domingo, 30 de diciembre de 2012

POESÍA: A MI PADRE QUE ACABA DE CUMPLIR 92 AÑOS: UN SUPERVIVIENTE DE LA QUINTA DEL BIBERÓN

                           FOTOGRAFÍA DEL BLOG LA AMAPOLA LIBERTARIA

Él me mira con los ojos rotos
en mil batallas
que continuamente afloran a su mente,
él vive para el pasado
y el presente solo es lo del momento,
por eso el viaja
a ese túnel del tiempo
y me lleva gateando
entre trincheras
y oscuros parajes
a un año 1939
y a un puente, en Madrid, la asediada y vencida,
por un ejercito de camaleones
y de cruces
agitando al viento
la disciplina de Hitler
y el desprecio
de las legiones romanas
cuando cortaban cabezas
y estas no eran de liebres.

Él, es mi padre,
92 años cumplidos
y una quinta del biberón
de la que bebe todavía sus recuerdos
y en aquel puente de los franceses
mi padre se enfrenta
con el mundo que otros soñaron
y que para el eligieron
cerca de una colonia de Romanones
donde los duros maderos de las vigas
servían de carburante en los inviernos
y un piano,
sin pianista
ni orquesta,
de cenicero.

Él se recuerda de la guerra
y del día
que salió del destacamento
para irse al centro
de un Madrid convertido
en autopistas de silencios
con ambulancias distribuyendo
lisiados y soldados heridos
en los frentes rotos y abiertos
por bayonetas caladas
por otros guerreros
que venían de las nieblas de la noche,
de los infiernos,
para comerse las libertades
y en ese encuentro
uno de la quinta,
mi padre era uno de ellos,
se marcha de Madrid con lo puesto,
cuatro bombas y una pistola
y un mono de faena cosido
por mi abuela en el pueblo.

Él recuerda la Casa de Campo
como un gran hormiguero
de soldados por todos los lados
y balas rugiendo
por encima de las trincheras
buscando algún cuerpo
con que salir fructifera la bala
al tirador de ojos negros como un cuervo
que desde la lejanía gritaba:
"Rojillo asoma el cuello".

Ellos papel de fumar tenían
y los otros la hebra
y en ese desconsuelo
de poder fumar y estar a pocos metros
su consuelo era,
en días de tregua,
pasarse el papel y la hebra
y en ese acuerdo fumaban
con recelo
siempre a la espera
de que algún mando
dispusiera volver a los enfrentamientos.

Carretera de Valencia
en una ambulancia
mi padre carga los recuerdos
y dice que de travesía hacia su pueblo.
el mio también, Pinarejo,
durmió en una caseta de perros
como si fuera un Rey
sentado en su trono
y a sus pies el pueblo
y entre casetas de peones camineros
y frías comidas
y paradas que no vienen a cuento
un día que el recuerda como de mucho viento
llamó mi padre a su casa y mi abuela, Juliana,
de negro y con velo
al abrir la puerta exclamó:
¡Jesús!
¡Dios¡
¡El niño, mi hijo, Tomás, ha vuelto!

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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