sábado, 3 de marzo de 2012

AGUSTINA BERMEJO CARRETERO: POETISA DE PINAREJO

                                     SIN RUMBO A NINGUNA PARTE


Sin rumbo a ninguna parte, es un libro de autoayuda escrito por Agustina Bermejo, incluye dos novelas: Candelaria y Madrelinda


                                   


                            
 La depresión: Cómo ayudar a un deprimido. Una poesía para cada día.
Ayudar a un depresivo es ayudarte a ti mismo. Con la primera parte del libro se pretende ayudar a las personas con problemas de depresión. La segunda parte son poesías.


                   Añoranzas del pasado

                  
AGUSTINA BERMEJO CARRETERO
              SILENCIO
Me gusta el silencio porque en él veo un amigo,
un compañero de fatigas, me gusta más escuchar que hablar.
Cuando escucho estoy viendo el mundo sobre un cristal blindado adonde no tengo acceso de entrar en él,
pero aprendo mucho de la vida y logro escuchar mi pasado que parece que no está.
Me gusta ver el mundo sin tapujos ni mentiras
y oír respirar la mar porque me da paz
y el susurro de las olas me hacen sensible y humana.
Me gusta tocar la arena mojada
y mojarme los labios de la brisa de la mañana
y ver en cada rincón de la vida esa paz tan deseada.
Me gusta que el viento me sople al oído y peine mis sentidos.
Me gusta recordar lo mejor que he vivido
y oír volar los pájaros en el silencio de la mañana.
Me gustaría gritar lo que siento
y que el eco rompiera el silencio, silencio sonoro que grita dentro de mí pidiendo paz, amor, fe, sabiduría y entendimiento.


Agustina BERMEJO CARRETERO

Quiero hablar del Hospital Can Misses. Yo estuve unos días allí por un familiar que estaba enfermo y quedé sorprendida de ver la capacidad de trabajo que tienen, empezando por el equipo médico y enfermeras y todos los que trabajaban; cada uno desempeña el trabajo que le toca, son competentes, amables y muy atentos, hacen muy bien su trabajo.
Todos los que se dedican a trabajar para salvar a los demás es un don que Dios les da, aunque tengan que estudiar; hay que estar dentro para ver cómo trabajan todos.
Yo les voy a contar lo que viví dentro del hospital, algo que no olvidaré nunca. Un día fui a la sala donde está la UCI, y no sé por qué me senté. Es como si alguien me invitará a presenciar lo que tenía que ver y sentir. De pronto se abrió la puerta de la UCI y sacaron una cama con un enfermo para hacerle unas pruebas, eso decían; el paciente tenía los ojos cerrados y la cara un poco demacrada; su madre que estaba ahí en esos momentos empezó a gritar: «¡Mi hijo, mi hijo!». Era una voz desgarradora de dolor, y cuando se cerró el ascensor lo arañaba y al mismo tiempo lo acariciaba como pidiendo ayuda.
En ese momento se abrió la puerta del paritorio y sacaron a un niño que había nacido en ese momento, lo pusieron en los brazos del papá y toda la familia estaba muy feliz.
Yo miraba las dos partes y me decía: ¿será posible que en la misma sala se mezcle el dolor con la alegría? Y es que la vida está llena de alegría y sufrimiento, es por eso que los ojos del mundo no lloran al mismo tiempo.
                             

POETAS DE PINAREJO: GREGORIO, AGUSTINA Y FRANCISCO REQUENA

Gregorio Rodriguez Campillo

Mala pata la de Gregorio
y a pesar de ello nunca le faltó
en la cara la sonrisa
aunque la guerra le marcó de por vida.

"Cuando fui mayor, decía,
jugué a la guerra de verdad
y un tiro me dejó el pie
hecho una calamidad.

Lo recuerdo contando con gracia aventuras,
recitando poesías,
narrando alguna que otra aventura,
escuchando y preguntando
y viviendo con una gran dignidad
esa pobreza que en su al alma se extinguía.

