lunes, 24 de diciembre de 2012

ANTONIO SOTO CANALEJO, ANARQUISTA EN LAS HUELGAS RURALES DE LA PATAGONIA ARGENTINA EN 1921



Año de 1921,
en aquella estancia 
de la Anita mataba el viento,
helado y frío,
mataban las balas, 
los sables y los cuchillos
en manos innobles
de soldados convertidos
en viles  criminales asesinos.

Soldados argentinos
llevados por el odio 
 que les impartía de continuo,
cual credo maligno,
su comandante
que con el tiempo
saltaría por los aires
debido a una bomba
arrojada a los pies de su destino,
llenaría la Patagonia de sangre 
convertida en ríos
de 250 pobres trabajadores,
enterrados,
no hubo olvido, 
en un triste sepulcro.

Regada con sangre
la tierra indomable
guarda en su seno
el recuerdo último
de aquellos hombres asesinados
sin poder dar un adiós,
 sin beso, alguno, 
en la soledad de una estancia
de la cual ellos eran
sus últimos inquilinos
con derechos negados
por un tal Benigno Varela,
el asesino,
que levantó cuatro dedos
para señalar tiro limpio.

Autor de la poesía: José Vte. Navarro Rubio

Leyendo Retorno a la Patagonia de Bruce Chatwin y paul Theroux me encuentro con la historia de Antonio Soto junto a la del legendario Butch Cassidy. Les dejo "con cinco artículos y un cuento" que tienen que ver con la historia y lectura del anarquista gallego de principios del siglo XX, Antonio Soto:



1.-
Antonio Soto (8 de octubre de 1897. La Coruña, España // 11 de mayo de 1963 Punta Arenas, Chile) fue uno de los principales dirigentes anarquistas en las huelgas rurales de la patagonia Argentina en 1921.
Antonio Soto nació el 8 de octubre de 1897 en El Ferrol, La Coruña, España. Hijo de Antonio Soto y Concepción Canalejo. Llega a Bs.As cuando tenía 13 años. Huérfano de padre comenzó junto con su hermano Francisco, una vida de miserias y privaciones en aquella Argentina del centenario. Antonio pudo concurrir muy poco a la escuela primaria. Hizo de los más diversos oficios (tal como otros chicos y adolescentes de aquel tiempo) en la escuela de las privaciones, la explotación y el castigo, desde muchacho fue atraído por las ideas anarquistas y el anarcosindicalismo. En 1914 ya con 17 años Soto se resiste a ingresar en la milicia para ir a combatir a Marruecos. En 1919 (a los 22 años de edad) se embarcó con la compañía teatral Serrano-Mendoza, que hacía el recorrido de los puertos patagónicos argentinos y continuaba su periplo por Punta Arenas, Puerto Natales, Puerto Montt, etc. Ida y vuelta, llevando el arte dramático a los aislados villorrios australes. En enero de 1920 se desata una verdadera rebelión popular en la ciudad de Trelew, Chubut. Todo comienza con una huelga de empleados de comercio a la que se adhiere casi toda la población, en contra del gobernador, la policía y los grandes comerciantes. La cita adquiere características de gran escándalo por las mutuas recriminaciones, y, como en todo pueblo chico, salen a relucir problemas personales.

En ese momento aparece Antonio Soto, arengando a la gente y apoyando a los trabajadores en huelga. Esa actitud le valió su detención y expulsión del territorio chubutense. Poco después llegará a Río Gallegos. El clima obrero que reina en la capital santacruceña lo atrae. Antes y después de las funciones teatrales concurre al local de la Sociedad Obrera. Allí escuchará al asesor, doctor José María Borrero, quien habla como los dioses y deja siempre estupefacto al auditorio. Borrero lo incita a quedarse e integrar el sindicato; él se ha dado cuenta de que Soto es hombre de lucha, que tiene preparación ideológica y que sabe expresarse bien en las asambleas. Y, cuando la compañía teatral parte, Soto se queda. El futuro dirigente de las huelgas rurales se inscribe como estibador en el puerto, o, mejor dicho, como “trabajador de playa”. Hasta que el domingo 24 de mayo de 1920 es elegido secretario general de la Sociedad Obrera de Gallegos. En julio de ese año. La Sociedad Obrera, en connivencia con todos los sindicatos de las otras ciudades santacruceñas, declara la huelga del personal de hoteles de todo el territorio y del personal de playa de los puertos. Piden mejoras salariales. La cosa no es fácil. Principalmente en Río Gallegos. En el sector de playa se pierde la huelga. En cambio, el gremio de mozos, peones y cocineros de hoteles, siguen adelante.

Primera Huelga

La situación al comenzar el año 1921, el año más trágico de los años vividos en la Patagonia, era la siguiente: el paro en Río Gallegos y Puerto Deseado era total, además habían declarado el boicot a 3 comercios. El 16 de enero el marino Malerba, bajo las órdenes de Correa Falcón barre todo lo que tenga olor a huelguista. El primero que cae es el asesor de la Sociedad Obrera, José María Borrero. Después se llevan a todos los amigos de Antonio Soto, a quien no pueden apresar (estaba refugiado en la casa de doña “Máxima Lista”) Antonio Soto decide viajar a Buenos Aires para aclarar las cosas en el congreso sindicalista. Para eso saldrá de su refugio en lo de doña “Máxima Lista” y será escondido del vapor “Asturiano” por los obreros de máquinas. Al llegar a Puerto Deseado el subprefecto se entera de su presencia y decide bajarlo con un grupo de marineros. Pero toda la tripulación se declara en huelga y el policía marítimo, burlado, tiene que hocicar. Al desembarcar en Bs. As. Un pesquita trata de detener a Soto pero 300 estibadores y obreros del puerto lo impiden. La organización obrera, órgano de la FORA sindicalista, en su número 29 de enero, consigna su llegada. Soto participará del congreso nacional como delegado de los afiliados de la Sociedad Obrera de Río Gallegos. Pero más que al congreso nacional, Soto viene a agitar el ambiente sindical de Bs.As. para ayudar a sus compañeros del campo que están en lo más bravo de la primera huelga. El congreso obrero, con representaciones de todo el país, se realizó en La Plata desde el 29-01 hasta el 05-02 de 1921.Es allí donde Soto les faltará el respeto a los jefes del gremialismo nacional. Todo el congreso escucha estupefacto la profunda crítica que hace el delegado patagónico para con la falta de solidaridad del consejo federal y la orfandad en que se tuvo que mover el movimiento obrero del sur durante el difícil año de 1920. Esta intervención de Soto no le fue perdonada nunca. Pero el paro del campo seguirá “hasta sus últimas consecuencias.” El gobierno radical, aliado de los estancieros, envía al Ejército hacia la Patagonia al mando del Teniente Coronel Varela para evaluar la situación que se estaba viviendo. Este al llegar y evaluar antecedentes, finaliza informando que los responsables de todo eran los estancieros, por la explotación a la que sometían a los trabajadores rurales y que la patronal debía humanizar el trato, obligando a ambas partes a deponer las armas y a los estancieros a cumplir con las demandas. El 10º de Caballería se retira.

