sábado, 11 de agosto de 2012

POESÍA: ALZA LA PATA PERRO Y MEA

Ya la cama dejada
y dispuesto a salir a la calle
me sobresalta
en un último momento
la impaciencia
y me digo
vente amigo
a ver lo que dice la prensa.

La prensa dice y mucho
 y como si fuera una mesa
bien dispuesta para la comida o la cena
nos ofrece exquisitos manjares
que van desde ensaladillas
a dulces de nata y crema.

La primera página es suficiente
para entender
que el gobierno no da
ni una a derechas
y que todas sus medidas
parecen sacadas del club
de las mentiras traviesas.

Por poner un ejemplo
de esos que sirven para decir
vaya tela
lean amigos
y si por casualidad encuentran
algo de coherencia
se ponen en contacto
y me notifican lo que quieran.

Les dejo la algarada
de comentarios de prensa
que tanto me inquietan.

El gobierno Balear
da marcha atrás
en alguna medida de esas
que ya había impuesto
para rebajar la deuda.

Habrá fractura social
si el gobierno no varía
de estrategia,
esta es la segunda
de las noticias
y me parece a cual de las dos más buena.

200. 000 parados pendientes
de no cobrar
mientras el gobierno se las pela
y se va de Cha-cha-chas y verbenas,
¡que pena!
y la última y más sabrosa
es de esas que a mi me gusta
por su contenido de opereta:
El cannabis nos espera
en esos huertos del futuro
regados con agua de manantial
de cinco estrellas
y alumbrados permanentemente
con luz eléctrica
para que crezcan grandes
y hermosas las plantas
y nadie diga
me dieron uvas por peras

Me voy con el perro a pasear
al menos este no piensa
ni me da la lata
más allá de satisfacer
sus necesidades primarias
consistentes en alzar la pata
y mear y cagar donde yo quiera

Autor: José Vte. Navarro Rubio

jueves, 9 de agosto de 2012

POESÍA: SANCHEZ GORDILLO Y SUS CARROS DE COMBATE

 Sanchez Gordillo

España levanta el puño
en los supermercados
y Andalucía se vuelve solidaria
con los necesitados.

Puños y comida son aliados
y van al encuentro de ayudar
a los pobres desamparos
de las administraciones públicas
que han malgastado
en fuegos artificiales
lo presupuestado para los próximos años

Esto es una historia para no contar
y para poner punto final
antes de comenzar,
pero a mi me hace mucha  gracia
que haya que pedir un rescate
de miles de millones
por centenares de fraudes
y allí en Andalucía
alguien vaya a la cárcel
por hurtar comida
con la que quitar el hambre.

Sánchez Gordillo
más que ser detenido
y llevado como un ladrón
a la cárcel
merece un homenaje
de esos casi 6 millones de parados
que dormitan y sueñan
mientras otros se reparten
el botín europeo del rescate.

En España el puño se usaba
para el combate
y de tanto llevar ahora
las manos en los bolsillos
se nos ha congelado hasta la sangre
mientras Sánchez Gordillo
sin salir a la sierra para amagarse
allí en Andalucía reparte
comida para los muertos de hambre.

Dicen que al Pernales
un día le pregunto
un magistrado de la villa y corte
porque robaba para los pobres
y el Pernales contestó:
“ Señoría porque tienen hambre”

Vuela Sánchez Gordillo
por esa sierras de estanterías llenas
de productos para lactantes
y ya en el cortijo
de los grandes magnates
que son los dueños de España
desde antes de que Juan Carlos I reinase
agarra los carros de combate
y junto a una compañía
de necesitados y militantes
arremete a la primera
contra la primera línea de los estantes
y se lleva prestados
galletas, leche en polvo, tomates
patatas, cebollas, latas de potaje  
y quilates de aplausos
de los que desde segunda línea
pasivamente contemplamos
como España se deshace

Autor: José Vte. Navarro Rubio

miércoles, 8 de agosto de 2012

POESIA: LA QUINTA DEL BIBERÓN DE PINAREJO QUE BUENA QUINTA


    I

No avisa la noche cuando su manto en forma de negror cae
e incofundible
entra en nuestras vidas y se viene a dormir allí
donde una palabra apagada
en mitad de los silencios dice "amor"
y vienen los silencios ya de caída
a sujetarse de ese último ramal del cual tiran
y como si fueran
gotas de aguas impermeabilizadas por fuera
van saltando
de calle en calle,
de callejón en callejón,
de casa en casa,
hasta llega la la Esquina del Molinillo
para coger el primer coche de la mañana que les lleve
más allá de esos horizontes manchados de polvo
que cuelgan de rieles de duro metal
y del cual penden
como si fueran murciélagos durmiendo boca abajo.

