El lugar donde los hombres eran libres
era el mar con sus interrogantes
y espesuras
de nieblas,
aguas
y cielos abiertos a los espíritus aventureros
de navegantes osados
que en su búsqueda
de nuevas tierras y especies
se iban de sus tierras
y dejaban a sus familias
sin saber cual sería
el momento de la llegada a puerto
después de largas travesías en navíos con armazones de madera.
Ellos rezan, ellos juran
ellos se lanzan a la aventura
de salir de sus tierras
al encuentro
de todo lo que por aquellos días
significaba algo más
que vivir una vida cómoda
junto a sus familias en tierra, firme, sin marea alguna.
Un día
un portugueses tocado por la dicha
de ser nombrado
comandante de 4 naves
pertrechadas para una larga travesía
sale de Sevilla
para en compañía de 237 hombres
de diferentes ciudades y villas,
cultura, ciencia y sabiduría
dar la vuelta al mundo
y volver al mismo punto de partida.
El río Guadalquivir sería
de todos los ríos de España,
el que tendría la dicha
de ver a las naves partir
entre puentes con pilares
comidos por las aguas bravas
y con sus partes sumergidas
y bellas ciudades de paso
como Coría,
una perla prendida de una gargantilla
que una joven luce
para realzar su belleza y figura;
Sanlúcar,
paraíso donde los hombres y mujeres
lucen como el sol
que calienta sus vidas
y hace sudar sobre el surco
a los campesinos que siegan
y en la era a los que trillan,
con un castillo
de un tal Duque de Medina Sonia
con grandes propiedades
y entre sus dichas
la de ser Grande de España
y a la altura
de su rey Carlos
de quién se siente vasallo
en todos los días de su vida
Mar abierto espera
en un cabo San Vicente
que si contará su vida hablaría
de fenicios y cartagineses
de romanos y si en ello
tenemos que hablar de sus maravillas
de naufragios y tempestades
en todos los tiempos y días
y en él sin pasión alguna
todos los hombres
en la iglesia conocida de Nuestra Señora de Barrameda
se confesarían
antes de la ya cercana salida
a mar abierto
y con ello y es de justicia decir
la gran aventura
de dar la vuelta al mundo
en tiempos en que se creía
que más allá de ciertos confines
la muerte era segura.
Mujeres osadas y bien ataviadas
en cuerpo, ropajes y carruajes
se aproximan
hasta esas naves de osados
marineros de altura
de todas las razas y culturas
a sabiendas
de que prohibída estaba la subida
a esas naves
de las cuales ellas se sienten
misteriosamente atraídas
y entre olores a mar
y signos de buena sea la aventura
las naves marchan
una detrás de otras
y todas en buena ruta
caminan hacia las Islas Canarias
donde fondearían.
Un mar que no avisa
donde los hombres son juguetes
que pueden perder la vida
se abre y se cierra
día tras día
y noche tras noche
y en él con viento, aires y tormentas
que azotan
con látigos de aguas tremendamente duras
las cinco naves avanzan
y en esta todavía pronta aventura
ponen sus ojos
en esas tierras
suyas
donde se saben huéspedes
de un Rey que desde antes de la partida
se flota las manos y se asegura
que todo queda bien cerrado
para que no quepan dudas
que la gloria es de quien se jura ser rey de romanos
en aquel año 1519,
en que el padre de la cristiandad
Leon X bendeciría
por mediación de sus predicadores la aventura.
Sonríen a las nave los dioses
y saliendo de Sanlucar
un veinte de septiembre
van camino de las conocidas como Islas Canarias
encontrando en Tenerife
puerto donde guarecerse
de nombre Monte Rosso o Montaña Roja
que les servirá
para atesorar en las naves
agua y leña con que saciar la sed
y servir de combustible en la cocina..
La Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago
en el puerto descansan
de sus días de viaje
y al ser naves
con marinos venidos de todas partes
nadie sabe de otra disciplina
que no sea
trabajar hasta que el cuerpo aguante,
al tiempo
que en Maguncia
el Rey Carlos I es nombrado emperador
y ya se sabe
cual va a ser en fin el futuro de España
en manos de quien
ostenta el poder de undios menor
bendecido por la iglesia.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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