Segunda Huelga

Los estancieros se niegan a cumplir con su parte, siguiendo con despidos y no pagando los sueldos atrasados, ni hablar de mejoras en condiciones laborales. Antonio Soto se entera de las condiciones y deciden volver a la huelga y al paro indefinido. El 25 de marzo de 1921 se produce un paro general en el frigorífico. No había que perder más tiempo. Lo único que podía llevarlos al triunfo era la acción. Al enterarse de esto Varela tiene que regresar a la patagonia, pero esta vez para “arreglar los problemas definitivamente”. El 15 de septiembre Soto y sus compañeros parten rumbo a las estancias de la cordillera en una interminable y degradante gira, en auto y a caballo. Esta fue la ruta hasta el 5 de octubre. Al 31 de octubre, Soto había levantado las peonadas de las estancias “Buitreras”, “Alquinta”, “Rincón de los Morros”, “Glencross”, “La Esperanza” y “Bella Vista”. En menos de 7 días esos hombres sublevaron toda la extensísima región del sudoeste del territorio santacruceño. Esta primera parte es absolutamente pacífica: se entra a las estancias, se habla con peones, se requisan las armas, se llevan los alimentos necesarios que son documentados por vales que firma Soto y, cuando en los establecimientos se encuentran propietarios o administradores, éstos son llevados como rehenes. Al 5 de noviembre todo el sur de Santa Cruz está paralizado. No hay estancia que trabaje. Los obreros dominan los caminos, varias son columnas de 60, 100 y 200 hombres que marchan con la bandera roja y negra por las regiones desoladas santacruceñas. Soto se encuentra en Punta Alta con Graña, Sambucetti y Mongilnitzky. Allí resuelven que mientras Soto continúe dirigiendo el movimiento en el campo, los 3 restantes deben intentar entrar en Río Gallegos para reemplazar a los dirigentes presos y tener un punto de apoyo en la ciudad. Los 3 compañeros fracasan en Gallegos, al ser golpeados y apresados por policías. Para ese entonces las columnas de Pintos, Outerelo y Argüelles habían sentido en carne propia la energía del capitán Viñas Ibarra y el teniente coronel Hugo Varela, que se dedicaron a la limpieza de las columnas huelguistas, pero sabían muy bien que la zona sur no estaría definitivamente pacificada hasta que no se capturara a Antonio Soto. Ahora el movimiento quedaba dividido en dos (la columna Antonio Soto y la columna “Facón Grande”) Hasta principios de diciembre Soto dominaba toda la zona sur del Lago Argentino y del Lago Viedma y la navegación de estos. Su contingente llegó a ser el más numeroso de todos los huelguistas: alcanzó a tener más de 600 obreros. Soto organizó bastante bien toda esta abigarrada multitud. Tomó como base la estancia “La Anita”. Esa noche del 6 al 7 de diciembre será tal vez la más terrible en la vida de Antonio Soto. Sabe que tiene al ejército encima. No hay que perder tiempo. Por eso llama a una asamblea. Al amanecer Juan Farina, chileno, dice que la cosa no da para más y decide entregarse. La peonada lo apoya, mientras que Pablo Schulz insiste en combatir al ejército. Soto toma la palabra y hace esfuerzos tremendos para convencer al “chilotaje” que evidentemente no quiere más enfrentamientos. Soto juega su última carta: propone que se envíen 2 hombres con bandera blanca hasta donde estén las tropas del ejército y que pidan condiciones ante el jefe militar pero sobre la base de la libertad de los compañeros de Río Gallegos y el cumplimiento de cláusulas del convenio del año pasado. Al Llegar a Cerro Comisión, el suboficial Viñas Ibarra se encuentra con una sorpresa: Dos chilenos delegados de los huelguistas piden una entrevista con el jefe de la tropa, de igual a igual, para conversar por las condiciones del arreglo. Viñas Ibarra tiembla de indignación al ver que extranjeros, 2 chilenos “rotosos y malolientes”, venían a pedirle condiciones. Condiciones de qué, si ellos eran “bandoleros alzados” y extranjeros. Los hombres son fusilados al instante. El suboficial llega a “La Anita” y pide rendición incondicional a todos los huelguistas. Los dirigentes piden plazo de una hora y reúnen la asamblea. Farina está por la aceptación, Schulz más que nunca, por resistir. Soto pronunciará el discurso de su vida. En tono más que dramático, a los gritos, llama la atención de todos:

"Os Fusilarán a todos, nadie va a quedar con vida, huyamos compañeros, sigamos la huelga indefinidamente hasta que triunfemos. No confiéis en los militares, es la traílla más miserable, traidora y cobarde que habita la tierra. Son cobardes por excelencia, son resentidos porque están obligados a vestir uniforme y a obedecer toda su vida. No saben lo que es el trabajo, odian a todo aquel que goza de libertad de pensamiento. No os rindáis compañeros, os espera la aurora de la rendición social, de la libertad de todos. Luchemos por ella, vayamos a los bosques, no os entreguéis."

Se golpea los puños, se pega en el pecho, grita, hasta se le caen las lágrimas al gallego cuando la gente no responde nada. Ahí está Antonio Soto, alto, con una gorra revolucionaria, hablando de lo que es la libertad. Trata de levantar con sus palabras un ánimo definitivamente muerto y conforme ya con su suerte. Soto no quiere darse por vencido, es ésa su última asamblea, allí, frente a ese paisaje maravilloso.

"Sois obreros, sois trabajadores, a seguir con la huelga, triunfar definitivamente para conformar una nueva sociedad donde no haya pobres, ni ricos, donde no haya armas, donde no haya uniformes ni uniformados, de haya alegría, respeto por el ser humano, donde nadie tenga que arrodillarse ante ninguna sotana ni ante ningún mandón. "

La asamblea vota y por gran mayoría se acepta la moción de Farina de rendirse en forma incondicional. Schulz dice que está absolutamente en contra pero que acatará la decisión de la mayoría. Soto, en cambio se va a rebelar contra la decisión y se despide diciendo: “yo no soy carne para tirar a los perros, si es para pelear me quedo, pero los compañeros no quieren pelear”. Lo siguen apenas doce hombres (Otra versión dice que fueron 47) guiados por el “guatón” Luna. Montan a caballo en las primeras penumbras del atardecer. Se van como fantasmas. Se dirigen a la cordillera. No saben qué destino les aguarda pero muestran una última rebeldía: no aguantar la humillación. Los compañeros fueron en gran parte fusilados, torturados, humillados y apresados. Otros se los devolvió al trabajo y se les bajaron los salarios. A Antonio Soto jamás lo encontrarán.

