lunes, 4 de marzo de 2013

CARTAS DEL EXILIO REPUBLICANO Y OTROS ASUNTOS


Las cartas del exilio republicano


Nuestra Memoria - El exilio republicano
Escrito por Luis Prados   
Lunes, 19 de Noviembre de 2012 00:00
Querida tierra hermana…
"Con España presente en el recuerdo / con México presente en la esperanza”, escribió el poeta Pedro Garfias a bordo del vapor Sinaia, uno de los primeros barcos que en junio de 1939 atracaban en el puerto de Veracruz con más de mil refugiados republicanos españoles tras la Guerra Civil. Atrás quedaban cientos de miles de exiliados atrapados la mayoría en los campos de concentración franceses. Anticipando el final del conflicto, el Gobierno del general Lázaro Cárdenas había puesto en marcha la mayor operación de solidaridad internacional que probablemente se haya visto nunca.


México estaba dispuesto a dar pan, hogar y trabajo a todos aquellos para los que nunca habría paz ni piedad ni perdón en la España de Franco. En la oscuridad de los barracones, entre el hacinamiento, el hambre, la enfermedad y la desolación de quienes habían perdido familia, amigos, trabajo y posición, México brillaba como un sueño.
Las voces, las súplicas, de aquellos miles de personas derrotadas que querían escapar de la pesadilla quedaron registradas en las cartas que enviaron en 1939 y 1940 a la Embajada de México en París solicitando emigrar. Un material inédito, conservado en el Archivo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana, al que ha tenido acceso EL PAÍS y del que emerge un relato colectivo de hombres y mujeres de todos los oficios y profesiones en cuya peripecia vital se mezclan la desesperación y el orgullo, la ternura y el valor.
Más de 7.000 cartas, correspondientes a muchas más vidas interrumpidas, escritas a lápiz y a pluma, con todo tipo de letra y clase de papel, redactadas por quienes en el invierno de 1939 cruzaron la frontera “a pie, sin fortuna, con las manos limpias”, como escribe el 14 de febrero de ese año el refugiado Fernando Pintado cerca de Perpiñán. En muchas de ellas, el autor añade el nombre de sus familiares, amigos del trabajo, compañeros de armas o de barracón.


Misiva de agricultores desde el campo de Saint Cyprien.
La mayoría dieron con sus huesos en los campos de internamiento, como era su nombre oficial, del sur de Francia, vigilados por gendarmes franceses y soldados senegaleses. En las cartas dan testimonio de las penalidades que sufren allí. José Pomés, redactor de Diario Gráfico y La Noche, de Barcelona, cuenta desde el campo de Bram el 12 de junio de 1939: “Me encuentro en el más lamentable estado, sin ropa, ni salud, ni dinero francés… va para tres meses tirado en un montón de paja sin ni siquiera una manta”. Manuel Guiú Macía, que solicita “ingresar voluntariamente en el Ejército mexicano o en su legión”, exclama desde el pabellón 27 del campo de Septfonds: “Los días aquí transcurren lentos, eternos, y ¡¡¡la aurora de esa tenebrosidad tarda tanto en descubrirse!!!”.
Tres milicianos de la República firman el 2 de julio de ese año y desde ese mismo campo esta joya de humildad literaria: “No dudando de que la voz y los ruegos de estos sin patria suplicantes serán atendidos con la justicia que nuestro caso requiere. Nuestra profesión es la campesina”. A las lamentables condiciones materiales de los exilados había que añadir unas circunstancias políticas completamente desfavorables que solo la tenacidad en el mantenimiento de sus principios por parte del Gobierno mexicano y la habilidad de su cuerpo diplomático pudieron salvar.
Entre los documentos, ahora desempolvados, se encuentra este mensaje cifrado enviado el 27 de enero de 1939 por el embajador mexicano en París, Narciso Bassols, al presidente Cárdenas: “Política Francia seguirá invariable. Stop. Relaciones díceme no podremos recibir excombatientes ni refugiados políticos. Stop. Comprendiendo problemas únicamente me permito pedirle que México sostenga su ofrecimiento conocido universalmente de abrir puertas a republicanos españoles. Stop. Creo que tratándose personas filiación política bien definida estamos obligados recibirlos”.
 
Presos del hambre, veían a México brillar como un sueño
Hubo más dificultades, como la rivalidad de las organizaciones españolas que competían por ayudar a los refugiados, las diferencias de criterio en la selección de los asilados por parte del Gobierno mexicano e, incluso, la conveniencia o no de sacar de España a hombres en edad militar antes del fin de la guerra. El embajador Bassols expone este último problema con crudeza en otro telegrama ahora reencontrado, fechado el 1 de marzo de 1939 y dirigido a la cancillería mexicana: “Como lucha española no ha terminado trabajadores útiles no puedan alejarse definitivamente debilitando resistencia. Stop. En general todavía no llegan solicitudes de buena calidad excepción ancianos y niños. Stop. Hasta hoy gran mayoría corresponde gente derrotista sin sentido lucha social y con mezquino egoísmo. Stop”.
A la angustia de los exiliados se sumó el pavor ante un inminente reconocimiento de Franco por Francia e Inglaterra, con las consiguientes deportaciones y el estallido de la II Guerra Mundial, como reflejan las cartas de los republicanos, conscientes de que ya no podrían volver a su país. Juan del Hoyo escribe en septiembre de 1939 desde Burdeos: “Por mi cualidad de magistrado no puedo ni pensar en regresar a España; la policía francesa me apremia por tantas prórrogas de estancia que he solicitado”. Ramón Infante Varela, desde el hospital Civil-Asilo de Montauban, expone: “Debo decirle que la actuación política de mi esposa (Maruja Lafuente, de 25 años, de Gijón) en España ha sido muy significada, por haber ostentado cargos de responsabilidad máxima en el Partido Comunista de la Región Asturiana, pues se trata de la hermana de la heroína del Movimiento de Octubre de Asturias, Aída Lafuente, y por este motivo, bajo ningún concepto puedo volver a España”. Juan Ponsivell, de la Brigada de Carpinteros del campo de Barcarès, asegura: “Nada hay en mi actuación durante la guerra ni antes de ella de que pueda avergonzarme, pero no quiero volver a la tierra que ha hollado el fascismo extranjero con la ayuda de unos hombres que imitando al conde don Julián han traicionado a su patria y asesinado a sus hermanos”.
 

