domingo, 8 de abril de 2012

EL HUNDIMIENTO DEL TITANIC 14/04/1912 (FERMINA OLIVA OCAÑA SUPERVIVIENTE, DE UCLES, EN CUENCA)

                                     Fermina Oliva y Ocana (sobrevivió)

Tenia 39 años cuando embarcó de casualidad en el Titanic, y se salvó de milagro. Así de caprichoso fue el destino de Fermina Oliva Ocaña, una de los siete supervivientes españoles de aquella catástrofe.

La odisea que vivió Fermina junto a sus adinerados señores es una de las más conmovedoras que aparecen en el libro. Fermina era una humilde costurera madrileña que fue contratada como sirvienta por una pareja de recién casados en una interminable luna de miel que duró año y medio. El remate iba a ser el viaje a Nueva York a bordo del lujoso Titanic. Pero Fermina no quería subir al barco.

Pero Fermina terminó montando en el Titanic. Y cuando el barco chocó con un iceberg, a punto estuvo de no entrar en uno de los botes, pero finalmente logró que salvarse gracias a sus gritos de desesperación. Al menos vivió para contarlo. Otros tres españoles no tuvieron tanta suerte.

Después de esa experiencia, Fermina Oliva no quiso volver a hablar de este triste hecho, y volvió a su vida de costurera en Madrid, en su casa de la calle Regueros de Madrid, que más tarde la convertiría en una pensión. Siempre fue soltera y no tuvo hijos. Falleció el 28 de marzo de 1969, a la edad de 96 años, y fue enterrada en el Cementerio de La Almudena.

Embarcó de casualidad en el Titanic y se salvó de milagro. Así de caprichoso fue el destino de Fermina Oliva Ocaña, una de los siete supervivientes españoles de aquella catástrofe. Otros tres compatriotas fallecieron. En vísperas del centenario del hundimiento, Los Domingos de ABCC recuperan aquellas historias con la prepublicación del libro "Los diez del Titanic" escrito por Javier Reyero, Cristina Mosquera y Nacho Montero.
La odisea que vivió Fermina junto a sus adinerados señores es una de las más conmovedoras que aparecen en el libro. Fermina era una humilde costurera madrileña que fue contratada como sirvienta por una pareja de recién casados en una interminable luna de miel que duró año y medio. El remate iba a ser el viaje a Nueva York a bordo del lujoso Titanic. Pero Fermina no quería subir al barco: «De pronto me dio miedo. Me acordaba del “Reina Regente”, que se había sumergido en el Estrecho, y tuve un mal presentimiento», recordaba en una entrevista que concedió a ABC en 1959.

«Como un saco de paja»

Pero Fermina terminó montando en el Titanic. Y cuando el barco chocó con un iceberg, a punto estuvo de no entrar en uno de los botes: «A mí me dejaron fuera. Pero empecé a gritar, desesperada, y no tuvieron más remedio que llevarme. Me echaron como un saco de paja desde más de un metro de altura, cuando ya la barca bajaba. ¡Qué horrible fue!». Al menos vivió para contarlo. Otros tres españoles no tuvieron tanta suerte. El empresario textil Servando Oviés, el camarero del Titanic Juan Monros y el adinerado Víctor Peñasco, a quien servía la propia Fermina, fallecieron aquel fatídico 15 de abril.
Aparte de Fermina, también se salvó su propia señora, María Josefa Pérez de Soto, así como cinco españoles que pretendían hacer las Américas: Julián Padró, Emilio Pallás, Florentina Durán, Asunción Durán y Encarnación Reynaldo.

En un foro y a nombre de POITAMO, he encontrado al siguiente historia:

Yo también soy un enamorado del tema y como complemento quería comentar una cosa. Había 8 españoles en el Titanic, 5 en segunda clase y tres en Primera clase.