Evasión Y Escondite

Luego de cinco días de ser perseguido por los militares argentinos y por los carabineros chilenos, el grupo del “guatón” Luna entrará en Puerto Natales (Chile).Allí es escondido en una goleta y llega a Punta Arenas, donde es refugiado por la Federación Obrera Magallánica. Intenta viajar a Buenos Aires, escondido por la tripulación del vapor “Argentino” pero (ante una denuncia) se moviliza la policía patagónica y la de Buenos Aires a la espera del buque. En un canasto de ropa huye en un barco desde Punta Arenas a Valparaíso. De allí partirá al norte chileno, a Iquique, donde trabajó como obrero en las salitreras. Pero se accidentó y sufrió grandes quemaduras. Luego de una larga cura regresó a Valparaíso. Pero siempre su intención fue volver a Río Gallegos para explicar su actuación en la huelga de 1921. Lo conseguirá 12 años después. Ese día atravesará la frontera y se hospedará en el hotel “Miramar”, de la capital santacruceña. Desde allí toma contacto con antiguos compañeros y preparan un acto que fue un rotundo fracaso. Es que ya se vivían otros tiempos. El sindicalismo y las ideas de reivindicación social habían sido ahogadas en sangre por más de medio siglo en la patagonia. A pesar que Soto dijo el mejor discurso de su vida, lo escucharon apenas un grupo de españoles que habían salvado milagrosamente su pellejo en 1921. Soto fue expulsado de inmediato por el gobernador Gregores, quién además dio órdenes de que no se lo dejara entrar más a territorio argentino. Soto hasta su muerte siguió fiel a sus ideas libertarias aunque ya no actuó públicamente. En sus últimos años poseyó un pequeño hotel en Punta Arenas, que fue lugar de encuentro de periodistas, artistas, libre pensadores y españoles republicanos. El 11 de mayo de 1963 falleció en Punta Arenas a los 65 años de edad. Una verdadera multitud acompañó sus restos, encabezando el cortejo, las banderas del centro republicano español, de la cruz roja (de la que era miembro) y del centro gallego. Columnas de estudiantes le seguían ya que Soto había sido el inspirador de la primera huelga estudiantil en Punta Arenas, para lograr el aumento de los magros sueldos de los maestros.



2.-
Soto había nacido en Ferrol en 1897, llegó al país austral con apenas 15 años y tuvo una trayectoria vital digna de una película hollywoodiense. El investigador Lois Pérez Leira ha presentado recientemente en Buenos Aires una biografía en la que repasa la vida política y familiar de un hombre que, pese a ser una figura conocida, sigue conservando un cierto halo de misterio. A raíz de la investigación de Pérez Leira han llegado a conocerse ramas de la familia de Soto que durante décadas habían ignorado su mutua existencia.

Soto llegó a Argentina en 1912 y pasó por muchas privaciones que le llevaron a trabajar en diversos oficios. Desde muy joven se sintió atraído por las ideas anarquistas. En 1919 se trasladó con una compañía teatral a realizar funciones en la Patagonia y en la ciudad de Trelew le sorprendió una rebelión popular contra el gobernador de la provincia y los grandes comerciantes en la que ejerció por primera vez como líder de masas. Acabó siendo expulsado de la provincia y recaló todavía más al sur, en la localidad de Río Gallegos. Allí se sintiço atraído por los ambientes obreros y se integró en el movimiento sindical de la ciudad. Se inscribió como estibador y acabó siendo elegido secretario general de la Sociedad Obrera de Río Gallegos.

Poco después de su toma de posesión comenzaron a declararse huelgas en diversos sectores de actividad de la zona. A principios de 1921 la situación se volvió insostenible con paro casi total en Río Gallegos y Puerto Deseado. Unos meses más tarde Soto, acabó liderando una huelga general. El Gobierno de Hipólito Irigoyen envió al Ejército a la zona y se inició una auténtica guerra entre soldados y trabajadores rurales que, ante la evidente desigualdad de armamento, acabó a finales de ese año con un saldo de centenares de peones muertos, muchos de ellos fusilados sin juicio de ningún tipo.

Soto llegó a encabezar un ejército de 600 trabajadores pero finalmente llegó la derrota y tuvo que huir a Chile. "Yo no soy carne para tirar a los perros, no me rindo", dijo Soto, antes de emprender su huida cruzando la cordillera de los Andes. El tiempo le dio la razón porque los peones que se rindieron acabaron siendo fusilados. Se calcula que en total murieron unos 1.500 trabajadores a manos del Ejército. Entre ellos había otros gallegos que acompañaron a Soto en su aventura.

El gallego Soto vivió en diversas localidades chilenas hasta su muerte, en 1963, aunque su actividad política nunca cesó del todo y llegó a fundar el Centro Republicano Español de Punta Arenas y un teatro llamado Libertad en Puerto Natales. También en Punta Arenas creó el centro gallego y abrió un restaurante que se convirtió en punto de encuentro de políticos, intelectuales y artistas. Allí llegó a conocer a Eduardo Blanco Amor, quien realizó un viaje por la zona. Sólo volvió a Río Gallegos doce años después de los sangrientos acontecimientos para intentar explicar lo que había sucedido, pero acabó siendo descubierto y expulsado.

Pérez Leira califica a Soto como una "leyenda" del sindicalismo argentino y recuerda que lo sucedido en la Patagonia fue un "genocidio" cometido por parte de los militares incitados por los estancieros. Pese a que en Galicia su figura e importancia histórica no es tan conocida, el investigador señala que Soto trató sin éxito de alistarse para combatir en la Guerra Civil contra los franquistas. Pese a su nula formación académica, diversos testimonios de sus amigos en Chile le señalan como un hombre muy culto.

Isabel Soto, hija del sindicalista que reside actualmente en Chile, corrobora el amor que sentía Soto por su tierra de origen y apunta que le enseñó a hablar en gallego cuando era niña, además de recordar a su padre recitando versos de Rosalía. Sin embargo, Soto no había podido mantener contacto con los parientes que tenía en Galicia ya que había perdido sus direcciones en un incendio. Isabel señala que su padre nunca hablaba sobre lo acontecido en Patagonia y ni siquiera los amigos más próximos que tenía en Chile sabían sobre su papel de líder en las revueltas. Tras la investigación realizada por Pérez Leira para conocer los detalles de la vida familiar de Soto, Isabel pudo conocer a una de las primas, Elvira Molina, de la que ni siquiera sabía de su existencia y que reside actualmente en Buenos Aires.

