecnia.

Es verdad que existían ediciones latinas de la obra de Columela y manuscritos españoles arábigos de eximios escritores, pero precisaba un compilador que reuniese los elementos esparcidos y los pusiese en lengua castellana para que, penetrando en todos los ámbitos de la nación, se difundiesen los problemas agrícolas y sus importantísimas soluciones.

Cisneros encargó a su erudito capellán G. Alonso de Herrera que hiciese esta obra. Costeada por el insigne Cardenal, se publicó la primera edición en Alcalá de Henares y a sus expensas se repartieron gratuitamente ejemplares, en todos los pueblos, villas y ciudades de su Arzobispado, y conste que el libro de Herrera no era una cartillita barata, de esas que nadie conserva después de mal leídas una vez, un librejuelo dotado de menos ideas aún que de páginas; la obra de Agricultura del sabio sacerdote geopónico, es un tomo en folio de 354 páginas; en ella se contiene detalladamente todo aquello que diariamente el agricultor debe practicar y los ideales que debe perseguir, y por eso este gran libro se conservaba y era herencia en las familias.

Sobre el adobo de aceitunas cuando no se conocían otros medios:

1º Tomen las acetunas cuando están bien verdes antes que haga señal de rayar para pararse  prietas, y son mejor cogidas a mano porque no van maguladas y téngalas a mojar diez o doce días en agua clara y es mejor del río y tomen agua del río muy reposada y a veinte azumbres ecen un celemín de muy buena sal blanca si la hay y muy enxuta, y si  es tostada en el fuego es muy mejor y échenlo en una tinajuela a dornillo de barro o madera y tanto lo traigan alderredor con un cucharón hasta que la sal esté muy dehecha y que echando un huevo entero encima nade y si se fuere al hondo  sánquele con un cucharon no metan la mano dentro y tórnenle a traer y menear y siempre a una  mano, hasta que el huevo no se vaya a lo hondo, y laven bien las acetunas y échenlas en aquella salmuera en una tinajuela y echen allí limas cortadas bien menudas y expriman allí acedo de ellas  y hojas de laurel y de cidro o naranjo o de limones y ramos de aarrayan y hojas de oliva o de acebuche y unos granos de anís y hinojo, este es el mejor adobe, y que tanto vale el caldo como cuasi las aceitunas, y por falta de limas puede echar ben vinagre blanco, y al sacar no metan la mano que resciben muy mal sabor, mayormente con mano de la mujer.

2º Las acetunas verdes se hacen presto dulces échandoles agua hirviendo encima, empero no son de mucha tura y al comer échenles orégano encima.

3º Otra manera de adobar es quebrantar el acetuna livianamente como el cuesco no se quiebre y echarles agua mudándoles el agua cada semana, y al tiempo de comer lavarlas  bien de su agua  y echarles su adobo de orégano y sal y lima o naranja, otros que nos las quebrantan las hieren o punzan o es mejor con un cuchillo de caña que de yerro, porque no tome sabor de la herrimbre. Para de presto dice Columela este adobo, cojan las acetunas verdes en tiempo de la vendimia y quebrantándolas un poco y ténganlas en agua bien callente y exprímanlas del agua y échenles simiente de hinojo y anís y ramillos de lentisco en lugar de su simiente y sal cocida  y bien mollida y con todo esto bien revuelto las echen en unas grandes ollas  y échenle encima mosto fresco bien colado y porque no naden pongales encima un buen manojo de hinojo verde para que las tenga abaxo,  y al tercer día estarán para comer.

José Vicente Navarro Rubio

A UN BUEN ABOGADO: SAN NICOLAS DE TOLENTINO

                                             [San Nicolás de Tolentino, abogado de las almas del purgatorio]

El otro día hice un artículo sobre el Castillo de Garcimuñoz y uno de sus varones ilustres San Nicolas de Tolentino, que nada tiene que ver con el otro San Nicolas del cual ofrezco aquí una imagen. Al parecer la iglesia dice de este santo que es el abogado de las almas del purgatorio.

Como curiosidad, solo como curiosidad, no me va en ello otro motivo, les dejo, en estos días de tantos recuerdos para nuestros muertos, con una oración a este santo:


                           ORACIÓN A SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén

 

José Vicente Navarro Rubio
                                                     

Pared sobre pared
quedan a la vista
lienzos y estructuras
de otros días
en que  sobre tan santo lugar
los misales se leían
y los frailes recitaban el “libellus”
como norma de vida.

Ya solo ruinas
los silencios saltan a la vista
y cuando miras
te queda una cierta melancolía
pues aunque las piedras
sobre el lugar continúan
todo los demás belleza y armonía
se las llevó un día
una pesada calina.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: EL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ Y UN CIPRES FIEL A SU DESTINO

                                     

Si pensara el abeto diría
se me escapa la vida,
es por ello que se va
a la búsqueda imperiosa
del espacio celestial
que se vislumbra por encima
de las paredes derruidas,
y utiliza para ello su talle
que va más allá
de donde la piedra le sirve de guía
y lo hace a sabiendas,
no le asaltan dudas,
de que su estimable altura
no será impedimento
para que algún día
lo que hoy es materia viva
mañana sea una laguna
en la memoria del tiempo.

Vino a nacer el ciprés
allí donde no hay vida
y sin saber el porqué
su destino es ser
en los caminos y vías Augustas
figura decorativa
y centinela altivo en los paseos
por donde desfilan
los cortejos fúnebres
camino de su morada definitiva.

Autor: José Vicente Navarro Rubio


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