Un grupo de exiliados llega al puerto mexicano de Veracruz en el barco Vapor Flandes.
Los motivos varían, pero la urgencia por huir a México es la misma. El capitán de infantería Antonio Pascual Arnao, de 34 años, casado, de Barcelona, explica el 20 de abril de 1939 que “principalmente por ser francmasón es evidente que mi vuelta a España es absolutamente imposible sin exponerme a una cierta e irreparable represión (…) hay que tener presente que Franco ha jurado exterminar a los masones, cosa que cumple con inaudita crueldad”. Ese mismo día, el mecánico José Puig Bosch afirma desde el campo de concentración de Argelès-sur-Mer: “Renuncio a volver a mi patria, según noticias de mis familiares, en un registro en mi casa han quemado más de cien libros (…) por el solo hecho de ser republicanos-federales toda nuestra vida y el no haber bautizado a nadie de dos generaciones”. Otros alegan “incompatibilidad moral” con el régimen franquista, y otros, como Carmelo Perdigó Casanovas, de Esquerra Republicana de Cataluña, razones más concretas: “Siéndome imposible el regreso a España por haber pertenecido al Cuerpo de Seguridad (policía secreta) de Cataluña desde el año 34…”.
La situación internacional continuaría empeorando con la caída de París en junio de 1940, la ocupación alemana de Francia y la constitución del régimen de Vichy del mariscal Pétain. La acción solidaria del presidente Cárdenas se complicaría extraordinariamente. México, sin recursos ni marina, trataba el problema de una población de desterrados sin Estado con otro país ocupado militarmente y con soberanía limitada.
Además, la guerra pronto se extendería al Atlántico haciendo casi imposible la travesía, y la evacuación de españoles cesaría durante meses o se ralentizaría ese año, como muestran las cartas. Solo las dotes de persuasión del diplomático mexicano Luis I. Rodríguez permitirían relanzar el traslado de refugiados. En una memorable entrevista celebrada el 8 de julio de 1940 en Vichy, Rodríguez convenció a Pétain para que autorizase la operación, no sin antes tener que oír del mariscal preguntas como esta: “¿Por qué esa noble intención que tiende a favorecer a gente indeseable?”, o afirmar que los republicanos tenían que afrontar la suerte reservada “a las ratas en las grandes miserias”.
 
Pido ingresar en el ejército mexicano o en su legión
La esgrima verbal de Luis I. Rodríguez prevaleció, y tras el acuerdo del 22 de agosto de ese año, México aceptaba, bajo la protección de su bandera, a todos los españoles refugiados en Francia y costear parte de su sustento, que sobre todo corría a cuenta de las organizaciones republicanas de ayuda. Tras la derrota de la República, unos 450.000 españoles huyeron a Francia. Dos tercios de ellos acabarían volviendo a España después. A partir de 1939, cerca de 20.000 encontrarían un nuevo hogar en México. Ese año llegaron a este país 6.236 refugiados, y en 1940, tan solo 1.746. Las cartas demuestran que el número de solicitudes de asilo fue muy superior al de las personas que finalmente cumplieron su sueño.
 

Vicente Pausa Espí, en nombre de varios compañeros todos ellos de Villanueva de Castellón (Valencia) se ofrecen a México como técnicos especilizados en el cultivo del naranjo.
Las misivas, escritas por hombres en su mayoría entre los 25 y los 45 años y procedentes sobre todo de Cataluña, Levante, Asturias, Andalucía y Madrid, siguen una pauta: agradecimiento a México, enumeración de méritos antifascistas y profesionales, exposición de su futura contribución a la nación de acogida y relato de la desgracia caída sobre sus vidas.
Aun siendo un exilio en gran parte de profesionales y técnicos cualificados, muchas cartas sorprenden por su estilo elevado –“No deseamos regalo para nuestras vidas. Pedimos calor para nuestras aspiraciones”; “México, insignia liberal de la América hispana, hoy hacemos promesa de nuestro sacrificio”; “Que han tenido que huir de su tierra ante el fantasma negro de la reacción, sostenido por los militares perjuros, hijos de aquellos mercaderes de la espada que, en años remotos, solo tenían por oficio el robo, el asesinato y la befa de vuestras costumbres en sus aventuras coloniales”–, no exento a veces de pedantería: “Mi objetividad, que será anhelo de muchos, no dejará de ser estudiada por ese negociado que tan dignamente representa…”.
Renuncio a volver a mi patria, donde quemaron mis libros
Tampoco falta, dadas las condiciones de extrema necesidad en que se encuentran, cierta picaresca para conseguir el objetivo de emigrar. Desde quienes afirman hablar varios idiomas hasta el caso del periodista madrileño Ezequiel Enderiz Olaverri, de 49 años, quien asegura que “actualmente preparaba la biografía del presidente de México señor Lázaro Cárdenas”, o del abogado sevillano Ricardo Calderón, de 40 años, quien, entre sus méritos literarios, destaca “un poema titulado Sac…Nicte, que pudiera ser de extraordinario interés para el indio maya”.
 
Unos 20.000 españoles lograron un nuevo hogar en México
Ni un punto de resentimiento por ver embarcar a otros antes. El chapista socialista madrileño Federico Antonio de la Huerta, agente de policía durante la guerra, escribe al embajador mexicano desde el campo de Bram: “Usted fue sorprendido en su buena fe en el envío de emigrados con muchos señoritos, que no tienen oficio ni beneficio y máxime que donde se encuentran los verdaderos trabajadores, revolucionarios y honrados, es en los campos de concentración…”.
Buena parte de los refugiados exponen, a veces con dibujos y esquemas, cómo México podría aprovechar su experiencia profesional en la industria, la agricultura, el Ejército, la enseñanza, la academia, la prensa, el teatro e, incluso, en el mundo de los negocios. Algunos casos poseen una cómica ternura. Vitaliano Gómez, desde el barracón 44 del campo de Septfonds, propone a las autoridades mexicanas “crear una granja de 250 gallinas ponedoras y 20 conejos reproductores”, para lo que necesitaría “un crédito de 2.500 pesos a reintegrar en cuatro o cinco años”. Antonio Martínez, agricultor de Murcia, se ofrece para mejorar la calidad del pimiento en el país del picante, y Mariano Potó, de Barcelona, sugiere que “sería interesante la creación de una cátedra para difundir entre los intelectuales mexicanos la concepción sinóptica de la cultura…”.