Por: JOSÉ LUIS ESTÉVEZ

Publicado en El País de Galicia.

3.-
Antonio Gonzalo Soto Canalejo fue el gran dirigente de la huelga de los peones de Santa Cruz en 1921, lucha sangrientamente reprimida por lo que se conoce como la Patagonia Rebelde, notablemente reconstruida y narrada por Osvaldo Bayer.

En Galicia desde hace tiempo se rastrean las vidas y luchas de sus hijos que fueron a la inmigración que culminan en documentales o en libros. Uno de estos medios es el que utilizó Lois Pérez Leira, nacido en Argentina para su libro: Antonio Soto, desde el Ferrol hasta el fin del mundo.

Forma parte de las “Crónicas de la emigración”, una serie de libros editada por el Grupo de Comunicación Galicia en el Mundo, editorial dedicada a la información periodística destinada a los españoles que residen en el exterior. Sus relatos se leen en castellano y en gallego, en un mismo ejemplar. La empresa publica el periódico “Galicia en el Mundo”. Esta línea de titulares que fueron presentados en la reciente Feria del Libro cuenta con la colaboración de la Dirección General de la Ciudadanía española en el exterior. La serie intenta rescatar la memoria histórica de la vida y obra de los emigrantes españoles: ya se editaron libros como Desaparecidos Españoles en la Argentina, Ramón Suárez Picallo, primer diputado de la emigración, el texto que se comenta y otros.

Bayer había rastreado los orígenes y gran parte de la trayectoria de Soto como la de otros luchadores de la rebeldía patagónica. Lois Pérez la profundiza no solamente en sus raíces familiares sino que aporta nuevos datos que esclarecen más sobre la ideología y pertenencia política de Soto. Así, asegura que Soto se afilió en Buenos Aires al Partido Socialista Internacional, PSI, más tarde Partido Comunista, y por testimonios familiares supo que tuvo relevante presencia durante la Semana Trágica de enero de 1919.

Lois Pérez sostiene que Soto debió escapar de las persecuciones policiales por su actividad durante ese conflicto y lo hizo hacia la Patagonia. “Mi cuñado y su hermano Paco –nos cuenta Pedro Molina, cuñado de Soto– tuvieron que esconderse en un tanque de agua que estaba vacío, para evitar que fueran detenidos y asesinados. Los grupos de la Liga Patriótica los estaban buscando para vengarse de su participación en la Semana Trágica. Después de algunos días de ocultamiento, Antonio decidió marcharse para el sur patagónico, hasta que pasara el terror establecido”.

Es así como Soto se embarca rumbo al sur argentino. “Contacta seguramente en el viaje con una compañía de teatro española que iba haciendo representaciones por los puertos patagónicos” pero no serán las tablas el interés del personaje. Bayer ha relatado minuciosamente la situación de los peones de las grandes estancias, en general propiedad de británicos, que es el panorama que encontró y conmovió al joven gallego cuya foto con gorra y vestimenta de ciclista ha pasado a la posteridad. Es la que le permitió a Luis Brandoni representar al personaje en La Patagonia Rebelde.

Testimonios y cartas

Pérez en cambio no opina como Bayer que Soto, y varios huelguistas como el fusilado Argüelles hayan sido anarquistas. Aporta para ello varios testimonios de familiares, y especialmente un recorte del diario comunista La Internacional del 22 de marzo de 1922: “Se hallan en Buenos Aires una cantidad de camaradas que han tomado participación

Cuando él retornaba a Gallegos, llevaba consigo todos los elementos necesarios para la propaganda comunista y para la creación de una agrupación de nuestro partido en aquel lugar. Y, efectivamente, no bien llegara inicio los trabajos respectivos; pero las exigencias de la lucha sindical que día a día acentuaban su carácter de lucha, le absorbieron el tiempo. Más aún: se disponía ya a una gira de propaganda sindical cuando los acontecimientos, que luego se desarrollaron en forma trágica, precipitaron las cosas, de tal manera que hubo necesariamente de suspenderla. Las declaraciones realmente sensacionales que nos ha hecho Soto tienen importancia especial, puesto que él ha sido uno de los que más participación activa han tomado en los acontecimientos. Son palabras, no son sólo de un testigo ocular, sino las de un actor de suma responsabilidad…”

Un informe de José Penelón a La Internacional, relata la huelga de los peones rurales de Santa Cruz y afirma que en la “dirección de ese movimiento había afiliados al PSI”y que el Comité Ejecutivo “contribuyó con recursos materiales de importancia a salvar de la reacción capitalista al líder más conocido de esa huelga –afiliado al partido…”

Como se sabe, tras la derrota de la huelga Soto huyó con un grupo de peones a Chile. En el país vecino, constata Lois Pérez, amén de sus vicisitudes personales y pasionales, sus vínculos con los comunistas chilenos, su respaldo a la línea del Frente Popular, su relación amistosa con Salvador Allende o su actividad en sociedades de amistad con la URSS, actitudes que no se corresponden a la de los anarquistas. No es un argumento, pero sí es un dato el hecho de que su hija Isabel haya sido integrante de la juventud comunista de Chile.

El intercambio epistolar con su madre da algunas pistas más sobre Soto. En las cartas que Pérez reproduce señala un vínculo directo con el Partido Comunista argentino, dando a entender que su madre conoce claramente esta relación. En todas las referencias la palabra “Partido” está escrita en mayúscula, dándole mayor importancia en el texto.

En la emitida en Santiago el 9 de febrero de 1930 escribe a su madre: “De viaje a Mendoza, mamá, el otro día estuvo en casa un amigo de esa del Partido (sic) y va a ir a tu casa en cuanto le mande la dirección. Pues bien, este muchacho va a averiguar lo tocante a mi situación en cuanto a lo de Santa Cruz, pues debes saber que las autoridades me dieron por muerto, porque los diarios publicaron que había muerto. Así te tienen que averiguar en esa mi situación y lo va hacer el Partido”.
La creencia que los líderes de la huelga eran anarquistas puede haber nacido de que todos, los que eran y los que no, estaban contenidos en la FORA. El joven comunismo tuvo como política que sus militantes sindicales estuvieran en esa central. Interesante aporte historiográfico y para la polémica de Lois Pérez Leira.

4.-
Osvaldo Bayer ha dado su opinión sobre Antonio Soto, desde el Ferrol hasta el fin del mundo, el libro de Lois Pérez Leira donde sostiene que el líder del levantamiento de los peones de la Patagonia de 1921 había pertenecido a las filas del incipiente Partido Comunista y que además, tuvo en vida actitudes políticas más cercanas a la cultura comunista que a la anarquista, ideario con el cual identificó a ese gallego el autor de La Patagonia rebelde.

