Donde la luz llegara
poder plantar un árbol,
escribir una poesía y recitar un verso.
No hay lugar predeterminado
donde echar las raíces
ni cielo cargado de tinta azul
con lo cual poder decir
este es mi firmamento.
Aun los días encierran misterios
que se come la noche
a esas horas en que le viene en gana
y de esta forma tan simple
damos vueltas y más vueltas
entorno a los mismos orígenes iniciertos.
Brota la luz
allí donde alguien tuvo la idea
de que una lamparilla
señalara los momentos que separan
el reino de los vivos
del otro reino llamado de los muertos.
Tiritan las ideas
en el casco cubierto de pelo
de un cráneo duro como el acero
que esconde en su interior
la calculadora que mide el tiempo.
Toca la mano el viento
y se llena de las penas y alegrías
de todos aquellos
que se sienten tan frágiles como una pluma
y tan ligeros como la capa de un sereno.
Una línea de trazo grueso surge en el poniente
y poco a poco se va diluyendo
en ese rastrojo de estrellas segadas
que es el cielo diurno que nos sirve de lamento
mientras yo sigo escribiendo.
Autor: José Vte. navarro Rubio
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