Gavilanes irritados
sacan sus uñas
y como si fueran arpías
se lanzan desde lo más alto de las cumbres
para esperar a sus víctimas.
Sobre los valles vuelan,
en las alturas anidan
y cuando llegan días de tempestades
se defienden con tal compostura
que con solo verlas
huyen los animales y se esconden
en profundas grutas.
Arpías de grandes alas
desde los orígenes de los tiempos vigilan
y entre los temores de las buenas gentes
y otro tipo de cuestiones que tienen que ver con la política
bajan desde las alturas
para construir sus nuevos nidos
en sedes políticas
al amparo e indulgencias
que la condición de aforos les da su dilatada vida política.
Se les conoce
con solo echarles un vistazo
desde arriba
hasta las pantorrillas,
buenas trajes,
corbatas con con o sin aguja incluida
y en las manos
una Constitución abierta
que les sirve para defender su osadía
de creerse superiores
al resto de mortales
de los cuales son sus criaturas.
No todos son iguales
aunque por su tipo de vida
a la larga
si no se reciclan
pueden terminar
de la misma forma que esos gavilanes que con sus ojos detectan a sus victimas
desde la rama o o peña
y se lanzan para llevarse entre las garras lo que pillan.
En tiempos de arpías
rondando por tu casa o por las ciudades y villas
lo mejor es,
aunque son especies protegidas,
denunciar su presencia
pues en ello nos va algo más que nuestras vidas.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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