miércoles, 8 de agosto de 2012

POESIA: LA QUINTA DEL BIBERÓN DE PINAREJO QUE BUENA QUINTA


    I

No avisa la noche cuando su manto en forma de negror cae
e incofundible
entra en nuestras vidas y se viene a dormir allí
donde una palabra apagada
en mitad de los silencios dice "amor"
y vienen los silencios ya de caída
a sujetarse de ese último ramal del cual tiran
y como si fueran
gotas de aguas impermeabilizadas por fuera
van saltando
de calle en calle,
de callejón en callejón,
de casa en casa,
hasta llega la la Esquina del Molinillo
para coger el primer coche de la mañana que les lleve
más allá de esos horizontes manchados de polvo
que cuelgan de rieles de duro metal
y del cual penden
como si fueran murciélagos durmiendo boca abajo.

Se va el silencio en mayúscula
y que más queda amigos y amigas
que no sean otros silencios
ya muertos
que dormitan en las alacenas
y en la cámara
de esa mi casa vacía
y en los últimos olivos
de un campo no mas allá de un cuartillo
que rebrota cuando le viene en gana
aunque como dicen por Pinarejo
este año los olivos no dan para más que no sea hacer un mojete.

Desde aquí en Cullera
el sol irradia envidias
que los diarios reparten de mesa en mesa y de partida en partida
yo me quedo para más consuelo,
mío no tuyo,
con aquel título de un libro
que venía a decir: España levanta el puño,
para cuando muchos de nuestros abuelos y padres
se batían el cobre por la II República,
casi nada,
sobretodo para esa quinta del biberón de la cual mi padre es
todavía a sus 91 años largos,
un sobreviviente con la memoria metida
en trincheras, batallones, ranchos y quintas.

II

Yo viví de cerca
aquella guerra tan llorada y temida.

¿ilusión, pesadilla?

Sentí los tiros pasar
rozando mis mejillas
y disfruté con aquella comida
tan escasa
que todavía me veo lamiendo
raspas de sardinas.

Se por lo que oí
que nos fue mal a muchos,
luego leí
que un canalla ahogó
las esperanzas de una mayoría
y finalmente entendí
 lo que era una dictadura
en mis propias carnes
y de la forma más dura.

Todo me vino poco a poco
y a su medida.

Unos días me despertaba
en una trinchera perdida
en el frente de Madrid,
cerca de una villa
a saber de algunos
construída por Romanes
que era una maravilla.

Otras veces
ya de camino a algún lugar
o quizás en alguna tertulia
mi padre me contaba
de esas cosas de la vida
que tuvieron que ver
con un incendio en san Clemente
donde se hospedaba la tropa
antes de salir para primera línea.

Todo a su debido tiempo
pasó por mi vida
y en un cuarto de Pinarejo
debe haber perdido por algún rincón
algún regimiento de caballería
de aquellos de tanques rusos
que parecían latas de tomate
saltando en el banco de la cocina.

Mi vida fue
un ir y venir
de un frente a otro
de esta forma
muchos sacos de arena
de aquellos que hacían
 de parapetos en las trincheras
se apiñan
en un pajar con poca paja
y mucha viga caída
que hubo un día
en el patio de mi casa
y es que la guerra fue larga
y yo atesoré con tiempo
vivencias y pesadillas,
como aquellos libros
de la Guerra Civil de España
que traía mi tío Mariano de Francia
y allí en mi casa de Valencia
con ayuda de una linterna
por las noches leía
para el día siguiente tirarlos
a la acequia de Favara
por culpa de la censura.

Sueños, ilusiones y pesadillas
labraron mi carácter
bendita la hora en que me iba a dormir
con páginas de libros raídas
por la cera que caía
de una vieja lamparilla.


Autor: José Vte. Navarro Rubio


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