Huir a Roma
ultimo destino de los dioses
para ser allí,
junto a la Fontana de Trevi
o el Foro
desde donde un día
un emperador mando
prender fuego a la urbe,
alondra o milano, buitre o rapaz,
quizás casi Ave Fénix
de un imperio decaído
del cual todavía se alzan
murallas, castillos, y pilastras
que nos vienen a los ojos
como si quisieran formar parte de nuestras vidas,
en esta nueva ciudad que muere
de forma rápida
atraída por las falsas promesas
y los mensajes casi divinos
de esos nuevos embajadores,
politiquillos de cabezas distraídas
que paso a paso,
que segundo a segundo,
que quizás ya
jamás nunca
vuelvAn a ser gobernantes
de un pueblo tan grande
que Europa entera
se despertaba bajo la misma melodía.
En la ciudad uno se despierta
y cree ver
en esa Vía Apia
cuadrigas de caballos
tirando de carros alados
y en ellos
cascos al cielo
soldados saliendo hacia Ostia
desde donde poner rumbo a alguna aventura.
Y en la Fontana uno se siente turista
y en las catacumbas
cristiano agarrado de una mandíbula
en un circo o coliseum
donde fieras de grandes fauces
comen con esmero a cristianas criaturas.
En Roma fui,
no se si es verdad o mentira,
estatua de mármol, pedestal de granito y roca dura
y de ver
la grandeza de esa ciudad
con tantas cumbres y sepulturas
me fui de Roma
pensando que era Cesar y llevaba clavada en el cuerpo una daguilla.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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