domingo, 30 de diciembre de 2012

POESÍA: DÍAS DE POSGUERRA EN PATRAIX (VALENCIA)


 

Yo vengo de una España
en que la ideas morían en el cerebro
por miedo a ser señaladas
por los delatores del Régimen perverso.

Era el miedo un patrimonio
a veces solo comparable al silencio
de los que callaban
y tragaban hacia adentro
sus propios pensamientos.

Yo vivía en un barrio obrero
de braseros hechos en la calle
y de casas tan limpias de objetos
que parecían frías cámaras
en las que tender la ropa dentro
para que no se las llevara el viento.

Rodeado de huerta
su colegio
era de todos ellos
en el que la naturaleza
más armonizaba
con su medio natural
que le servía de ejemplo.

Arquerías medievales como la de Pontons
servían de fiel recuerdo
de lo que había sido aquella Valencia .árabe
de acequias y molinos surcando todo su término.

En Patraix la huerta olía a cultivos
de patatas, cebollas, cacao, maíz, tomates
y todo aquello que se nutre del agua
y la tierra agradecida devuelve
en forma de frutos suculentos.

Valencia era por aquellos días de los años 60
del siglo XX, 
un hermoso jardín
donde los trinos de las aves
y el perfume de los naranjos
llenaba las casas y convertía al barrio entero
en un medio natural
en mitad de un mundo de ensueño.

¿Te recuerdas Antonio?
no, tú no, que ya por desgracia has muerto?
¿Florecio te acuerdas
como florecían los olivos
y como las moreras echaban hojas
que nosotros cogíamos para dar de comer
a los gusanos de seda
con los cuales nos entreteníamos de pequeños?

Claro que se acuerda
pues en ello
eramos todos escaladores
y subíamos por los troncos viejos
igual que las ardillas
bien cogidos al ramaje
y trepando sin miedo
hasta las altas ramas donde llenar las bolsas
para bajar luego
y de camino a casa tirar barquitos hechos
con las hojas de las cañas
a una acequia Favara
que pasaba por allí rumborosa en su follaje espeso
con poca agua y mucho cieno.

Días de aquellos ya no volverán
ni para Antonio que ya estás muerto,
ni para Moya todo un genio
en el arte de conducir un seat 600
col el cual volábamos camino de Petrola
con tanto miedo
que las uñas quedaban señaladas
en la tapicería del asiento trasero.

Todo era por aquellos días
como un cuento
que tenia por protagonistas
a un grupo de amigos
de todos los lugares y encuentros
que crecimos a orillas de Patraix, pueblo,
y de mayores cada uno hizo su vida
por allí, en el barrio, o lejos.

Este es el canto perecedero
de quien todavía se recuerda de todo aquello
y aún queriendo volver a sus orígenes
esto  se le hace imposible
pues quien manda es el tiempo
que pone a cada cual en su lugar
y determina en todo momento
lo que fue, es y será de nosotros
por mucho que busquemos nuevos puertos
donde escondernos.

Autor: José Vte. Navarro Rubio
Patraix. Església de Sant Isidre Llaurador.JPG

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