Dice bien Bayer: “Si hubiera encontrado algún documento que certificaba que Antonio Soto era comunista lo hubiera publicado porque en historia no se puede disimular, ni esconder, ni falsificar”. Es lo que hizo Pérez Lois en su trabajo publicado en Galicia, y presentado aquí en la última Feria del Libro, que comenté para Ñ el 29 de junio en un artículo titulado Un gallego rebelde en la Patagonia.

Mi atención hacia ese trabajo se debió a que encontré por vez primera un documento que a mi juicio es concluyente: es un artículo de la publicación comunista La Internacional, cuyo facsímil está en el trabajo, del 22 de marzo de 1922. Se notifica allí de la presencia de “una cantidad de camaradas que han tomado participación directa en los sucesos del sur (…) Soto estuvo entre nosotros el año pasado, traía entonces la delegación del Sindicato de Gallegos ante el Congreso de La Plata, representación que, por los términos en que se había conferido, lo obligaba a sostener en dicho Congreso la adhesión incondicional a la Internacional Sindical Roja (un brazo de la III Internacional leninista)… Cuando él retornaba a Gallegos llevaba todos los elementos necesarios para la propaganda comunista y para la creación de una agrupación de nuestro partido en aquel lugar …” (el subrayado es mío).

Lois Pérez añade en esa dirección, cartas personales de Soto, testimonios identificados de familiares, incluso de su hija y hermana, versiones orales, etcétera. Pero además un extracto del informe elevado por José Penelón, entonces secretario general del aún Partido Socialista Internacional a la III Internacional, acerca de la lucha y represión en el extremo sur: “En la dirección de ese movimiento, había afiliados al PSI; el Comité Ejecutivo contribuyó con recursos materiales de importancia a salvar de la reacción capitalista al líder más conocido de esa huelga –afiliado al partido cuya cabeza había sido puesta a precio” (el destacado mío). Este documento está en el Congreso de la Nación. División Microfilm, año 1997. Archivos Secretos Desclasificados de La Internacional.

Contrariamente a lo que dice Bayer, Lois Pérez da fuentes y documentos para avalar sus afirmaciones. A su trabajo no lo observé como confrontativo con el de Bayer, sino más bien como un intento de precisar algunas cosas que no modifican nada de lo esencial. Bayer sabe que soy un crítico del comunismo, pero que valora tanto sus aciertos como sus errores.

En mi libro La FEDE, rescaté del anonimato nombres de grandes luchadores omitidos perversamente en la historia oficial. Por eso, al menos para mí, reivindicar posturas políticas de figuras de la lucha popular, no es una actitud de capilla.

Bayer, por caso, sostiene que el líder de la misma huelga, Albino Argüelles, se había afiliado en Buenos Aires al Partido Socialista, cuando en rigor lo hizo al Partido Socialista Internacional, según el Esbozo de Historia del PC (1948) o testimonios de Florindo Moretti que lo conoció personalmente, en el libro Tiempos de Huelgas de Arturo Lozza

5.-


El humo negro de las gomas quemadas frente a la municipalidad se metía por las grandes ventanas del viejo café. Eran trabajadores de un diario local que reclamaban el pago de sus indemnizaciones y pedían que la dirigencia política se hiciera cargo de denunciar los manejos turbios de esos dueños que parecían hacer lo que querían, de manera legal o ilegal.

La calle estaba cortada, el tránsito congestionado, la temperatura existencial aumentaba y el clima, en pleno otoño, se volvía espeso.

Adentro de la rantifusa capilla en que suelen convertirse los bares antiguos, todavía había espacio para las conversaciones sin tiempo ni urgencias.

-¡Che, gallego!...¡Contate otro cuento de esos que vos sabés! - dijo el hombre de no más de cuarenta años, amurado contra el viejo mostrador que se resistía a formar parte de la leyenda urbana a pesar del avance de los reciclajes permanentes de los bares ubicados en el centro de la ciudad que siempre fue sinónimo de inmigración.

-¿Cómo le vas a pedir que se cuente uno de gallegos a un gallego?. ¡Estás loco, vos! - replicó el tachero petiso que siempre tomaba café en medio de la mañana.

-No...Vos estás equivocado, petiso. El gallego cuenta unas historias bárbaras de su pueblo, de allá de Galicia, cuando su familia vivía en medio de los bosques - respondió el casi cuarentón.

-En medio de los bosques y las piedras, cabrón...Nunca te olvides de las piedras que para nosotros son sagradas - contestó el hombre flaco, fibroso, de bigotes cenicientos y cabellos grises, mientras miraba la manifestación de trabajadores.

-Bueno, gallego, no te calentés...

-No, no es eso...Pero justamente me acordaba de las historias que aprendí cerquita del río Miño, cuando soñábamos atravesar el Atlántico y hacernos ricos con nuestras inimitables redes de pescadores - agregó mientras limpiaba una taza de café que hacía rato no figuraba entre las novedades en artículos para el hogar.

-¿Sabés la historia que me gusta a mi?...Esa de la Santa Compaña o algo por el estilo que alguna vez me contaste...-insistió el feligrés cotidiano de las cuatro décadas.

El hombre se refería a la peregrinación de los muertos, una creencia muy difundida en el norte de Galicia.

Según se cuenta, es una procesión de figuras humanas cubiertas con sudarios y capuchas siempre envueltas en una extraña luminosidad.

Hay testimonios que describen un fuerte olor a cera quemada y que cuando se detienen en una casa, días después, alguien de ese lugar muere.

Hubo científicos de todas las tallas intelectuales que intentaron encontrarle una explicación lógica a estos relatos, pero ninguno salió airoso. Otros, más realistas y pragmáticos, argumentan que se trata de una pandilla de contrabandistas de tabaco o mariscadores, según la región. Pero nadie sale invicto al paso del tiempo y la inalterable multiplicación de cuentos que avalan la errante peregrinación de espíritus.

En este tercer milenio tan atravesado por las comunicaciones, internet y realidades virtuales, la Santa Compaña sigue habitando el país gallego.

-Pero lo que tenés que acordarte -dijo el Gallego- es que la Santa Compaña siempre está guiada por alguien vivo que necesita de otro ser vivo para liberarse.

-¿Y cómo es entonces la cosa? - repreguntó el hombre.

-Algunos dicen que la Santa Compaña viene para exigir misas postergadas, otros creen que le reprochan a los vivos sus pecados...Es una historia compleja y permanente que viene desde hace mucho, mucho tiempo, desde los días de los abuelos viejos - dijo el encargado del bar al tiempo que los trabajadores seguían cortando la calle exigiendo lo que necesitaban.