Vamos con los de primera que es mas curioso.
Victor de Satode Peñasco y Castellana de 24 años, su esposa Mª Josefa Perez de Soto y Vallejo de 22 y Fermina Oliva Ocaña de 18, camarera de la familia que ocupaban el camarote C-65.
Pero Además hay una historia detrás. Victor Peñasco era un rico de los de entonces, vamos rico rico rico, nieto de Jose Canalejas, Primer Ministro del Gobierno de Alfonso XIII y después de casarse con Mª Josefa se convirtieron en una de las parejas mas ricas de España. Se marcharon de Viaje de novios por toda Europa, entre su séquito figuraba también un camarero Eulogio. Solo tenían de parte de la familia una consigna "subir donde queraís, menos en barco". Estuvieron de viaje por toda Europa durante de 18 meses y estando en París vieron el viaje inaugural del Titanic. Dejaron a Eulogio en París mandando cartas para hacer creer que estaban en París, y embarcaron en Cherburgo. El camarote C-65 costaba 108 libras de 1912, hoy mas o menos unos 6700 euros, vamos mas o menos lo que cuesta hoy el Qeen Mary 2, (no ha cambiado tanto la cosa), claro que en 18 meses de viaje se habían ya gastado 673.133.56 € y allí que se fueron. Luego la historia ya la conocemos, durante el hundimiento las mujeres embarcaron el el bote 8, timoneado por la Condesa De Rhodes y llegaron al Carpathia.

Pero no acaba ahí la historia, como Victor era muchimillonario y no había cuerpo, puesto que nunca se recuperó, Mª Josefa no podía heredar hasta pasados 20 años. Solución a los dos meses apareció un cadaver en la costa y después de pagar la madre de Victor una pasta, se hizo un certificado de defunción a su nombre, aunque sea el único muerto que no está enterrado en el cementerio de Halifax donde están enterrados la mayoría de los cadáveres.

Mª Josefa se casó en 1918 con Juan Barriobero y Armas Ortuño y Fernandez de Arteaga, tuvo tres hijos y falleció en 1972 a los 83 años.

Fermina Oliva Ocaña, la camarera murió en 1968 y está enterrada en el cementerio de La Almudena.

Les dejo con un libro que cuenta la historia de 10 españoles en el Titanic

                                 

Titanic The Exhibition

Titanic The Exhibition es la exposición itinerante más visitada del mundo. Millones de personas, en numerosos países, han disfrutado ya de esta emotiva muestra sobre el buque más famoso de la historia. Y no es para menos.
Sus más de cien objetos reales, sus fieles recreaciones de las estancias interiores del transatlántico, y el modo en que esta recoge la verdadera historia del navío hacen de ella una exposición única e inolvidable.
Así lo atestiguan nuestros visitantes, testigos en primera persona del legado del Titanic, a través de Titanic The Exhibition, cuyos objetos e historias se han convertido en las únicas voces que han sobrevivido a la tragedia, tras la desaparición de los últimos supervivientes del naufragio.

Acompaño el escrito con una serie de poemas escritos para la ocasión por José Vte. Navarro Rubio.

           I       
Diez eran diez
y ninguno más
los españoles que pudieron
o no contar
lo que en aquella fea noche
vino a pasar
en el Titanic en alta mar
lejos de sus casas y de su hogar.

Estaba entre ellos Fermina,
costurera inmortal,
de Ucles para más recalcar
que del Titanic logro escapar
a lo que se ve por los pies
y sin tiempo para agarrar
la canastilla con su dedal
y el reglamentario delantal.

Gracias a la casualidad o azar,
como se le quiera llamar,
pudo encontrar
un bote en el que marchar
de aquel gran buque
que comenzaba a escorar.

Siete fueron los supervivientes
sus nombres en un libro
inscritos están
de españoles que salieron airosos
de aquel accidente fatal
que recorrió la prensa mundial
y que todavía hoy en día
se recuerda con gran solemnidad.