Se va el silencio en mayúscula
y que más queda amigos y amigas
que no sean otros silencios
ya muertos
que dormitan en las alacenas
y en la cámara
de esa mi casa vacía
y en los últimos olivos
de un campo no mas allá de un cuartillo
que rebrota cuando le viene en gana
aunque como dicen por Pinarejo
este año los olivos no dan para más que no sea hacer un mojete.

Desde aquí en Cullera
el sol irradia envidias
que los diarios reparten de mesa en mesa y de partida en partida
yo me quedo para más consuelo,
mío no tuyo,
con aquel título de un libro
que venía a decir: España levanta el puño,
para cuando muchos de nuestros abuelos y padres
se batían el cobre por la II República,
casi nada,
sobretodo para esa quinta del biberón de la cual mi padre es
todavía a sus 91 años largos,
un sobreviviente con la memoria metida
en trincheras, batallones, ranchos y quintas.

II

Yo viví de cerca
aquella guerra tan llorada y temida.

¿ilusión, pesadilla?

Sentí los tiros pasar
rozando mis mejillas
y disfruté con aquella comida
tan escasa
que todavía me veo lamiendo
raspas de sardinas.

Se por lo que oí
que nos fue mal a muchos,
luego leí
que un canalla ahogó
las esperanzas de una mayoría
y finalmente entendí
 lo que era una dictadura
en mis propias carnes
y de la forma más dura.

Todo me vino poco a poco
y a su medida.

Unos días me despertaba
en una trinchera perdida
en el frente de Madrid,
cerca de una villa
a saber de algunos
construída por Romanes
que era una maravilla.

Otras veces
ya de camino a algún lugar
o quizás en alguna tertulia
mi padre me contaba
de esas cosas de la vida
que tuvieron que ver
con un incendio en san Clemente
donde se hospedaba la tropa
antes de salir para primera línea.

Todo a su debido tiempo
pasó por mi vida
y en un cuarto de Pinarejo
debe haber perdido por algún rincón
algún regimiento de caballería
de aquellos de tanques rusos
que parecían latas de tomate
saltando en el banco de la cocina.

Mi vida fue
un ir y venir
de un frente a otro
de esta forma
muchos sacos de arena
de aquellos que hacían
 de parapetos en las trincheras
se apiñan
en un pajar con poca paja
y mucha viga caída
que hubo un día
en el patio de mi casa
y es que la guerra fue larga
y yo atesoré con tiempo
vivencias y pesadillas,
como aquellos libros
de la Guerra Civil de España
que traía mi tío Mariano de Francia
y allí en mi casa de Valencia
con ayuda de una linterna
por las noches leía
para el día siguiente tirarlos
a la acequia de Favara
por culpa de la censura.

Sueños, ilusiones y pesadillas
labraron mi carácter
bendita la hora en que me iba a dormir
con páginas de libros raídas
por la cera que caía
de una vieja lamparilla.


Autor: José Vte. Navarro Rubio


martes, 7 de agosto de 2012

POESÍA: LAS TIJERAS DE PODAR DEL SEÑOR RAJOY SE HAN QUEDADO ROMAS

                          


De tanto recortar el gobierno
se le han quedado romas las tijeras
y salen tantos trasquilones
que no ayudan para nada
a levantar la economía y crear esperanzas.

Europa espera
que demos un paso hacia adelante
y quien no lo entienda
o es por que está tonto
o porque tiene ganas de llevar la contraria
para ver lo que pasa.

Rubalcaba desde el extranjero dice
que de temas de espionaje no habla
y es que estos del PP
se las ven venir amargas
y buscan cual aguja en un pajar
a un chivo expiatorio al cual enmendar la plana.

¿Que tendrá el poder
que todos los políticos aguantan?

Tiene el poder dos cosas
que a mi me llegan al alma,
una es
que los que gobiernan dicen que lo hacen
por la democracia
y la otro
que una vez en el poder todos hacen lo que les viene en gana.