-Ves, esas son las historias que le pido al Gallego que cuente. Son historias buenas...-le dijo el conocido al taxista.

-Claro que es una buena historia...Pero hoy les voy a contar una prohibida...-agregó el encargado del viejo café.

-¡No me digás que tiene sexo y porquerías! - se entusiasmó el taxista retacón.

-Prohibida porque estaba censurada en las escuelas durante el franquismo...Ustedes deberían saber que nuestro pueblo siempre quiso ser independiente. Los abuelos viejos enfrentaron y resistieron a las legiones de Julio César y Augusto y fuimos reprimidos por los mercenarios de los Reyes Católicos...

-¿Los mismos que bancaron a Colón en su viaje a América? - preguntó atento una muchacha que ya se había alejado de las carpetas que hasta hacía momentos la tenían sumergida en ella.

-Esos mismos, señorita. Isabel y Fernando. Los abuelos contaban que había una sola vez que la Santa Compaña no estaba compuesta por almas en pena, sino que era integrada por espíritus rebeldes y solidarios. Y que cuando esta especial formación aparecía entre los bosques, las piedras y las rías de Galicia, no se necesitaba de un ángel para que se esfumaran sino que un joven encarnaba esas ánimas y desde entonces se convertía en un emisario de libertad e igualdad...

-Aclará los tantos, gallego, porque mucho no se te entiende...

-Mi tío, republicano el hombre, dice que la historia fue conocida por uno de los alalá que se cantaban en contra de Franco.

-¿Qué son los alalá? - preguntó el taxista.

-Eran canciones que expresaban hondas tristezas, alegrías y rebeldías. Y fueron la forma que encontró el pueblo para resistir la dictadura. Muchas se perdieron en el olvido, otras fueron grabadas cuando murió el generalísimo y algunas, muy pocas, se cuentan muy de vez en cuando. Cada quince años que, según dicen, es el tiempo que se toma esta Santa Compaña especial para reaparecer.

En ese momento, el Gallego buscó una vieja fotografía que tenía guardada en algún rincón del mostrador y la mostró a su auditorio.

Era un hombre flaco, de boina, corbata negra finita y pantalones que terminaban dentro de unos pesados borceguíes. Tenías las manos en los bolsillos y una sonrisa amplia y sincera. Mirando hacia un costado, como disfrutando de algún momento de alegría. Se lo veía fuerte y joven, muy joven.

-Antonio Soto, se llamaba...

-¿Y ese quién es? - inquirió la estudiante.

-Un trabajador que terminó siendo secretario general de la Federación Obrera de Río Gallegos en los tiempos de la Patagonia Rebelde - contestó mirando el humo negro de las gomas quemadas que cada vez se hacía más denso.

-¡El de la película argentina!. ¡Esa la vi! - apuntó el hombre que quería más historias gallegas.

-Ese mismo, el que fue representado por Luis Brandoni...Ese era un muchacho gallego y que vino a la Argentina buscando el paraíso de cielos abiertos, pampas verdes y una mujer para amar.

-Perdoname Gallego, pero no entiendo. Qué tiene que ver Brandoni, ese Soto con los muertos que se aparecían cada tanto a recorrer los caminos de tus pueblos...

-Porque según cantaban en esos alalás prohibidos en tiempo de Franco, la Santa Compaña que surge cada quince años siempre termina encarnando sus palabras en mujeres u hombres que van a nacer. Y todos contaban que Soto estaba por nacer en un castro, un castro es una casa redonda que viene del tiempo de los celtas, en El Ferrol, y que en esa noche los espíritus se detuvieron frente a la humilde casa y momentos después, el crío lloraba saludando la vida.

-Así que Brandoni vendría a ser la reencarnación de un gallego muerto...¡mirá vos! - quiso sintetizar el chofer.

-No seas bruto, hombre. Antonio Soto había nacido para seguir la marcha por la libertad de los viejos abuelos de Galicia, los mismos que siempre buscaron la independencia para ser felices. Soto, marcado por los espíritus de esos viejos abuelos rebeldes, sería el continuador de los que pelearon contra los romanos, los árabes y los españoles reaccionarios. ¡Y mira si lo hizo!. Fue el líder máximo de aquella gesta obrera allá en el sur...

Después el Gallego se quedó en silencio, mientras la piba que estudiaba empezó a sentir que le picaban los ojos y no era por el humo negro de las gomas incendiadas, sino por otro tipo de ardor. Un ardor viejo y siempre nuevo que nace justo allí donde se junta el amor y el dolor. Emoción, rebeldía y memoria gallega.

En una cajita de madera, siempre dentro del mostrador del café, los papeles guardaban la historia oficial de Antonio Gonzalo Soto Canalejo nacido el 8 de octubre de 1897 en la ciudad de Ferrol. Que a los diecisiete años llegó a la Argentina y que cinco años después se sumaba a la Campaña de Teatro Serrano Mendoza, que recorría todos lo puertos patagónicos. Después terminó enamorado de los misterios de la Patagonia, tan distinta en paisaje de su Galicia natal, pero tan pletórica en melancolía, pescadores y emigrantes como su tierra.

Hasta que a principios de diciembre de 1921, el ejército rodeó a los obreros huelguistas en la estancia “La Anita”. "Os fusilarán a todos, nadie va a quedar con vida, huyamos compañeros, sigamos la huelga indefinidamente hasta que triunfemos. No confiéis en los militares, son cobardes por excelencia, son resentidos porque están obligados a vestir el uniforme y a obedecer toda su vida. No saben lo que es el trabajo, odian a todo aquel con libertad de pensamiento ... No os entreguéis", rogó Soto.

"No soy carne para tirar a los perros. Si es para pelear me quedo, pero los compañeros no quieren pelear", terminó diciendo y una vez más dejó atrás la tierra querida.

Soto cruzó la cordillera, llegó a Punta Arenas, luego a Valparaíso y se enamoró de Amanda Souper, con quien tuvo seis hijos. Hasta llega a montar su propio cine y quiere pelear por la república en la guerra civil española. Pero ya está muy enfermo.

El gallego Soto, dicen que murió el 11 de mayo de 1963, cuando tenía sesenta y cinco años.

Esa noche, tanto en El Ferrol, como en Chile, una columna de almas rebeldes y libres, los espíritus de los abuelos viejos gallegos, conformaron una Santa Compaña que volvió a entonar alalás prohibidos en gaitas olvidadas.

Cuando el Gallego reabrió el bar a la mañana siguiente, la estudiante lo esperaba junto a media docena de compañeros y le pidió, además de varios cafés, que le contara alguna historia de aquella tierra que todavía respira libertad, rebeldía, melancolía y belleza, mientras los trabajadores del diario seguían peleando junto a un joven muchacho, flaco, de boina, corbata negra finita y pantalones que terminaban dentro de unos pesados borceguíes.

