Cual nace, muere y vive
se expande la belleza
de esa ciudad Cuenca
por todos los rincones
de esa extensa tierra
hasta más allá de la Serranía,
de la Mancha y de la Manchuela.
Ciudad de buena acogida
tiene su parte nueva y vieja
y se llega
a través de empinadas calles
y muchas
agradecidas escaleras
hasta el sufrido roquedo
donde majestuosas se alzan
como si estuvieran esculpidas en la piedra
esas casas colgadas con sus tejados de teja.
Desde allí en las alturas se contemplan
parques, caserones, ríos, montes y veredas
y en los días de nieve su blancura
extendida hasta donde la mirada nos lleva.
Cual si fuera Cuenca
una ciudad medieval
toda ella nos muestra
sus partes más nobles
y sus humildes callejas
con casas ceñidas a la roca
que desde hace siglos las sustentan
para que no se conviertan
en escombros de maderas y piedras.
Con calma y mucha paciencia
Cuenca nos anima
a disfrutar de todas sus bellezas
y para cuando llega la hora de la partida
hacia otros lugares y tierras
uno se lleva en la retina sus poesías y leyendas.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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