De esta forma gobierna Perico el de los Palotes
sin saber nada
pues dicen que las grandes cifras
se fabrican en una mesa
apuntado con un lápiz
lo que falta.
y si por una de aquellas sobra
cosa que no es extraña
se lo reparten los de casa

Autor: Navarro Rubio

PABLO SUERO Y SU LEVANTA EL PUÑO




  

 

Acerca de un libro que estoy leyendo de Ian Gibson titulado "Cuatro poetas en guerra: A. Machado, J.R. Jimenez, F.G. Lorca y Miguel Hernandez, os dejo con un personaje interesante. Sus libros son muy difíciles de conseguir aunque algunos de ellos como "España levanta el puño" se ha reeditado. Hablo de Pablo Suera. Otros libros que recomiendo son el de Andres Trapiello: Las letras y las armas y el de Marinello y Guillén: Hombres de la España Leal
                        Ian Gibson




ALFONSO LÓPEZ ALFONSO Pablo Marcelino Suero nació en Gijón el 4 de marzo de 1898 y quizá por hacerlo en año tan señalado, de pérdida de colonias ultramarinas, el destino estaba esperándole al otro lado del océano. Cuando era un niño de corta edad, su familia emigra a la Argentina, donde muy pronto dejará ver Pablo su vocación literaria. Con 16 años tiene el alma hinchada de tanto Rubén Darío, pero para poder llevarse el pan a la boca ingresa en la redacción del periódico porteño «Crítica». Su labor como periodista será amplia y su prestigio no pequeño, colaborando con el tiempo en los diarios más importantes de Buenos Aires y Montevideo: «El Nacional», «Última Hora», «La Manaña» y «El Telégrafo» entre ellos; y en las más prestigiosas revistas, como «Caras y Caretas», «Mundo Argentino» o «Comedia». Pablo Suero, como Enrique Gómez Carrillo, fue uno de esos periodistas de raza que vivían con pasión lo que hacían, tenían los zapatos gastados de andar por el mundo, la muñeca suelta y resuelta a facilitar frases con garbo y solían imitar un poco esas poses decadentes que venían de París. Inteligentes, mundanos y a veces un tanto frívolos sabían ganarse la atención de los lectores. Pero, al mismo tiempo que se convertía en un gran periodista, Pablo Suero aspiraba también a ser coronado con laurel en el olimpo de la literatura. 

Lo dice el proverbio estoico: si quieres suprimir el temor, suprime la esperanza. Claro que este autor no era un estoico y por eso en 1920 publica «Los cilicios», un libro de versos de estética modernista que ha notado el paso de la carcoma por sus páginas y hoy se nos vuelve polvo entre los dedos y nos deja un sabor demasiado empalagoso a lirios en el oído. A los 22 años se le nota cierto hastío, cierta pose que tiene tanto de fingimiento a la galería de los tiempos que corrían como de auténtica premonición del fracaso como escritor de altos vuelos. «Obsesión», se titula uno de los poemas, y comienza: «Me obsede un deseo arcano y brumoso,/ un vago y punzante anhelo, Señor,/ de ser más que carne doliente y aciaga;/ quisiera ser rayo, ser nube, ser sol?»; y en «Displicente» apunta: «Pues que nunca hube ganado,/ no llevo nada perdido;/ mi único bien aquí ha sido/ un cruel dolor obstinado». No fue un gran poeta, pero su poesía puede alumbrar una existencia de la que no nos sobran las noticias, como nos parece que hace la desgarrada composición «Balada del amigo inquieto»: «Y nunca hiciste mal sino de boca,/ sólo con la palabra heriste al hombre;/ en cambio ellos con qué furia loca/ te hicieron daño con crueldad sin nombre? // Nunca harás nada, pobre amigo mío;/ deja la pluma, deja, nunca escribas./ Ya te lo dije, desbordado río,/ nunca harás nada por mucho que vivas». 