Fue entonces que el Gallego se llevó las manos a los bolsillos y dibujó una sonrisa amplia y sincera.

6.-

Por Osvaldo Bayer

A noventa años de los fusilamientos de peones rurales en la Patagonia. Muerte injusta en el paraíso. Allí, cerca de uno de los paisajes más hermosos del mundo, esos pobres trabajadores de la tierra que pedían tan poco fueron asesinados por el Ejército Argentino, por orden del teniente coronel Héctor Benigno Varela, jefe del 10 de Caballería, por el bando de pena de muerte otorgado por el presidente Hipólito Yrigoyen, en 1921. Estamos frente a la tumba masiva en la estancia La Anita, en Santa Cruz. A doscientos metros de ella, la construcción muy humilde que los recuerda. Allí realizamos el acto, como todos los años en esta fecha. El 8 de diciembre. Hubo música de guitarra gaucha, la voz de un cantor del pueblo y las voces emocionadas de varios oradores. Expresamos nuestro dolor ante un crimen oficial tan injusto, cruel y siempre impune. Jamás sus autores fueron juzgados. El fusilador teniente coronel Varela, sí, fue muerto por la ira del pueblo, en manos del anarquista alemán Kurt Gustav Wilckens, que hizo volar por el aire al orgulloso militar argentino.

Pero el gran responsable de los crímenes oficiales cometidos contra los trabajadores del campo fue el presidente Yrigoyen, ya que le dio al militar Varela el bando de la pena de muerte “por subversión”. Señor presidente: una huelga no es subversión. Subversión fue aquella traición a la democracia que hizo años después en la década del treinta el general Uriburu quien lo derrocó a usted. Y no la justa huelga, el grito de nobleza rebelde de cientos de peones patagónicos que querían vivir con un poco más de dignidad y no como verdaderos esclavos de los dueños de todo en aquellas latitudes sureñas. En el acto del jueves pasado recordamos en toda la verdad, tan cerca del Lago Argentino, la memorable sesión de la Cámara de Diputados en el Congreso de la Nación, poco después del crimen de los fusilamientos, cuando la oposición pidió aclarar el porqué de los crímenes que acababa de cometer el Ejército y la responsabilidad del presidente Yrigoyen en ese crimen cometido por el partido radical gobernante. Pero en ese debate el único camino que el radicalismo vio para negar la verdadera justicia fue votar en contra de todo proyecto de investigación sobre los fusilamientos de peones. E Yrigoyen tuvo una actitud poco democrática, no aceptó enfrentar a la oposición en el Congreso de la Nación ni responder a las preguntas del porqué la pena de muerte en las pampas argentinas contra los más débiles. Siempre, Yrigoyen se negó a tratar de explicar el deleznable y cobarde crimen oficial.

El público presente en el acto del jueves pasado frente a la estancia La Anita, bajo un cielo absolutamente celeste, fue casi todo joven, y esa juventud gritó tres veces la palabra “Justicia”. Sí, allí en esa tumba masiva de los asesinados por el fusil del ejército argentino están enterrados trabajadores de todas la provincias argentinas y chilenos venidos de la isla Chiloé, por eso llamados “chilotes”. Y también anarquistas españoles, rusos y alemanes que enseñaban la teoría del socialismo en libertad.

En nuestras palabras, dichas con la enorme tristeza de que nunca oficialmente los argentinos hemos reconocido el crimen, recordé aquella sesión de diputados de enero de 1922, donde el representante socialista De Tomaso comenzó diciendo con voz emocionada: “Señores diputados, ha ocurrido en el territorio de Santa Cruz una tragedia horrible. Se ha hecho una pesada atmósfera de silencio en primer lugar por la prensa grande. Nosotros, que tenemos informes precisos de lo que allí ha ocurrido, nos haríamos cómplices voluntarios de ese silencio si no denunciáramos esos hechos y no pidiéramos la investigación que exige el decoro del país. No hagamos un juego de ocultaciones ni de disimulos. Lo que pasa es que en este caso, las víctimas son pobres diablos, como se dice en el lenguaje de los ricos, son peones, son carreros, son ovejeros. Aseguro a la Cámara que muchos de los cadáveres todavía están insepultos en el campo donde se produjeron los fusilamientos. Todavía llegaría a tiempo la comisión para ver los restos de algunos cadáveres que fueron quemados con nafta derramada sobre ellos por las tropas del ejército”.

Pero los radicales votarán en contra de toda comisión investigadora. Y se acabó. Los muertos, muertos están. Fusilados sin juicio previo. El teniente coronel Varela había sido el juez supremo. La democracia había recibido una puñalada por la espalda. Se había cometido el mayor crimen contra los trabajadores de la tierra de nuestra historia. Pero las pruebas quedaron. Ahí están las tumbas masivas en todo el territorio santacruceño. Todas están ya marcadas. El pueblo les lleva flores. Se los acaba de recordar. En cambio, para los fusiladores no hay ningún homenaje. Los estancieros, los beneficiados, miran hacia otro lado, para ellos la historia no existe.

Finalmente. La ética siempre triunfa. Pueden pasar muchos años, pero la verdad se impone. Se sabe que el estanciero Federico Braun, dueño de la estancia La Anita, está por donar la tierra donde está la tumba masiva de los peones fusilados para que allí se traslade el monumento que los recuerda actualmente a doscientos metros de allí.

Pasaron muchos años desde aquel diciembre de 1921 cuando el feroz teniente coronel levantaba la mano marcando cuatro dedos que significaban cuatro tiros ordenando fusilar. Y la ética siempre triunfa. El jueves los jóvenes gritaron “Justicia” y la Historia los mira de frente. Se hace Justicia, por fin. Nadie ya puede echar de menos los crímenes de aquel diciembre de 1921. Los monumentos de aquellas lejanas tierras sureñas para “Facón Grande”, Albino Argüelles, Outerello, están allí mirando a la sociedad de frente. Los que pusieron el rostro para exigir dignidad en el trato con las peonadas. De los represores, nada. Ni siquiera aparece algún pariente de ellos para cuidar sus tumbas anónimas.

Un ejemplo a tener por los represores de siempre. La Patagonia Rebelde, aquella de las peonadas en asambleas por la dignidad, se ha impuesto definitivamente. La ética, la verdad histórica, la justicia, finalmente es la que da la última palabra.