Tarjeta de embarque del vapor 'Ipanema'.
Pero las cartas cuentan sobre todo la tragedia de miles de vidas rotas. Carmen Planet expone así su caso: “… habiendo perdido a mi esposo en Madrid el 7 de noviembre de 1936 habiendo ido voluntario a luchar siendo militar retirado y a una hija de 17 años habiendo ido también a luchar voluntaria y murió el 20 de octubre de 1936 en el frente de Sigüenza y los tres varones que me quedan, también voluntarios y el de 18 años inútil de guerra y el de 22 años teniente de Sanidad de Líster que actualmente se encuentra en el campo de Argelès-sur-Mer…”.
Las cinco hermanas Pla Palleja, de Rubí (Barcelona), con edades entre los 20 y los 34 años, refugiadas en el campo de Berck Plage, dicen contar con 3.600 pesetas para el viaje “y “dos relojes de pulsera y uno de bolsillo, un anillo grande de oro y dos monedas argentinas de oro”. Como son sus únicas pertenencias y temen no poder pagar el pasaje, piden al embajador “que aunque sea en un rincón del barco y sin comer nos deje ir a México”. Antonio Paños Garrigues, madrileño, de 36 años, radiotelegrafista, encerrado en el campo de Bram, informa de que todos sus familiares han muerto “víctimas de la aviación durante la guerra” menos su hermano Pedro, “que murió fusilado por los fascistas en Málaga en 1937”.
Durante décadas, la cancillería mexicana ha guardado en estas páginas los gritos de auxilio de los miles de españoles –sastres, camareros, profesores, militares, campesinos, mecánicos, actores, periodistas, contables, funcionarios, médicos, electricistas, ingenieros, estudiantes…– que encontraron una nueva patria en México. Hoy son por fin rescatados, como escribió Juan Rejano, de la “férrea corona del olvido”.


¿Conoces a algún protagonista de las cartas? Escríbenos a cartasexiliomexico@gmail.com
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Fuente: El País

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Decenas de miles de españoles decidieron emprender el viaje hacia México para huir de la dictadura tras la Guerra Civil
Noticias del mundo del libro

Publicado por la Universidad de Málaga, en El dibujo infantil de la evacuación durante la Guerra Civil Española (1936-1939) el profesor de Psicología Evolutiva José Antonio Gallardo Cruz analiza dicho traslado a partir de 142 piezas realizadas por los hijos de los republicanos españoles, que permanecieron alojados en diversas colonias alejadas del frente de batalla para que se recuperaran física y psicológicamente del trauma de la contienda. Treinta y cinco de los dibujos pertenecen a la Biblioteca Nacional de España (BNE).

En la BNE se conservan 1.174 dibujos infantiles realizados durante la Guerra Civil por niños de entre seis y catorce años. Forman parte de la colección expuesta en Estados Unidos para recabar fondos destinados a la República de España y, en concreto, para el mantenimiento de los campamentos en los que se alojaban los niños. La Nacional adquirió este muestrario a un librero catalán en 1986.

Estos dibujos “tenían un fin terapéutico, enfocado a la superación de los traumas producidos por la guerra, y un fin propagandístico, para conseguir romper las políticas de no intervención de las democracias occidentales, que tanto influyeron en la derrota del Gobierno legítimo español de entonces”, según indica Rosa Regàs en la introducción del catálogo de la exposición A pesar de todo dibujan… La Guerra Civil vista por los niños, inaugurada el 29 de noviembre del 2006 en la BNE.

Cartas republicanas : Datadas en Orihuela y para Orihuela

Periódicos y Revistas Cartas republicanas : Datadas en Orihuela y para Orihuela (1893-)
Control number: BVPH2004000528
Title: Cartas republicanas : Datadas en Orihuela y para Orihuela [Recurso electrónico]
Publication: [S.l. : s.n.], 1893- (Orihuela : [Imp. de Cornelio Payá])
Physical description: n. ; 44 x 32 cm
Current frequency: Semanal
Start / end: Año I, n. 1 (abr. 1893)-
Notes: Título tomado de la cabecera
Copia digital. Madrid: Ministerio de Cultura. Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria, 2004
Con el inicio de cada año comienza la numeración
A partir del Año IV, n. 4 (28 abr. 1898) el impresor es: Imp. de Luis Zerón
UDC: (054)
Tipo de publicación: Periódicos y Revistas Periódicos y Revistas

Holdings:
Biblioteca Pública del Estado en Orihuela  
Comprises:
(1893), 1894, (1898)