En las páginas publicitarias de «Los cilicios» ya se anuncian otras seis obras del autor en preparación: tres piezas de teatro, dos libros de poemas y una guía emotiva de Buenos Aires; en los libros siguientes la lista aumentará sustancialmente, pero algunas de estas obras nunca llegarían a publicarse, quedarían perdidas entre las páginas de los periódicos o en algún lugar recóndito de la imaginación del autor. Por estos años veinte también escribió letras de tangos como «¿Se acuerdan, muchachos?», en colaboración con Enrique Delfino y que Carlos Gardel grabó en 1924. Desempeñó un gran papel como crítico teatral y como director de algunos de los elencos más importantes de Buenos Aires, lo que le llevó a conocer a mucha gente de primera fila. A la vez escribía teatro -muchas veces en colaboración-y guiones para la radio. Se codeó con tal número de celebridades en América y Europa, en Buenos Aires, Montevideo, Madrid o París, que no se entiende demasiado bien el desconocimiento que de él tenemos. Una tarde, en una calle de París, se tropezó con un viejecito que llevaba en su pecho la deslumbrante Medalla de Honor del ejército francés, aquel viejecito extremadamente delgado y decaído había estado en la Isla del Diablo y no era otro que Dreyfus, muchos años después de que su «affaire» hubiera conmocionado al mundo a partir del «J'acusse» de Émile Zola y puesto a Francia al borde de la guerra civil. Suero entrevistó a Pirandello, a Georges de Bouhelier, a Georges Duhamel, a Stefan Zweig, a Vicente Huidobro, a Ramón Novarro, a Colette y a un larguísimo etcétera. Como él escribió alguna vez, era un hombrecillo muy bien relacionado. A finales de 1936 contrataría para su compañía a una joven actriz que el mundo conocería más tarde como Eva Perón. Y ya nos advertía en su libro «Figuras contemporáneas» que esos personajes no se arriman a uno porque sí, hay que buscarlos, y allí les tiraba una coz a sus enemigos al confesar que buscaba celebridades «porque los prefiero a ellos que a vosotros, tan tristes, tan aburridos, tan vacíos de todo y tan llenos de vanidad y de crueldad». Fracasó en sus pretensiones literarias, pero se hizo un hueco como periodista de altos vuelos cuya viveza todavía puede disfrutar el lector actual en libros como «España levanta el puño» o «Figuras contemporáneas». 

Si en París y Buenos Aires conoció a una parte importante de la intelectualidad mundial, en España, durante su viaje para cubrir las elecciones de febrero de 1936 para el periódico porteño «Noticias Gráficas» -del que saldría el libro «España levanta el puño», recientemente reeditado- conoce literalmente a todo el que es alguien. Todos los políticos importantes del momento, desde Azaña a Gil Robles pasando por Calvo Sotelo, José Antonio Primo de Rivera, Dolores Ibárruri, Largo Caballero o Indalecio Prieto, están en estas páginas. Algunos ensalzados, como Azaña o Largo Caballero, otros tratados con algo más de sorna, como el señorito Primo de Rivera, a cuya entrevista Suero lleva para fotografiarlo a un joven comunista y mientras esperan en el hall de la casa de la calle Serrano roba un par de fotografías de un álbum familiar; o el nervioso Gil Robles, que, temeroso de perder las elecciones, apenas lo recibe unos minutos en plena campaña, para la que derrocha todo el dinero que generosamente le cede la Iglesia movilizando los «mass-media» de la época al más puro estilo fascista. Qué decir de los literatos... aquí están desde Jacinto Benavente y Carlos Arniches hasta jóvenes como García Lorca y Alejandro Casona, pasando por Pío Baroja, los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Rafael Alberti y José Bergamín. Y también los hoy más olvidados Eduardo Zamacois, Antonio de Hoyos y Vinent, Jacinto Grau o Paulino Masip. 

En 1940 publica «Agonía de un mundo», un nuevo libro de versos no más brillante que «Los cilicios», pero tiene para nosotros el interés de abrirse con un puñado de poemas en los que evoca su lejana infancia asturiana. No debió pasar demasiado tiempo Pablo Suero en su tierra natal. Ni en «España levanta el puño» -por el que Ian Gibson lo descubrió y sobre el que articuló su libro «Cuatro poetas en guerra», donde retrataba a Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Miguel Hernández tomando como eje narrativo el libro de Suero, pues los había entrevistado a todos excepto a Miguel Hernández- recoge su experiencia infantil, ni en la primera parte de este libro, titulada «Estampas españolas», menciona Asturias -mientras sí habla de su llegada a Canarias, de Málaga, Cádiz, de los cafés de Madrid o de los barrios de Barcelona- ni alude, que recordemos, al hecho de ser asturiano a pesar de que a lo largo de estas páginas aparece en varias ocasiones el Octubre de 1934. Sin embargo, en «Agonía de un mundo», publicado tres años más tarde, sí hay referencias explícitas a su infancia asturiana a través de alguna estampa y varios retratos de parientes casi olvidados por la distancia. Entre los poemas que dedica a sus familiares -el tío Ramón, el tío Pepe, el tío Eduardo, el tío Florentino, las tías solteras?- tiene especial gancho el dedicado a uno de sus abuelos, que «fue marino y a ratos periodista de brega, liberal, come frailes». Suero salió muy joven de Asturias y no parecía conocer muy bien el mundo del que procedía. Su conocimiento probablemente provendría del escaso recuerdo y de los relatos familiares, quizá recuperados con cierto ahínco tras el viaje que emprendió a España a finales de 1935 y le llevó a escribir «España levanta el puño». 