7.-

LA PATAGONIA REBELDE (1974) de Héctor Olivera. Escrito por MAXIMILIANO CURCIO el Lunes, 29 marzo, 2010






SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS

Maximiliano Curcio

En el año 1921 en Argentina sucedió lo que se dio en llamar “La Patagonia Rebelde”. Una huelga de los obreros del, por aquel entonces, denominado territorio nacional puesto que todavía no había provincias allá. En su mayoría inmigrantes, en reclamo de mejoras en las condiciones de trabajo y salario, miles de ellos fueron barridos por el ejército enviado por el presidente Hipólito Irigoyen. Engañados, masacrados y despojados. Un pueblo jamás debe olvidar sus raíces. Es entonces que en la década del ’70 salió publicado el libro de Osvaldo Bayer titulado Los Vengadores de la Patagonia Trágica. Inspirado en dicha novela, Hector Olivera y un elenco estelar (integrado por Héctor Alterio, Pepe Soriano y Luis Brandoni) llevaron adelante una ambiciosa realización titulada La Patagonia Rebelde, como era llamado aquel hecho histórico. Un film marcaría un quiebre en la historia de la cinematografía argentina, constituyendo un hito su realización y un salto de calidad para un cine que lo necesitaba.

La película va a tratar un hecho histórico para darnos a nosotros como pueblo una idea de lo que fue aquella masacre del sur de nuestro país. Se dice que las adaptaciones cinematográficas tienen un porque, en esto de traer a un tiempo de hoy hechos del pasado, a una sociedad contemporánea ubicarnos en las coordenadas históricas de una época que por algún motivo en especial nos despierta la atención y nos mueve los sentidos. Esa mística tiene la literatura y su mágica conexión con el cine. Los hechos contados en la película rescatan del olvido un evento que la sociedad argentina no debería olvidar jamás, y esto forma parte del ser nacional que somos. A veces un argentino sin memoria se convierte, irónica y tristemente, en el perfecto argentino.

La dictadura hizo desaparecer y obligó a irse del país a tantos anónimos y desconocidos. Y también a algunos ilustres renombrados como Osvaldo Bayer, quien tuvo que dejar su patria por escribir La Patagonia Rebelde. A el también le tocó el desarraigo, la perdida de la identidad y el cambio absoluto del rumbo de sus vidas para su mujer e hijos. A Osvaldo Bayer le prohibieron libros, le quemaron ejemplares, lo exiliaron. Hoy día volvió a pisar suelo argentino y ha recibido múltiples reconocimientos. Su ideología (la que Bayer con orgullo defiende a ultranza) fue acallada por tantos gobiernos que con actos cobardes intentaban defender sus intereses. El film de Olivera también fue censurado por el gobierno peronista. Esos mismos intereses que muchos años antes defendían un puñado de trabajadores que para preservar sus derechos decidieron convocar una huelga general, eran nuevamente silenciados.

La película está llena de símbolos propios de la ideología política sindical de la época, acentuando los momentos de tensión y marcando claramente los distintos puntos de la misma sociedad en que se encontraban estos grupos: la elite terrateniente por un lado, particularmente influenciada por la cultura inglesa, dominante de tierras. Vemos como hasta en aquellos actos que deberían ser de naturaleza nacionalista, existen tintes evidentes de esta dominación cultural. Por otro lado, la caracterización de los obreros es mucho más particular: cantan himnos con un fuerte sentimiento socialista, dejando ver ese sindicalismo que aflora y se presenta con una gran cantidad de evidencia socialista y anarquista, la cual no es originaria de aquí sino traídos de la cultura propia de los inmigrantes europeos.

Tanto el contexto político y económico se relacionan y de alguna manera determinan el contexto social que en este caso representa el centro del conflicto. El film muestra como distintos factores económicos tanto nacionales como internacionales sumados a la dirigencia política, influyeron en un sector de la sociedad que reaccionó y trato de oponerse en este caso a la injusta situación en la que vivían. Los distintos grupos bien marcados en una sociedad son ejemplificados en el film, donde no todos tienen las mismas condiciones ni los mismos intereses. Esto limita mucho el funcionamiento de una sociedad en términos de justicia e igualdad y más aún cuando se recurre a la violencia y a la represión. Pensar esta película va más allá de encontrar causas y consecuencias, podemos ver más allá de los hechos, y llegar a una sociedad debilitada por las fuerzas exteriores que lograban enfrentar a argentinos entre si, defecto crónico que también forma parte del ser nacional que somos, incluso hoy casi un siglo después de aquel infortunado suceso.

http://www.youtube.com/embed/0z-FcJcC_xU

Estreno documental "Tras la huella del Gallego Soto" mañana en el Centro de Extensión del CNCA


Tras la huella del Gallego Soto, tendrá Avan Premiere en el CNCA

La obra dirigida por Danilo Ahumada, rescata la historia del movimiento obrero patagónico de los años 20’, a través de la figura de Antonio Soto Canalejo.

El martes 11, a las 19 horas, en el Zócalo del Centro de Extensión del CNCA, se estrena Tras la huella del Gallego Soto, una especial propuesta audiovisual que rescata la memoria de un importante capítulo de la historia sindical chileno – argentina, bajo la dirección del periodista Danilo Ahumada Flores.

La iniciativa audiovisual rescata la historia del movimiento obrero patagónico de los años 20’, a través de la figura de Antonio Soto Canalejo, inmigrante gallego que lideró la lucha reivindicativa de aquellos tiempos. La producción se basa en un hecho verídico que marca a sangre y fuego la historia sindical chilena y argentina, que cobra fuerza justo en el marco de la conmemoración de los 100 años de la Masacre de la Escuela Santa María de Iquique.

Tras la huella del Gallego Soto utiliza un género que mezcla características propias del documental, con reconstituciones de época, toques de ficción y un sutil juego con los tiempos. La original propuesta constituye la ópera prima de su director, Danilo Ahumada Flores, junto al equipo de profesionales y técnicos de Tierra Sur Producciones.

La propuesta dramática, en tanto, está a cargo de la actriz local, Lorena Ibaceta, mientras que el elenco está conformado en sus roles protagónicos por Arnaldo Berríos, María José Parga y Roberto Cepeda.

El rodaje de Tras la Huella del Gallego Soto se efectuó en territorio patagónico - en las ciudades de Punta Arenas y Puerto Natales, en Chile, y Río Gallegos y El Calafate, en Argentina - y en Valparaíso y Buenos Aires. Su estreno será el martes 11 diciembre (19 horas, Zócalo CNCA) y es organizado por la Universidad de Playa Ancha – a través de su Dirección General de Extensión - y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Cuenta con el auspicio de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Provincial Valparaíso.


2 comentarios :

  1. https://youtu.be/Lg3UnWgt3Kk
    Video del relato del hijo de un huelguista de la patagonia rebelde.

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  2. Un excelente reportaje. Sin la memoria histórica es muchas veces difícil entender los procesos históricos.

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