lunes, 24 de diciembre de 2012

POESIA: CRUJIENTE EL DÍA EN LA PATAGONIA



En un paraíso del siglo XIX se oyen silencio que van más allá
de donde el hielo se funde
y su majestad el aire invernal
se incrusta en los poros
y se pone a navegar por la piel hasta entrar en el cálido cuerpo
donde se convertirá
en extremecedor bramido de fiera surgida de un lago natural
como si fuera un monstruo que de la Patagonia quisiera escapar.


Crujiente el día al pisar sobre la alta hierba del páramo infernal
sucumben las montañas y se vuelve triste el cantar
de las aves tiernas como flores
que desde los altos  cipreses y araucarias trasmiten su pesar
al ver como la noche llega y con ella ese frío glaciar
que las hace que se escondan  en lo más profundo de las simas
que se abren en una oquedad.

Entre silencios de altura y baladas de forajidos, vaqueros
y ensilladores de potros sin castrar
se abre el corazón de la Patagonia para enseñar sus minas de oro,
preciado metal,
sus cementerios de lapidas comidas por la eternidad
y sus historias interminables que hablan sin cesar
de amores perdidos en cataratas
que se arrojan sin cesar desde alturas que vienen a matar
el silencio extremado y duro de la alta montaña pulida por el sol infernal
y los berridos de los animales de estepa
cuando se lanzan en batalla para demostrar
que son los más fuertes y más viriles en su hábitat natural.

Pajaros de colores, albatros, patos y gansos,
como lenguas pintadas para carnaval se estrujan en el cielo
y cantan al pasar como si nos quisieran decir,
nos vamos a casa y vosotros ir a descansar
y entre árboles, ríos, lagos, montañas, hielos y naturaleza salvaje y sin domar
aparece un cherif de Texas venido hasta aquí para desenterrar
historias y más historias
que nos hablan de un extraño animal
que en la corriente de un lago se venía a nadar. 

Autor: José Vte. Navarro Rubio



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