Tierras del Machu Picchu
o ciudad inca de Vitcos,
allí en las alturas esperando su bautizo
en forma de gotas de rocio
y pan de hoja
que alivia la carga y despeja el organismo.
Sube y sube la escalera
y se empina hacia un infinito
como si arriba
donde anida el aguilucho
vivieran todavía los incas
y hubiera un sacerdote tocado de manta y sombrero de ala de filtro
realizando en nombre de un Dios poderoso y vengativo
un sacrificio.
Tus paredes, tu suelo, tus techos, tu granito
convertido en piedra labrada
se llenan de selva
y respiran a través de las ramas de los árboles
de ese aire limpio
que se atesora en los pulmones y de tan rico y pobre en oxigeno
edema los pulmones
al tiempo que se ven tus bellos edificios.
Ciudad sagrada y de oficios,
bien alta
sin temores y manteniendo un prestigio
que va más allá de lo humano y posible
y deja hablar de lo divino.
Machu Picchu
se abre
y cierra
como una puerta
a golpe de ruidos
y hasta ella
miles de escalones, peldaños y descansillos
con los que alegrarse uno
de que todo se mantenga igual
y de la misma forma
que se expolió tu pecunio
puedas sobrevivir
para demostrar al mundo
como los indígenas
son de agradecidos
que dan todo lo suyo
sin pedir otra cosa que no sea
respeto para su Picchu
Autor de la poesía: José Vte. Navarro Rubio
Picchu puede
ser conocida, también, como la ciudad de los andenes, las escalinatas y fuentes
de agua. De las primeras, se pueden contar más de un ciento, algunas de las
cuales con cien peldaños o más. En algunos casos la escalinata de ocho o diez
peldaños ha sido esculpida íntegramente en un solo bloque de roca de granito. En
todo el área de Picchu abundan los estanques y fuentes de agua llamadas
"pacchas", labradas en piedra e interconectadas por canales y desagües
perforados en la roca.
"El Descubrimiento"
El 24 de julio
de 1911 es conocido por ser la fecha del "descubrimiento" de Machu Picchu, por
el aficionado a la arqueología y explorador norteamericano Hiram Bingham. Sin
embargo, llegar a este día para su principal protagonistas no fue producto del
azar. Años antes, Bingham se interesó en las leyendas tejidas en torno a la
llacta de Vitcos o Viticos, el último refugio de los incas rebeldes a los
españoles en la selva de Vilcabamba, narradas de forma épica por cronistas de
esa época. En 1906 realiza un viaje por la ruta Buenos Aires - Cusco, antiguo
derrotero comercial durante la colonial . Llegando a esta última ciudad se
reencuentra con su interés por la legendaria ciudad Inca (Vitcos) y el valle de
Vilcabamba. Emprende viaje a la ciudad de Abancay, entrada natural a esa parte
de la selva donde supuestamente estaría Vitcos. Allí es informado de la
existencia de una ciudad perdida en el "monte" (selva escarpada). Emprende
viaje, y los guías locales lo llevan a unas imponentes ruinas que ahora
conocemos como Choquequirao. Bingham no se dejó impresionar, la Vitcos de sus
sueños debía ser más imponente aún. Regresa a los Estados Unidos, entusiasmado
por el descubrimiento a reunir fondos para continuar con sus exploraciones,
logrando conseguir el apoyo de la National Geografic Society y la universidad de
Yale, además de dinero entregado por amigos y familiares. Encontrar Victos ya no
era solo un interés académico, era una empresa bien planificada.
En enero de
1911, el Sr. Braulio Polo y la Borda, propietarios de la hacienda Echarati, en
la localidad de Mandor, provincia de la Convención, departamento de Cusco, tiene
como invitado al Sr. Giesecke, por entonces rector de la Universidad San Antonio
Abad del Cusco, a quien le cuenta que toda la zona estaba plagada de ruinas
incas (una de ellas, era Machu Picchu). Giesecke, conocedor del interés de
Bingham, le escribe, contándole sobre este hecho. Un dato a tomar en cuenta es
el libro escrito por el inglés Charles Winner en 1880: "Pérou et Bolivie. Récit
de Voyage, survi d'etudes archaéologiques et etnográfhiques et des notes sur
l'escriture el las lengues des population indiennes", en donde consigna un mapa
con los topónimos de Machu Picchu y Huayna Picchu.
En 1911 Bingham
llega al valle de Vilcabamba, pasa por Mandor y contrata los servicios del guía
local Melchor Arteaga. El 24 de julio llegan a la sima del cerro llamado Machu
Picchu, donde esta la fabulosa llacta inca de Picchu. Bingham la bautizó con el
mismo nombre del cerro que la cobijaba y no tuvo dudas que ésta, si era la
legendaria Vitcos. Al poco tiempo da cuenta de su descubrimiento.
Luego de este
primer contacto con Machu Picchu, Bingham se comunica con Giesecke, quién cuenta
el acontecimiento a José Cosio, Secretario de la Universidad San Antonio Abad
del Cusco y catedrático de la Facultad de Letras, quien le sugirió organizar una
expedición comprobatoria. Este último se comunicó con Enrique Palma, el que le
refirió haber visitado Machu Picchu 10 años antes (1902). Partieron en una
expedición llegando al lugar el 18 de enero de 1912, encontrando la inscripción
que Palma había dejado como recuerdo de su estadía. Este refirió que en aquella
vez encontraron un arrendatario apellidado Meza cultivando en chacras y andenes
del sitio arqueológico. Dijo pagar la suma de 12 Soles de Oro al propietario de
la Hacienda Cutija. En 1912 los arrendatarios de esas mismas tierras eran los
Señores Arteaga y Lizárraga, siendo el primero el que guió a Bingham en
1911.
Encontrado
Machu Picchu, la Vitcos de sus sueños, Bingham contrata en los Estados Unidos a
una plana de arqueólogos y antropólogos (entre los que destaca G. Eaton) para
excavar el lugar. Con los auspicios del Gobierno del Perú de esos años, y dando
clara muestra de su desinterés por el pasado incaico, dan permiso a la
expedición de llevar a los Estados Unidos los objetos encontrados durante los
trabajos de esa temporada. Es así que a fines de 1911 se produce un motín en el
sureño puerto de Mollendo protestando por la salida del país del material
arqueológico. En 1912 se repiten estos sucesos, incluyendo además a las ciudades
de Puno, Arequipa y Mollendo.
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