En mí no hay otra cosa
en estos momentos
que dedos dando
a unas techas
y corrigiendo
al instante lo que escribo y no me termina de ser del agrado.
Para mi en este instante el mejor de mi vida,
del año,
de diciembre
de mi desamparo,
lo cultivo
como quien pone en una maceta un grano
y le sale una planta
de espanto.
Para ti
que te contentas con leer
y apreciar o desapreciar
lo que a otro le cuesta
sufrimientos no contemplados en ningún diario,
solo hay en este acto
poco más que un minuto de vuelo raso
en un bimotor
con ojos de cristal
y pestañas de estaño
contemplando deslices involuntarios,
meteduras de patas
propias de asnos
y alguna que otra reflexión
que si viene al caso
algún día podrás decir:
eso lo leí yo,
no se hace de esto
cuantos años.
Ultimato en la mañana,
ahora que claudica la noche
y con banderas blancas en el horizonte
se acerca un tornado
de noticias del día
que avisan del paro,
de lo mal que lo van a pasar los jubilados,
de la privatización de la sanidad
y de ese sarcasmo
con el que despacha una señora
que opina que las huidas al extranjero para buscar trabajo
son para los jóvenes españoles como un buen regalo.
No me digan
si me están mirando,
si me están leyendo,
si están bostezando,
si están saliendo de la página y el ordenador se les ha quedado clavado,
si se le ha caído la taza de café en el teclado,
si le llaman al teléfono para decirle que la cita se ha aplazado,
si un amigo le envía un SMS para decirle que está en el paro,
si su hijo desde el extranjero le llora por lo mal que lo está pasando,
si es mujer violentada y su energumeno le extorsiona con refinamientos propios de un psicópata barato,
si sale a la calle y le piden limosna y solo puedes dar la mano,
no me digan,
que el asunto está para que nos tomen por jodidos desgraciados
con derecho a voto
y a rascarnos las pulgas
a la voz recia de un mal amo.
¡No me digan!. ¿No me digan?
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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