Cartas dos presos republicanos

Din que aos escritores coñécellos polas súas obras e eu creo que ás persoas coñécellas polas súas cartas, e moito máis se estas foron escritas nos ultimos momentos da vida, vidas arrebatadas.
É imposible entender que pasaba pola cabeza deses homes e mulleres, o medo ou a desesperación de saberse desposuídos dun futuro, pero se podemos saber que o seu corazón tiña a necesidade da despedida dos seus seres queridos: esposas, fillos, pais, irmáns, amigos.
Talvez a carta que mais coñecemos é a que Alexandre Bòveda lle deixò á súa muller e fillos, antes de ser fusilado:
Madrugada do 17 de agosto do 1936
Choliños, miña Peque, Vidiña:
Quixera escribirche moito. Mais xa sabes canto poidera decirche.
Perdóame todo, que os peques me lembren sempre, que cumplan tódolos meus encargos.
Eu, almiña estarei sempre con vós como cho prometín.
Faltan uns minutos e teño valor, por vós, pola Terra, por todos. Vou tranquilo.
Adeus vidiña. Vive para os peques e os vellos; abrazaos, confórtaos. Se Ti, miña Pequeniña admirable, a máis valente de todos. Alá sentirei ledicia e satisfacción de Ti e de todos.
Lembrareivos sempre, velarei sempre por vós.
Adeus, contigo, cos peques, cos vellos todos, estarei sempre na lembranza, na máis grande, na máis fonda, na máis infinda das apertas, o voso
Xandre
PS/ Recei contigo
Manuel Estévez, albanel socialista, de Tui, despediuse, con palabras coma estas da súa familia nunha carta no 1937, pouco antes de ser asasinado polos franquistas.
«A ti especialmente, Emilia, que eres la mayor, que ya te vas dando cuenta de la vida, sabes por que me matan todos estos canallas que se llaman representantes de la justicia. Pues te diré que me matan por ser bueno, por querer que vosotros no padezcáis hambre y no andéis descalzos; en una palabra, por defender un gobierno que estaba constituido. Y yo, que no maté a nadie, que respetó a todo el mundo, me condenan a la pena de Muerte por los testigos que se han prestado a declarar en contra de mí falsamente. No te digo quién son esos señores porque creo que lo sabes. Y por esos canallas os dejo en la más espantosa miseria» (…).
Outros trataban desesperadamente,de dar a coñecer as atrocidades que se sufrian na carceles, aveces eran interceptadas polos gardas e non chegaban a destino, pero outros como ou secretario xeral do PCE en Galicia José Gómez Gayoso, puido deixarlle á súa muller un relato detallado dás torturas que sufriu.
Carta de José Gómez Gayoso á súa esposa esperando o momento da súa execución no cárcere da Coruña:
“Me abrió la puerta la policía que me encañonaba. Pude largarme escaleras abajo y largarle dos tiros, pero después se me encasquilló la pistola y en ese momento por el hueco de la escalera me dispararon entrándome una bala por la sien y saliéndome por un ojo… mi desgracia fue que, al recibir el tiro rodé por las escaleras, y al recobrarme no encontré la pistola, sí no, no me cogen vivo… en el hospital nada mas llegar, aun sine hacer la primera cura, sobre la cama de operaciones empezaron a interrogarme los de la brigadilla de la Guardia Civil. Pocas horas después me operaban vaciándome el ojo izquierdo. Me encerraron en una sala solo, con dos guardias a mi lado y cuatro en los pasillos día y noche y me sujetaron los píes con cadenas a los barrotes de la cama y las manos esposadas, no sacándome las esposas ni para comer. Así estuve 11 días…
Todavía a medio curar, teniendo que llevarme entre dos pues las piernas no me sostenían me trasladaron al cuartel de la Guardia Civil, y esa misma noche empezaron los “interrogatorios”… lo que conmigo y Seoane han hecho es difícil de relatar. Solo te diré que mil muertes son preferibles a lo que con nosotros han hecho. Cuando el primero de septiembre salí del calabozo era un esqueleto. El día de mi detención pesaba 73 kilos y ahora peso 48. Tengo el intestino y estomago destrozados y los pulmones no cesan de vomitar sangre. Las manos, solo ahora con enorme dificultad pueden coger la pluma. Los enfureció más el hecho de que a los seis días de nuestra detención se iniciase una ofensiva guerrillera y empezaran a caer fascistas y a quemar centros de Falange y los ayuntamientos de Abegondo y Moeche (Coruña) y uno en Orense. Como ves, Conchi, los palos y torturas cuando conocía estos hechos, se soportaban hasta con alegría, al saber que nuestros bravos guerrilleros respondían como se debía”.
José Gómez Gayoso, Secretario Gral. do PCE en Galicia, executado a garrote vil na carcel da Coruña o 8 de novembro de 1948.
O 1er Tenente de Alcalde do Concello da Estrada, Ramón Fernández Rico, tras o golpe de estado e a caída de Galicia, quedou detido, e foi recluído na prisión de Pontevedra e o lazareto de San Simón. En marzo de 1937 foi condenado á morte e executado en xuño do mesmo ano. pero nos deixa este testemuño de coraxe e convección apenas uns meses antes de morrer
Carta de Ramón Fernández Rico e compañeiros estradenses condenados a morte dirixida aos correlixionarios da Estrada e ás corporacións vindeiras
Cárcel de Pontevedra, 13 de marzo de 1937
Ramón Fernández y demás compañeros.
Amigos y correligionarios de la Estrada:
Estos compañeros nuestros, que el barómetro de la existencia les puso en el grado de tener que sucumbir, a merced de la calumnia y la infamia; estos hombres que con espíritu ante la más ignominiosa de las acusaciones, han tenido que ser víctimas de una sentencia inocua para ser inmolados en aras del ideal, puro e inmaculado de la República, que aún después de ejecutados, surgirán siempre por donde caiga una sola gota de nuestra sangre; estos hombres que sus hogares se cubren de luto, y los corazones de sus viudas y sus inocentes hijos están empañados y horriblemente contorsionados por la amargura de que estos miserables ensucian sus manos en nuestra sangre sin macula; estos hombres a vosotros se dirigen, para encargaros en último y postrer encargo especial, que sabréis cumplir fiel y estrictamente todos, puesto que el recuerdo de estos mártires perdurará en vuestra memoria.
¡Pues bien! Estos hombres (cadáveres vivientes) os recomiendan ante todo serenidad, mucha serenidad, para soportar el duro trance, cuando os digan que estos queridos amigos vuestros han sido ejecutados; y luego invariables de la causa; os rogamos no abandonéis a nuestras pobres esposas y a nuestros queridos hijos, a éstos decidles que sus padres han muerto por el ideal santo de la República; por la regeneración de la España de menesterosos y de los hambrientos, por los honrados trabajadores nobles, nos han fusilado. Esperamos (recalcamos esto) miréis mucho por nuestras viudas y por nuestros pequeñuelos, que tengan siquiera pan para amortiguar el hambre de estas criaturas que quedan sin tener que comer. Vosotros que sois honrados, que sois hombres que tenéis corazón con fibras de republicanismo como nosotros, sentís a la par que nosotros como embarga en nuestro pecho el dolor, no por morir, pues demasiado sabéis la entereza que nos caracteriza, sino por tener que dejar la hora bendita del triunfo que se aproxima y no poder verlo. Y ahora que hablamos y mencionamos el triunfo, esta hora que está muy próxima, esta hora que a pesar de nuestro estado de marrición, que por estarlo así no podemos ver, en esta hora que suponemos que vuestros corazones tratarán de evadirse de vuestros pechos con la emoción; mas en esta hora que todos al grito unísono de viva la República; en esta hora que la Bandera tricolor ondea en la cúspide más alta de La Estrada; en esta hora la más grande quizás para nosotros que los siglos vieron; en esta hora, queridos correligionarios y camaradas nuestros; en esta hora símbolo de la redención de la nueva era; que en medio de vosotros a toda voz resuene, se oiga cual preciado clarín, en todos los ámbitos de La Estrada y digan muy claramente sin precisar de altavoces, fantoches hipócritas y canallas como acabamos de dejar el mundo; que pronuncien esto: ¡Republicanos! Queridos camaradas: Existen en estos momentos de innegable olvido más nombres que tenemos que grabar con letras de oro, el nombre de más mártires de La Estrada, víctimas de la más ignominiosa opresión que los siglos vieron: Ramón Fernández Rico, Manuel Nogueira González, Jesús Puente Fontanes, José Mª Pena López, Cándido Tafalla Froiz y José Rodríguez Sangiao. Tampoco vamos a olvidar a José Gómez Rivas, Manuel Puente Porto, José Fernández Cortez, José Vidal Puga, Manuel Vázquez Cruz y José Graciano García, y vosotros añadiréis si alguno más cae después de nosotros.
Os queremos decir con esto, vecinos y compañeros, que nos consta sabréis cumplir con vuestro deber; pero como así mismo nos consta que pronunciaréis nuestros nombres y lo mismo los de nuestras familias, y si alguno ha caído con la famosa ley de fugas, que tanto ha imperado para todos estos; justicia, justicia y advertencia; si os parece que aún pagando con la vida no hemos cumplido con nuestro deber, entonces, correligionarios, entonces no se la hagáis, y si queréis que siga la farsa, que siga. Pero tened presente que estas voces y consideraciones que os hacemos, el prisma del nuevo régimen, tenedlo muy en cuenta, en los lamentos de ultratumba.
Ahora que salimos del feo encargo; aunque nos perdonéis lo extenso que somos, otros encargos de menor «tara»: esperamos que en la próxima reunión, después de posesionaros del Ayuntamiento, conste esta carta, mal hilvanada, en el libro de actas. Que una de las calles más céntricas de la floreciente villa, llevará esta inscripción: Mártires de La Estrada; y que obraréis como os lo pedimos en nombre de la República y de la democracia y del ideal que nos lleva a la tumba. Queridos compañeros nuestros, estas toscas líneas que vosotros lleváis son los últimos latidos del corazón de estos «cristos» que al grito de «Matadles, matadles» que algunos desgraciados tahúres vecinos nuestros así lo han dicho, así que no queremos entristeceros más, no queremos haceros sufrir más, tampoco queremos que seáis hombres forjados en estos suplicios que atravesamos todos, así que, compañeros, el último pensamiento será para vosotros; muestra que seremos firmes y enteros ante el piquete, gritaremos con toda la fuerza de nuestros pulmones: ¡Viva la República, viva el Frente Popular, viva la Libertad, viva la Democracia y abajo los tiranos!
Compañeros, el último abrazo y el último pensamiento cumplidlo por bien de la causa, para que jamás la historia del mundo tenga que soportar tan horrendos crímenes.
Salud camaradas, hasta la eternidad.
Ramón Fernández Rico
………………………….
E foron máis, miles de cartas máis, que quedarán no recordo dos seus familiares, como testemuño ou herdanza dunha loita, dun desexo, dun mundo mellor e mais igualitario.
E chegaron ao seu destino, que é o noso.
Eu non teño cartas do meu pai do seu inferno, de tres anos, en San Simón, porque non tiña a quen escribirlle, estaba só.
Pero en cada carta destes heroes, hai unha liña para min.
A todos eles: MOITAS GRAZAS!!!
Alexandra Cachafeiro Camiña