El último libro que publicó Pablo Suero fue «Figuras contemporáneas», que apareció en Buenos Aires en 1943. En este libro se anuncian los dos siguientes tomos de la serie que iniciaba, puesto que en el primero sólo están una parte de las personalidades que fue conociendo y entrevistando en su larga trayectoria como periodista, pero no llegarían a publicarse esas continuaciones porque el autor falleció en accidente de tráfico el 3 de febrero de ese 1943, antes incluso de que el libro llegara a imprimirse. En este volumen la figura más allegada para nosotros es Federico García Lorca, amigo de Suero, con el que se hizo una foto en el barco que en 1933 trasladó a ambos desde Montevideo a Buenos Aires, cuando el poeta granadino estuvo allí para el estreno de su obra teatral «Bodas de sangre». Al contemplar al orondo Suero al lado de Lorca en la cubierta del barco entendemos su apodo en el mundillo artístico bonaerense: «El Gordo» o «El Sapo»; y nos lo imaginamos en la noche porteña, en mitad de alguna acalorada discusión, sacando a relucir la mala leche que parece que le caracterizaba, mientras su amigo Carlos Gardel intenta contener su violencia diciéndole: «Che, Gordo, tranquilo, tranquilo». 

Del blog Literaturas Noticias:El periodista argentino Pablo Suero desembarcó a finales de 1935 en la España febril que aguardaba entre soflamas y ansiedades las elecciones de febrero sin aceptar del todo que estaba también afilando los cuchillos del matadero. (Eso, por supuesto, lo vemos nosotros, profetas irrisorios que disponemos de aquel futuro para contemplarlo como contemplamos el destino inexorable de las malas novelas.) Durante los meses siguientes enviaría a su periódico una serie de crónicas donde dibujaba con esmerada prosa el aire de las calles, el humo de los cafés y, por encima de todo, el agridulce sabor de las palabras. Aunque ya entonces silbaban algunas balas, las palabras eran aún la materia prima de casi todos los estragos: hoy, setenta años después y con aquel futuro a nuestras espaldas, estremece oírlas en arengas, grandilocuencias o necedades, pero también conmueven como dardos melancólicos cuando tejen bromas, chascarrillos, habladurías, envidias o pequeños rencores ahora oxidados.

Suero conversó, y en muchos casos fraternizó, con la crema política e intelectual madrileña de la época, dio cumplida cuenta de sus conversaciones en los artículos que mandaba a Buenos Aires y, cuando terminaba el año, recopiló esos textos en un volumen cuyo título pregonaba a los cuatro vientos la postura del autor frente a la contienda ya iniciada. Para esas fechas, varios de sus interlocutores o actores secundarios habían sido baleados por la justicia reinante: el elocuente y vigoroso Calvo Sotelo, a quien vemos impartiendo doctrina a punto de convertirse en protomártir, el siempre cordial y fogoso José Antonio, el ocurrente Muñoz Seca, el engolado Maeztu y García Lorca, el gran cautivador cuyo fusilamiento se resiste a aceptar su amigo argentino al final de estas páginas. Otros morirán algo más tarde en la cárcel (Hoyos y Vinent, Miguel Hernández) o el exilio (Antonio Machado, Azaña, Juan Ramón Jiménez, Prieto, Largo Caballero, Jiménez de Asúa…); unos cuantos se afiliarán con resignación o entusiasmo a la España franquista (Gómez de la Serna, Benavente, Manuel Machado, Marquina, Baroja…); y unos pocos regresarán del destierro con las manos abiertas como Alberti o con el puño retórico todavía cerrado dentro del bolsillo.

Lo dicho entonces constituye, pues, la materia prima de este libro. Su materia oscura es el abismo que muchas de esas palabras excavaban y por el que todas se precipitaron.

Pablo Suero, (Gijón, 1898-Buenos Aires, 1943) emigró siendo niño a la Argentina, país donde alcanzó bastante notoriedad como reportero, traductor, dramaturgo y director de escena, aunque hoy es sobre todo recordado como letrista de varios tangos llevados a la fama por Carlos Gardel. En diciembre de 1936 (justo cuando preparaba la edición de España levanta el puño) contrató para su compañía a una jovencísima actriz que pocos años después se llamaría Eva Perón. Suero conoció a Lorca durante la visita de éste a Buenos Aires (1933-34), y a finales del 35 viajó a España para escribir las crónicas recogidas en este libro.




Marinello y Guillén: Hombres de la España Leal


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