Mala pata su cojera
y mala pata que perdiera la guerra La República
y como el decía:

"Pero yo viví contento
y tuve mucho donaire
y corrí como el viento
cuando me empujaba el aire"

Autor: José Vte. Navarro Rubio

Bibliografía: Pinarejo Volumen 1 (Angel Mota López)


AGUSTINA BERMEJO CARRETERO
              SILENCIO
Me gusta el silencio porque en él veo un amigo,
un compañero de fatigas, me gusta más escuchar que hablar.
Cuando escucho estoy viendo el mundo sobre un cristal blindado adonde no tengo acceso de entrar en él,
pero aprendo mucho de la vida y logro escuchar mi pasado que parece que no está.
Me gusta ver el mundo sin tapujos ni mentiras
y oír respirar la mar porque me da paz
y el susurro de las olas me hacen sensible y humana.
Me gusta tocar la arena mojada
y mojarme los labios de la brisa de la mañana
y ver en cada rincón de la vida esa paz tan deseada.
Me gusta que el viento me sople al oído y peine mis sentidos.
Me gusta recordar lo mejor que he vivido
y oír volar los pájaros en el silencio de la mañana.
Me gustaría gritar lo que siento
y que el eco rompiera el silencio, silencio sonoro que grita dentro de mí pidiendo paz, amor, fe, sabiduría y entendimiento.



CUANDO SE HUNDIÓ LA TORRE DE LA CATEDRAL
                            13 de abril de 1902

Poesía de Francisco Requena Olmedilla

Yo mismo me quedé en un segundo piso,
cuando la torre cayóse desplomada,
sobre el portal que estaba edificada,
quedándome en el hueco que Dios lo quiso.

Para mi mismo, fue el sitio preciso,
aunque mi vida quédose sepultada,
entre ruínas de escombros superada,
faltándome poco para ser occioso.

Y huyó la luz del sol en ese día,
y para mí, que ni reía, ni lloraba,
aunque yo a ratos, yo muerto me creía.

Hasta que ya oí la voz que me llamaba,
vibrando así en mi pecho mi alegría,
pues mi vida a la muerte secuestraba.

Autor: José Vte Navarro Rubio
La historia tiene que ver con D. Francisco Requena Olmedilla, de mote: “Cuatro Carros” y un suceso que ocurrió en Cuenca. Los que no conozcan el tema se podrán preguntar a que se debe el apodo o mote de “Cuatro Carros”.

D. Francisco Requena Olmedilla nació en Pinarejo y con el tiempo se hizo maestro. Vivió en la calle de Melgarejo, en la que luego fue casa de Ignacio Villasante y más tarde de Tomás Navarro Alarcón, tío de mi padre y de Joaquina Villasante.

Al parecer el día 13 de abril de 1902, se encontraba este hombre, por entonces niño de 14 años de edad, en Cuenca (capital) visitando la Catedral, junto con un grupo de escolares, cuando un rayo cayó sobre la torre de las campanas, llamada del Giraldo, lo que provocó un gran desprendimiento y hundimiento de piedras.

A su llegada a Pinarejo la familia del niño comenzó a contar que los bloques de piedra eran tan grandes que hacían falta cuatro carros para transportarlos. La buena cuestión es que consecuencia de sus comentarios se quedó con el sambenito de “Cuatro Carros”

Así está recogida la noticia en el diario Ofensiva, días 13-14 y 16 de abril de 1952:

Artículo de Carlos Carretero del Castillo: Hoy hace 50 años que se hundió la torre de nuestra ciudad:

El artículo recoge en parte información del Boletín Eclesiástico:

Lograron sacar aunque con grandes esfuerzos y riesgos de sus propias vidas a un joven de 14 años llamado Francisco Requena que, aprisionado entre los escombros todos su cuerpo, tuvo la suerte de su cabeza quedase descubierta entre dos sillares unidos por la parte superior y separados por la inferior.

El niño salvado Francisco Requena indicó que sus compañeros iban delante por haberse vuelto él por la capa que se la había dejado en las campanas.

Cuenta mi padre que fue una bellisima persona y que después de la guerra ayudó a munchos pinarejeros que iban all servicio militar a obtener destinos más cerca de casa. A mi mismo padre le ofreció mediar. Dice mi padre que lo agradeció y que le contestó que quería ir donde el destino lo mandará y de esta foma estuvo en Aviles, Astorga y en Navarra, antes de ser licenciado y después de ir a la guerra sólo con 16 años (quinta del biberón).
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