Cartas Republicanas Galegos Condenados A Morte - Xesus Alonso Montero


 
CARTAS RESCATADAS DEL OLVIDO

Ignacio Alcaraz Cánovas
Escritor


Las empresas editoras más prestigiosas nos sorprenden a veces con la publicación de la correspondencia entre personalidades, no solo en el campo de la Literatura y la Política, sino en los diferentes de la investigación científica o cualquier otro soporte de la actividad humana. Y es una delicia comprobar los auténticos sentimientos de las lumbreras más destacadas de cualquier época, que cuando escribían una carta no pensaban que años más tarde estas llegarían a tener un alcance mayor que el pretendido inicialmente. En muchas de las epístolas se escapan sin afeites informaciones que no pueden comunicarse por medio de libros, muchas veces sobre temas familiares o de salud. En ocasiones, surge algún elemento de la debilidad humana, o sentimientos de culpa, opiniones suscitadas por circunstancias históricas o vaivenes de la política. También opiniones sobre el futuro, o deseos insospechados de luz y claridad sobre temas concretos, todo es posible en la correspondencia entre dos personas que han mostrado a lo largo de su vida una clarividencia desusada o han ostentado cargos relevantes en la administración y desarrollo de su propio país.
Algunas de tales cartas llegaron a mis manos por medios normales, la mayoría de las veces mediante fotocopias de las mismas. Otras veces tuve el privilegio de leer documentos oficiales, desde mis funciones administrativas, que me hicieron conocer lo que no podía decirse en medios habituales de información. Lo que pretendo ahora es poner en conocimiento de los lectores los textos completos de varias de ellas redactadas, en su día, y que, a la larga, tienen interés permanente para las personas curiosas de conocer las genuinas y personales impresiones de sus protagonistas. Desde el amor a la República y la sabiduría política del Gobernador Civil de Sevilla en 1936, José María Varela Rendueles, hasta las manifestaciones de adhesión al ex presidente del Gobierno español en el exilio Claudio Sánchez Albornoz por parte del dramaturgo Antonio Buero Vallejo. O las quejas del masón y Concejal del Ayuntamiento de Ceuta Francisco Sánchez Molinillo, en vísperas de la sublevación militar de 1936, al Presidente de las Cortes y correligionario Diego Martínez Barrio. También he pretendido rememorar los esfuerzos de Deogracias M. Díaz del Hoyo, renombrado republicano, requiriendo del Historiador Ian Gibson su colaboración para investigar sobre el paralelismo de la I República española con Estados Unidos de América durante la guerra de Secesión.
Con estos mimbres, he tratado de recordar cuatro instantáneas históricas del pasado siglo XX.