Nunca más Fermina volvió a montar
en buque alguno
que navegara por el mar
y como Dios le dio a entender
vivió en Madrid, capital,
y en su pueblo Ucles, natal,
hasta que la parca le vino un día a llamar
ya rayando los cien años,
ya cansada de contar y recontar
su angustioso periplo en alta mar.

II
Un gran buque cruza los mares
y al encuentro de aventuras va
aunque lo suyo fue
una total desventura en su viaje inicial.

Titanic se llamaba
y le venía el nombre por ser
de entre todos los cruceros
botados en el mundo
el más grande y lujoso
habido y por haber en mar alguno.

Lejos de una costa segura
ya sobre los cielos la luna
chocó con un iceberg
cuando todos estaban
a punto de irse a dormir.

Fue tal su desventura
que el pasaje se dispuso a morir
en una noche siniestra
de aguas tranquilas
en que una orquesta de salón
con solemnidad marcial
no dejó de tocar un funesto valls.

Hielo que hiela la sangre
por culpa de un iceberg
el Titanic sufrió una gran herida
y se fue de repente a la deriva
para nunca más
de las profundidades del mar
volver a resucitar.

De una forma rápida
y sin tiempo para salir
del agua helada del mar
gran parte del pasaje
se vino sin remedio a morir
sin apenas poderse despedir
de ningún amigo ni familiar.

Cien años se van a cumpli
desde que todo esto
vino por desgracia a ocurrir,
ya sea en teatro, opera, película
o cuento para no dormir
cada uno cuenta la historia
como le viene a la memoria.

Final feliz
alguno debió aquella noche de ocurrir
aunque yo me atrevo a decir
que nadie estaría dispuesto a pasar
lo que aquel 14 abril del año 1912
al Titanic le sucedio en alta mar..

III
Cual tragedia saguntina
que no quiero para ningún familiar
un gran barco recién botado
vino violentamente a naufragar
en aguas internacionales
y como no en alta mar,
allí donde el agua salada se hiela
de lo frío que está.

La historia lo recuerda
y es tanta la propaganda
que de él se hace y el pesar
que el mes de abril
aquel de las aguas mil
se ha convertido sin nadie hablar
en una fecha singular
ya que accidentes como el Titanic
son difíciles de encontrar
en la vieja historia de la humanidad.

Se venden souvenirs
raros y tan raros de verdad
que solo se hayan
no por casualidad
en lo más hondo y abismal
de las profundidades del mar
y hasta allí descienden
como si fueran cosas de coser y cantar
buzos con tecnología punta y especial
para grabar y fotografiar
lo que queda de aquel gran barco
convertido por gracia divina
y cosas de la casualidad
en cementerio internacional.

Catorce de abril
en España se recuerda
de forma especial
pues tres fueron los muertos,
un pobre camarero,
un adinerado de armas tomar
y un agente comercial
los que murieron en alta mar
y sus cuerpos descansan allí
donde los muertos juegan sin cesar
con los bancos de peces y sirenas de metal.

IV
Fermina Oliva Cañete
no quería en barco viajar
pues ella no sabía,
por ser de tierras de secano,
ni nadar ni nada de la mar.

Se acordaba del Reina Regente
que en el Estrecho vino a naufragar
y de la batalla de Lepanto
difícil de olvidar y de contar.

Por eso rezaba
y pedía a Dios sin parar
para que su amado jefe
no tuviera la ocurrencia de comprar
un pasaje de aquel viaje inicial
en el que el Titanic se tenía que botar
rompiendo sobre cubierta
una botella de cava especial.

Dejaron a Eulogio
en la París de verdad
para que mandara sin cesar
cartas de recuerdo a la España Imperial
y los tres ¡Que barbaridad!,
criada y cortejo nupcial,
embarcaron en Cheburgo
no sin antes a la tripulación saludar
y tan mal lo pasaron
que dos de ellos volvieron
para poderlo contar
y el tercero, nieto de Canalejas,
se quedó por allí,
que más da el lugar,
dicen que por no respetar
el presentimiento de su madre
que le había recomendado
de forma muy especial
que en barco alguno
se privaran de montar y menos de viajar.

