sábado, 29 de diciembre de 2012

POESÍA: RAJOY EL SIMPLE

En un recuerdo desvanecido
de una tarde con sabor a tierra,
en un recuedo sin más historias
que esta que a todos nos lleva,
miro y leo,
repaso con ojos de fiera los diarios
y me detengo
donde se señala en grandes letras
un discurso mediatico
a medida de quien lo lea,
sin necesidad de ningún tipo de replica
de un político que se siente Presidente
y que con falsa humildad nos recuerda
los grandes sacrificios
para los que no tienen ni cerillas
con que  prender fuego a esa hoguera
en la que calentarse
y poder complacer de esta forma tan misera
al resto de la terna,
entre ellos banqueros de su señoría,
ladrones de todo lo que huela
aunque sea a coprolitos de hienas,
empresarios defraudadores,
directores de grandes empresas,
amigos de cuatro chavos
y prensa adicta al organo que mejor les compensa.

No nos digas ni nos impongas,
Presidente de esta España que tanto le apena,
más sacrificios
y aplique la política con decencia
pidiendo más a los que tienen
y repartiendo hacienda entre los que no llegan
al final del día
para sentarse entorno a una mesa
a oír un discurso
que les pueda alegrar algo más
de lo que usted nos enseña
en el día a día,
en la hora a hora,
como si el Consejo de Ministros estuviera en su chistera
y su señoría fuera
un sonámbulo receptor de propuestas.

A las 9 de la mañana
un diario me enseña
a un cónsul imperial: Rajoy el Simple,
acudir a una cita con la conciencia,
no la suya
que de tanto engañar
anda un poco lerda,
sino la otra más rastrera
la de aquellos que le dictan el mensaje
y le ponen en letra negra
lo que no debe olvidar
para que todos sepan
que el futuro es nuestro
en lo que se refiere sacrificios y reprimendas
y de ellos, sus amigos y amigas, la fiesta
ya sea de Navidad,
de Semana Santa,
de Verbena,
de moros y cristianos,
de Sevilla,
Navarra,
Valencia,
La Mancha entera,
de toros,
fútbol,
esquí,
o de lo que se quiera,
pues todas son buenas
para relacionase en sociedad,
para que los niños y niñas aprendan
que hay otra España,
no tan negra,
del color de la miel
y de la mantequilla espesa,
con ropas y trajes a la medida,
con yates en Marbella
y con mantillas caladas
como si fueran medias
traídas de Manila
en el siglo XIX por una reina,
la reina de bastos
con túnica y corona de estrellas
que miraba por ellos
como si fueran
más que españoles
de una España negra
polvorones de estepa
colocados en una caja
y regados con harina
para que su bocado sea
exquisito al paladar
y bueno para los que sueñan
con estas Navidades
tan para algunos bellas.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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