1ª) DE JOSÉ MARÍA VARELA RENDUELES A RÉGULO MARTÍNEZ SÁNCHEZ
El profesor Gabriel Cardona, de la Universidad Central de Barcelona, ha señalado que la captura de Sevilla por los alzados del 18 de julio de 1936 tuvo un valor decisivo para el inicio de la guerra civil. La Capital Hispalense era sede del mando militar, la II División Orgánica, a las órdenes del general José Fernández Villa-Abrile Calivara. Los militares de Sevilla en general, estaban escarmentados con lo ocurrido 1932, cuando la sublevación del general Sanjurjo. «Sin embargo, existía un pequeño grupo de conspiradores, manejados desde el propio Estado Mayor de Villa-Abrile, afiliados a la UME y dirigido por el comandante José Cuesta Monereo, colaborador con Sanjurjo en 1932, que capta a la guardia civil, algunos mandos de caballería y artillería, la Falange y los carlistas de la Ciudad». Al mediodía del 18 llegó a Sevilla el General Queipo de Llano, que se dirigió inmediatamente al palacio de la División para pedir a Villa-Abrile que se uniera al alzamiento. Como éste se negara, optó por detenerlo. Con ayuda de los estamentos citados, Queipo se apoderó de las reservas, de armamento y de munición de la División, consciente, de que así obligaría a los obreros a rendirse, sus únicos enemigos en aquellos momentos cruciales. El jefe de la guardia de asalto, comandante José Loureiro Sellés, se puso a las órdenes del Gobernador Civil José Manuel Varela Rendueles, decididos ambos a defender la legalidad. Los sublevados llevaron la iniciativa desde entonces, apoderándose sucesivamente de los edificios esenciales, Ayuntamiento, Telefónica, Gobierno Civil y cuartel del Cuerpo de Seguridad y Asalto. Ante la evidencia, el gobernador decidió rendirse intimidado sobre todo por la artillería facciosa: autoridades y guardias fueron hechos prisioneros. Al día siguiente cayó Tablada, lo que impidió el vuelo de los aviones gubernamentales. Ya sólo quedaban los barrios populares sevillanos. Gracias al puente aéreo establecido entre el Aeródromo de Sania Ramel en Tetuán y el de Tablada, llegaron a Sevilla algunos destacamentos de Regulares y Tercio. También al puerto de Cádiz arribó el destructor Curruca y el barco Ciudad de Algeciras con tropas marroquíes, que neutralizaron la resistencia de los guardias de Asalto. Un convoy similar lo hizo en Algeciras, donde el cañonero Dato y el mercante Cabo Espartel desembarcaron mercenarios suficientes para dominar la situación en la Línea de la Concepción.
Estas fuerzas terminaron con la resistencia popular de Sevilla, espectáculo dantesco que aún impresiona a las personas que vivieron aquellas tristes jornadas en barrios como el de Triana, donde los habitantes fueron sacados de sus casas con bombas de mano. El gobernador José María Varela Rendueles ha evocado todo lo sucedido en las jornadas que precedieron a su detención, como la demanda al jefe del Aeródromo de Tablada para que bombardeara a las fuerzas sublevadas, o su colaboración con las órdenes recibidas del Primer Ministro Casares Quiroga para que se atacaran determinados objetivos del Protectorado. En su libro Rebelión en Sevilla recuerda su enfrentamiento al general Gonzalo Queipo de Llano y su cautiverio posterior si bien nunca llegó a ser fusilado, como ocurrió con los militares que se opusieron a la sublevación. Con el subtítulo de Memorias de un Gobernador rebelde, Varela Renduels evoca todo lo sucedido en Sevilla y cómo el general felón se apodera de las riendas del poder, llevando a la muerte a miles de españoles. Fue gracias a la intercesión del Jalifa de Tetuán que el Gobernador salvó su vida. Después del fallecimiento del general Franco, José María Varela Rendueles terminó sus días en La Coruña. Nunca abdicó de su condición de republicano, y para conocer su pensamiento nada mejor que releer la carta que el 8 de septiembre de 1976 envió a su correligionario Régulo Martínez de Madrid:
«Estimado amigo: Paso a exponerle cuanto me sugiere la lectura de su escrito, por todos conceptos interesante, de 14 del pasado mes de agosto: a) si el Gobierno quiere legitimar la democracia, tiene que legitimar la oposición. No a ésta, sino a aquél debe interesar su legitimidad sin excepciones. b) Barajar letras y barajar ideas por los adversarios del franquismo, para, queriendo agruparse, dispersarse en múltiples partidos, es lo que conviene a quienes durante 40 años impusieron el partido único. Pocos partidos, bien diferenciados, pero accidentalmente unidos para la eficacia de la acción de lo que interesa. Sólo procurando afinidades con quienes de verdad desean la paz y la reconciliación, SEAN O NO REPUBLICANOS, renunciando por ende a cuanto ante aquella necesidad principal resulta accesorio, se podrá lograr una situación política esperanzadora y estable. Excusado es decir que la colaboración con los socialistas me parece indispensable. c) Desconocer la vitalidad de las regiones y no reconocerles personalidad tan amplia como lo permita el no quebranto de la unidad nacional, me parece error inexcusable funesto. Restablecer los Estatutos otorgados por la República sería el camino del acierto, un primer paso. Concedérselos a otras regiones, otro. Ha de ser el voto de las mismas quien decida. Hemos de tener en cuenta que las circunstancias de hoy no son las de 1931. En aquel abril advino una República sin republicanos, procurada y conseguida por monárquicos. En 1976 tenemos una Monarquía sin monárquicos, a la que, una vez que cumpla la indeclinable exigencia de su convalidación por el voto popular, de donde debe proceder toda soberanía, así como con sinceridad de pensamiento y eficacia de obra consiga para España la libertad y la democracia, estaríamos los republicanos en el también indeclinable deber, si somos respetuosos con la voluntad popular, de no obstaculizar, e incluso en el de colaborar en su obra desde la oposici6n. Lo urgente, lo inaplazable es alcanzar la libertad y la democracia. No es el momento de dividir fuerzas, sino de articular la unidad de acción de ellas. La mayor desgracia para la República y para los republicanos, a mi entender sería el que la Monarquía no acertara o no quisiera implantar la democracia y libertad: Entonces surgiría una catastrófica dictadura pretoriana que el Ejército ni busca ni desea, o tendrían República y republicanos que cargar no sólo con la responsabilidad de procurar una solución al gravísimo problema institucional de ejercer el Poder apoyándose en fuerzas e instituciones no republicanas, sino al político de pacificar y ponerle punto final a una guerra todavía latente, que ella ni abrió ni quiso, y el de, a su vez, soportar y resolver un caos económico como herencia irrenunciable. No podemos desear ni procurar para la República semejante «bicoca». Tampoco se puede, ni será válido, con ojos de ayer, ver el hoy, ni encerrarnos en conclusiones oportunas y eficaces en el pasado para con ellas tratar de resolver el presente. Debo confesar que llevo en mis ojos demasiada carga de visiones de ayer y en el pensamiento demasiadas huellas del pasado, para que aquéllos y éste hagan de utilidad mi ver y mi pensar en el presente. Temo que el demasiado apresuramiento haga inútiles los pasos dados e imposibles los que están por dar y en los que tanta esperanza hemos puesto. Pero creo que mi deber es no silenciar mi pensamiento a quienes me hacen partícipes del suyo. Por lo mismo que llevo en mí tanto pasado, no puedo desprenderme de mi condición de republicano. Lo fui, lo soy y lo quiero seguir siendo. Muy atentamente le saluda, José María Varela Rendueles».