V
Es de una negra noche
perdida en los tiempos
de la que quiero hablar
en un mes de abril
en que nadie se podía imaginar
lo que en alta mar iba a pasar.

Un tremendo estruendo vino a inquietar
al peaje del Titanic
cuando este navegaba
sin que nadie pudiera pensar
que al fondo del mar
el barco con su carga se tenía que marchar.

Gritos y más gritos se debieron oír
en la más completa oscuridad
de un mar traicionero que se vino a tragar
como si fuera un fauno hambriento
al barco con su pasaje sin importar
sexo, edad ni condición social.

Todos a una del barco intentaban saltar,
muchos fueron los muertos
y pocos los que pudieron escapar
de una muerte más que segura
y desde entonces allí están
en lo más profundo del mar.

La leyenda viene a recordar
cuales fueron los últimos instantes
de aquel drama universal
pero a pesar de los pesares
pienso que la mejor de la ficciones
nada tiene que ver con la realidad
de lo que aquella noche en el Titanic
por la cabeza de algunos pudo pasar.

VI
Todo vino a ocurrir
en una noche sin fin
de gritos de dolor,
de besos de amor,
de agarrones para no caer,
de pisotones sin querer,
de tiros para espantar,
de música para consolar,
de ausencias para recordar,
de mucho remar
y de muertes por congelación en el mar.

Todo vino y todo se va.

Que más da
como fue en realidad
si ya de aquello han pasado 100 años
y de entonces hasta ahora
la humanidad
ha tenido tiempo para olvidar y para sellar
de la memoria colectiva
aquel drama sin igual
que nos viene y nos va
a esas horas del día y de la noche
en que uno no está
para otras cosas que no sean descansar.

VII
El instinto se impone a la emoción
cuanta razón
y más si vas en un barco y oyes
corran a estribor
que nos hundimos y no hay salvación.

Al parecer esto fue lo que ocurrió en el Lusitania
que sin venir a cuento
y por culpa de una guerra se hundió.
Dicen los entendidos que en el Titanic
el asunto fue a mejor
pues se actuó con sangre fría y pundonor,
lo que produjo corrección
y muy buena educación
en el desalojo del trasatlántico
y su posterior evacuación.

Menos cuento y más valor
para decir lo que de verdad ocurrió.
Murieron los que murieron
y se salvó parte de la tripulación
porque llevaban las armas
y disparaban al montón.

Cuando un barco se hunde
lo mejor es estar en cubierta
allí donde es posible la salvación,
primero los niños, después las mujeres
y a continuación sálvese el que pueda.

Cada vez que se acerca
esa fecha señalada con una flecha
en un calendario de la pared
que dice barco a la deriva
el Titanic necesita ayuda
pues se va a hundir,
se me pone la carne de gallina
y por mucho que lo intento
no puedo dejar de pensar en que
por culpa de un involuntario desliz
se hayan escrito tantos ríos de tinta
y los que faltan por escribir.

Lo del Titanic fue
como una gran locura
y vino a señalar
un antes y un después
en los cruceros de placer.

Tuvieron que pasar
muchos días
para que el mundo llegará a entender
lo que había ocurrido
en aquel viaje inicial del gran bajel.

Fue tanta la literatura
que sobre el tema se vertió
que no quedó títere con cabeza
ni gentleman con fortuna
sin enterrar en los cementerios de Halifax, Fairview, Barón de Hirsch o de Mount Oliver.

Y ya a estas alturas
casi en vísperas del 14 de abril
no me queda más que decir
que no sea invitarles a revivir
lo que ocurrió aquella noche
en que un gran iceberg
tras chocar se llevó en un santiamén
al fondo del océano al gran bajel.

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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