Para brotes verdes
los de mi abuela,
aquellas collejas
con huevos revueltos
quitaban el hambre
y dejaban unas penas
tan grandes
como una mesa camillera.
Espárragos a la plancha,
setas revueltas,
espinacas gratinadas
y hervido de acelgas
con patatas, cebollas
y judías planas y tiernas.
Mi abuela sabía
que cuando no entraba
dinero en casa
se quedaban todos
a cuatro velas,
por eso aprovechaba,
con extrema delicadeza,
los brotes verdes de la primavera
para equilibrar la economía
a base de confeccionar
una sabrosa comida austera
aprendida junto a la chimenea.
Brotes verdes, amapolas y tierna hierba,
comían los conejos y conejas
en aquel corral de mi abuela
mientras yo los miraba de reojo
y pensaba que fritos con tomate
debían de estar de quita penas.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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