sábado, 30 de junio de 2012

POESIA: EL INCENDIO DE EL ORO, DOS AGUAS, CORTES DE PALLAS





                    I
Arden 
los espacios urbanos y rurales
y el fuego 
nos trae otra vez
el recuerdo 
de aquellos otros días
en que sobre lugares cercanos
vino a suceder
la muerte 
de espacios naturales, flora y fauna
y ahora 
me digo otra vez 
que arde vilmente 
El Oro, Dos Aguas y Cortés de Pallás,
pulmones de Valencia, 
aun sin querer 

Y no es para San José,
y vienen las llamas, 
humos y cenizas a ser
el testimonio directo
de lo que suele suceder
cuando nos olvidamos
de los valores de los espacios naturales
y volvemos a caer 
en los mismos errores garrafales
que nos hacen ser
los únicos sobre el universo 
que erramos una segunda vez. 

Es una lengua,
una maldita lengua,
caliente y veloz
la que nos trae 
vendavales de cenizas y fuego
como si uno de esos jinetes del Apocalipsis
trotara por estas sierras llenas de vida
de El Oro y Dos Aguas
y de esas aldeas olvidadas
donde el hombre vive
en comunión perpetua 
con el espacio 
y se convierte éste en su única razón de ser

Y lame la lengua de fuego,
maldita, destructora y mortal
todo aquello que le viene a su paso 
y se va más allá de los confines
donde vino a nacer
a la búsqueda de nuevos espacios
en los que ser 
fuego devastador y cruel.

Y corren los animales salvajes
despavoridos
huyendo de esa muerte
que se anuncia detrás de ellos
y en la soledad de estas noches
en que la luna se viste 
con visillos de humo
vuelven los campos a ser 
como una eterna tumba
y yo me pregunto
¿Cuanto nos cuesta aprender?

Y nos queda 
una eterna tristeza
en ver
que aquello que estimabas
se convierte y no será
por desgracia la última vez
en un gran erial
de naturaleza muerta
a la espera 
de que las semillas y animales 
vuelvan a germinar y procrear
sobre los lugares donde vienen 
desde siglos a nacer.

Y mientras tanto
volverá el ser humano 
a retorcerse de impotencia
en esos profundos pueblos 
y aldeas de Valencia
que sin su entorno 
lleno de naturaleza
vuelven a ser 
pueblos huérfanos
que siguen sin entender
el por qué de tanto dolor


                 II
En la luz disecada 
de un tronco muerto
medio comido por las llamas
y recubierto de cenizas
adiviné a ver una lagrima viva
y también una figura en el esculpida
de un animal herido por el fuego 
huyendo a la deriva
que hasta el árbol llegó buscando ayuda.

El fuerte corazón de aquel árbol,
su savia, sus raices, sus ramas, su tronco, sus frutos
estaban allí desde toda la vida
esperando el llegar de los amaneceres
para que los espacios circundantes se llenaran de vida
y ahora ya la noche encima
ni el viento al pasar silba
pues le falta la sonrisa del  monte 
cuando la naturaleza en el anida.  
huyendo a 
Autor: José Vte. Navarro Rubio

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