Remonto los caminos
y voy
tras el ocaso del sol
que en un día
cargado de calores
se nos ha mostrado
quieto en el firmamento
al tiempo que se marchan
sus calores, aureola y rayos celestes
y´por más que lo sigo
ya no lo encuentro,
ni en la majada,
ni el arroyo seco,
ni entre las oliveras
ni en los campos de almendros.
Oro herido son sus rayos
y nos llenan de riqueza
mientras se pinta de color verde la hierba
que crece en un barbecho.
Temprana la voz del arriero
rompe los silencios
en una mañana de templada belleza
al tiempo que se viste el cielo
con sus mejores galas
después de una noche tan negra
como la punta de un lapicero.
Corbata negra, despeinado el pelo,
espuelas de plata y caído sombrero,
eres sol sonrisa de mil amores
y útero donde se gestan los deseos.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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