Paro en mi afán de escribir
y miro una taza de porcelana blanca
con su ribete manchado
y me pregunto:
¿buena has comenzado la mañana
casi amenazando?
No es cólera ni sarcasmo,
ni odio, ni otra cosa diferente
a lo que hace de esto 57 años
vengo clavando
ya sea en mis interiores duros
como el tronco de un roble
con un pájaro carpintero
taladrandole el alma,
ya sea escribiendo
y dejando
como si con ello quisiera
lavarme,
al igual que un día lo hizo
un gobernador romano,
las manos.
Nada es diferente en mi metódico
ir de un lado para otro husmeando
ahora, eso si,
me he vuelto más refinado
y como consecuencia todo lo digo
intentando aclarar y despejar dudas que me encuentro
a poco que con la gente hablo
o abro
las primeras páginas de un diario.
En esto me viene al caso un artículo
que sale en el País
y con brújula en mano
me dispongo a leerlo
y en ello me aclaro
que de quien se habla es de Javier Pradera
de quien se opina,
dejemos aquí el caso
y si hace falta compremos el libro
de Santos Julía: Camarada Javier Pradera
y leamos
que fue un homenot, irreemplazable y desgarbado.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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