domingo, 23 de septiembre de 2012

POESÍA: LOS JOVENES DE PINAREJO SALEN A BOLEAR

Sale la bola lanzada
y con tanta fuerza va
que atraviesa la era de Don Pepe
y va a pegar en una esquirla de piedra
que la desvía de su trayectoria original.

Jóvenes y menos jóvenes
en Pinarejo bolean
en días de guardar
y lo hacen en total armonía
pues la apuesta es fácil de imaginar
un chato de vino a lo sumo
y para de contar que la economía no da para más.

La calle de las Eras es un subir y bajar
de jugadores y espectadores
que hasta las eras suben para comprobar
hasta que punto las partidas van
y como ellos se pueden engachar
a este juego tan original
en el que solo hace falta una bola de hierro
y dos personas como mínimo para jugar

El Molino era un referente
y por allí las bolas planeaban
y llegaban a pasar
junto a aquellas vetustas paredes
y sin parar
buscaban la pequeña pendiente
e iban a reposar al camino del cementerio,
Horca se llama el lugar,
donde si el tiro era bueno
media partida estaba ganada ya.

Los boleadores cogen fuerza
y empujan la bola
con tal serenidad
que por el medio del camino va
hasta llegar a la meta
y de esta forma se puede acabar o continuar.

Otra vez lo mismo
y cada uno desde su lugar
impulsa la bola y a esperar
que el contrario pierda fuelle
o la bola se vaya a estrellar
contra cualquier saliente
de los muchos que hay en el lugar.

Hasta llegar a la era
que era de Eugenio Navarro Alarcón
todo era un cantar,
todo el mundo en Pinarejo sabe
que era el dueño del lugar,
y que no renegaba
por ver la bola pasar por su propiedad.

Solo en época de siegas
era imposible bolear
pero este es otro cantar.

Ahora la era esta cerrada
y en su lugar se alza
un bonito espacio donde descansar,
bailar y en todo caso merendar.

Aquel hombre, mi abuelo,
desde el cielo lo puede confirmar,
vio a más de un joven perder la partida
e irse del lugar para no tornar.

Miran con especial resgnación
los mayores como los jóvenes
se esfuerzan en ganar
y entre consejos y más consejos
se van todos del lugar
con el ánimo tranquilo
y la esperanza en poder otro día jugar.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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