2ª) CORRESPONDENCIA ENTRE DEOGRACIAS M. DIAZ DEL HOYO E IAN KEITH GIBSON SOBRE LA PRIMERA REPÚBLICA ESPAÑOLA.
El 25 de noviembre de 1972 dirigió Deogracias Manuel Díaz del Hoyo una carta al director de la revista Historia y vida, significándole que el 11 de febrero siguiente se cumpliría el primer centenario de la proclamación de la Primera República española, que, a pesar de su corta y accidentada vida (sublevaciones carlista y cantonal), se anotó varios hechos de indudable importancia, tales como el establecimiento del recurso de casación, el final de la esclavitud en los territorios españoles de Ultramar, y la renuncia por Salmer6n a la Presidencia para no suscribir la ejecución de una pena de muerte. A la par que le requería sobre la conveniencia de dedicar un número a las citadas efemérides, le recordaba el paralelismo existente entre el presidente Lincon y los de la Primera República.
La revista Historia y vida no contestó a la carta, pero, finalmente, se decidió a dedicar un número extraordinario en marzo de 1975, analizando pormenorizadamente el panorama histórico que llevó a la República en febrero de 1873. El número, de carácter monográfico, se extendió desde el movimiento federal entonces existente, a los primeros días de la República, las fórmulas constitucionales y Cortes Constituyentes, las relaciones con Estados Unidos; guerra de Cuba, los carlistas, el general Serrano y el Ejército para terminar con el fracaso del intento republicano. Para la confección de la revista se obtuvo la colaboración de numerosos colaboradores, como Luís Sánchez Agesta, Nazario González, Stanley G. Payne, de la Cierva, Néstor Luján, y otros.
El ABC del 27 de marzo dedicó una columna para comentar la publicación, sin comentarios. Ya, dos años antes, el 10 de marzo de 1973, José María Pemán había publicado un artículo bajo el título "De la técnica, la ideología y Alfonso XIII". En el mismo, subrayaba que «A don Alfonso no le dio tiempo ni le dieron crédito para desarrollar esa técnica moderna, que tan a la medida le venía a él, de los reyes populares y anticeremoniosos. En cambio, ¡qué técnica tan ajustada y diabólica desplegaron frente a él los ideólogos enemigos! Primero, la técnica de destronar reyes; luego, la técnica de calumniar ausentes»...
Deogracias M. Díaz del Hoyo dirigió una misiva días después al propio Pemán, donde entre otras cosas le recriminaba sus comentarios ridiculizando, la figura de Nicolás Salmeron, "que no había aprendido la técnica de gobernar" (cuando apenas sí tuvo tres meses de actividad para aprenderla). Esta carta no tuvo contestación por parte del señor Pemán.
Pasado el tiempo, el 16 de octubre de 1985, e insistiendo sobre el parangón hispano-americano, Díaz del Hoyo, Secretario del Centro Cultural Nicolás Salmerón, envió una carta a Ian Keith Gibson en los términos siguientes:
«Cuando días pasados tuve el gusto de saludarle con motivo de la inauguración del ciclo de conferencias a desarrollar durante el presente curso en el Centro Cultural «Nicolás Salmerón», invité a usted, como ilustre historiador que, a pesar de su nacionalidad de origen, tan bien ha sabido calar en nuestra próxima y dolorosa historia, a que contemplase la posibilidad de investigar sobre el innegable paralelismo que existe entre la historia de la I República Española (1873-1874) y la gran República americana en el también doloroso período de su guerra de Secesión (1861-1865), citándole entonces, de memoria, algunos de los hechos que, en principio pudieran justificar dicho aserto, en cuanto al supuesto paralelismo existente entre ambos períodos. Hoy, al confirmarle mediante la presente carta aquel ruego, me permito adjuntarle, como apoyo a mi proposición, fotocopias de algunos de mis escritos, producidos en su día sobre el tema, escritos que pongo gustosamente a su disposición, por si, finalmente, estuviese interesada en profundizar en tal estudio, quedando también a su disposición por si modestamente pudiera facilitarle algún otro dato más que pudiera ayudarle en tal estudio. Dándole las gracias por su atención, aprovecho gustoso la ocasión para saludarle muy atentamente. Deogracias M. Díaz del Hoyo.»

Ian Gibson contestó a esta carta con otra de 24 del mismo mes, manifestando lo siguiente:
«Gracias por su carta y por los documentos, que he leído con interés. Su contestación al imbécil de Pemán me ha gustado e interesado vivamente, y le felicito por su estilo epistolar, maravilloso y eficaz. Me imagino que el autor de La bestia y el ángel no se tomó la molestia de contestarle. En cuanto a los puntos que usted establece entre la I República española y la americana, no cabe duda de que es un campo de investigación de gran aliciente. Yo en estos momentos, y para dos años más, tengo el programa de trabajo más que establecido, pero tendré en cuenta sus indicaciones para, tal vez, una futura indagación. Y, de todas maneras, todo lo que usted me ha dicho me ha sido útil y me ha refrescado la memoria (que, por cierto, es bastante mala). Le saluda muy cordialmente, Ian Gibson.»

La correspondencia que precede ha planteado de forma directa la necesidad de un estudio profundo de la I República. A pesar de su corta existencia y de las dificultades que encontró para afianzarse y desarrollar su cometido, el régimen promovió más Leyes y Decretos renovadores que se promulgaron en los treinta años anteriores o los treinta posteriores. En su haber, como decía Deogracias M. Díaz del Hoyo, figura el final de la esclavitud, sin olvidar que sus cuatro presidentes se hallaban imbuidos de profundo españolismo y de bases políticas que aún siguen siendo claves en la ideología republicana.

3ª) CARTA DE ANTONIO BUERO VALLEJO A CLAUDIO SÁNCHEZ ALBORNOZ
Después de la dimisión del Presidente de la República, Manuel Azaña, el presidente del Parlamento Diego Martínez Barrio le sustituyó según el Reglamento de la Constitución. A su muerte, fue el vicepresidente, el jurista Luis Jiménez de Asúa quien asumió la Presidencia. Y a su dimisión, a su vez el cargo recayó en el que había sido secretario del Congreso, José Maldonado, que lo guardó hasta el final de las instituciones republicanas de la II República en el exilio. La Jefatura del Gobierno fue asegurada sucesivamente, por Juan Negrín, José Giral, Llopis, Álvaro de Albornoz, Gordón Ordás, Herrera, Sánchez Albornoz y, finalmente, Fernando Valera.
Claudio Sánchez Albornoz, ilustre medievalista, historiador y político, fue asimismo catedrático de Historia en las universidades de Barcelona, Valladolid y Madrid. En 1932 fue nombrado rector de la Central de Madrid. Su vida política, liberal de convicciones democráticas y republicanas, fue intensa, ocupando durante la II República los cargos de vicepresidente de las Cortes y embajador en París y Lisboa.
Exiliado tras la guerra civil, vivió en Argentina, período en el que desempeñó la jefatura del gobierno en el exilio (1959-1970). En 1976 después de la muerte del general Franco, regresó a España, aunque no lo hizo con carácter definitivo hasta 1983, viviendo en Ávila, donde falleció un año después. Su labor como historiador ha dejado numerosas pruebas de su erudición y sabiduría. Creó en Buenos Aires el Instituto de Historia de España, y entre sus numerosas obras cabe citar En torno a los orígenes del feudalismo, Viejos y nuevos estudios sobre las instituciones medievales españolas, y España un enigma histórico, libro este último polémico con las tesis de Américo Castro. (El primero sostenía la preponderancia del elemento germánico en España, mientras que el segundo lo atribuye a los estamentos judío y musulmán, que considera decisivos en la España del siglo XVI).
Cuando Sánchez Albornoz llegó a España en 1976 (mayo), Antonio Buero Vallejo le envió una emotiva carta. Buero Vallejo fue siempre un republicano de corazón, que luchó en defensa de la República desde los primeros momentos de la sublevación de 1936, y padeció, como tantos, españoles, la persecución franquista y la condena a muerte, de la que fue más tarde amnistiado. En la cárcel convivió con Miguel Hernández, al que dibujó como auténtico maestro. Su primera vocación fue la pintura y esta dedicación le llevó finalmente al Teatro. Tras recibir el premio Lope de Vega con Historia de una escalera, siguió escribiendo nuevos textos dramáticos que le valieron el reconocimiento como la figura más relevante de la escena española. En sus obras airea la soledad y angustia del hombre moderno, ante una realidad confusa y mediocre que le rodea. Sus éxitos literarios le llevaron a la Academia Española en 1971 y la consagración con el Premio Cervantes en 1986.
Decía Buero Vallejo:

«Mi admirado don Claudio: He tenido el honor de estrechar su mano por primera vez, hace aún pocos días, en la recepción académica de don Salvador de Madariaga; y con gusto le habría dado, en homenaje, un conmovido abrazo por su retorno a esta España que, entre todas las personas de buena voluntad, deberemos levantar para encaminarla a su insoslayable futuro democrático y pacífico. Otro acto semejante, que se celebra a la misma hora de su homenaje y en cuya convocatoria modestamente figuro, me impide asistir personalmente al suyo para compartir alegrías y esperanzas. Pero tal vez los dos homenajes formen, en el fondo, uno solo; pues creo que cuantos estemos en aquél donde mi asistencia es inexcusable, estaremos también en espíritu junto a usted, y acaso quienes le honran rodeándole a Vd. en estos momentos, se hallen asímismo entre nosotros no obstante hallarse ausentes. Así quiero creerlo, pues, dentro del saludable pluralismo de los demócratas españoles, «todos somos unos». Todos debemos serlo para bien de nuestra dolorida patria. Acepte, pues con mis excusas por tenérselo que testimoniar mediante estas líneas, mi devoción de español y mi adhesión ferviente a ese acto para el que, gozosamente, bien creo que podemos recordar con nueva confianza el viejo y sabio refrán del que tantas veces y año tras año hemos tenido que dudar: «Nunca es tarde, si la dicha es buena». Le saluda con respeto y afecto, Antonio Buero Vallejo.»


4ª) DE FRANCISCO SÁNCHEZ MOLINILLO A DIEGO MARTÍNEZ BARRIO
En vísperas de la sublevación militar del 18 de julio de 1936 la masonería del Protectorado español en Marruecos y Plazas de Soberanía de Ceuta y Melilla gozaba de una sólida implantación. Numerosos autores se han ocupado del tema y en especial Jesús F. Salafranca Ortega, Vicente Moga Romero, Francisco Sánchez Montoya, y en especial el jesuita José A. Ferrer Benimeli. Las sedes de las logias respectivas fueron asaltadas por los falangistas el mismo día del alzamiento, y los antecedentes encontrados en ellas, entregados a la Guardia Civil de Tetuán, que centralizó el archivo de las mismas y permitió el encarcelamiento inmediato de los masones que no pudieron escapar a Tánger o a la vecina zona francesa de Protectorado. El teniente de la Guardia Civil, José González Hernández (a la sazón sargento), formuló una relación de las personas implicadas, en total 1124 nombres, más otra de militares en activo, integrado por 98 miembros. Ambos listados se hallan actualmente en el Archivo Histórico Nacional de Salamanca. En las listas se encuentran comprendidos 30 musulmanes, siendo numerosos los de origen judío. Todos los masones sufrieron un tributo de sangre, tanto en el campo de Concentraci6n de Tetuán como en los abiertos el las Plazas de Ceuta y Melilla. En esta última, destacó por la persecución y muerte de masones el militar marroquí El Mizzian, promovido más tarde por el general Franco al Generalato.
Entre los masones de Ceuta figuraba Francisco Sánchez Molinillo concejal de los ayuntamientos democráticos establecidos en la ciudad desde la implantación en España de la II República. Como la mayoría de sus correligionarios, fue detenido, aunque salvó la vida en las purgas decretadas por el general Franco, acérrimo enemigo de la Masonería. (Según Ferrer Benimeli, este odio provenía porque su solicitud de 1926 para ingreso en la logia LIXUS de LARACHE, donde sí fue aceptado su hermano Ramón, fue rechazada unánimemente, según testimonio del teniente coronel Joaquín Morales).
Durante el Frente Popular, el Alto Comisario Juan Moles Ormella fue requerido por Casares Quiroga para que formara parte de su gabinete como Ministro de la Gobernación. El puesto quedó en manos del Secretario General Arturo Álvarez-Buylla y Godino. Aunque Moles no cesó con carácter definitivo del Puesto, su ausencia de Tetuán fue objeto de acres comentarios por parte de los republicanos del Protectorado, que estimaron se trataba de una deserción en vísperas de los acontecimientos que se avecinaban.
El 10 de julio de 1936, Francisco Sánchez Molinillo envió una carta a Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes, en su calidad de Presidente de la Federación Agropecuaria de Yebala, lamentándose de la situación creada en el Protectorado por el cese de Moles y proponiéndole la adopción de determinadas medidas para el restablecimiento de la confianza en la recuperación económica del territorio. El documento ofrece además datos de indudable interés histórico, como la subvención anual de 200 millones enviada por la República para el mantenimiento del Protectorado, de los que 170 se destinaban al ejército golpista que en aquellos mismos momentos preparaba a las fuerzas pretorianas para lanzarlas contra el gobierno republicano español elegido democráticamente en febrero anterior. Dice así la carta de Sánchez Molinillo:

«Mi respetado e ilustre Jefe: Me permito una vez más molestar su atención con el empeño mío de que le dirija en los momentos que pueda hacia Marruecos, aunque esta vez lo hago con la satisfacción de ver que parece que van a encauzarse las actividades de España en esta zona.
La Federación que presido ha entrado en contacto con los Sres. D. Eleuterio Peña y D. José Castelló, recientemente nombrados por los cargos de Delegado y Subdelegado de Asuntos Indígenas. Esta Delegación es en la zona del Protectorado el eje de la acción; viene a ser aquello que el Ministerio de la Gobernación, el de Instrucción Pública y el de Trabajo y Sanidad juntamente en España, teniendo además a su cargo lo que concierne al régimen de la propiedad indígena y a la colonización.
Pues bien, estos Sres. vienen poseídos, impregnados de un espíritu revolucionario en el buen sentido de la palabra, es decir, dispuestos a que se deje de perder el tiempo y de malgastar los 200.000.000 que todavía está enterrando la República en estos territorios todos los años de burocracia y papeleos inútiles y en soldados innecesarios, para que sin necesidad de nuevos sacrificios sin rebasar las márgenes presupuestarias actuales, se invierta el dinero en fecundizar la zona, donde pueden colocarse 25 a 30 mil labradores españoles poniéndola en condiciones con una producción que puede obtenerse de ella no menos de 600 millones de pesetas y de descargar a España del peso agobiador que hoy aporta al presupuesto nacional.
Estos Sres. nos han manifestado a la Comisión que o ellos implantan en la zona la política que nosotros representamos, o se marcharán si el Gobierno metropolitano no les permite desarrollarlo.
Ahora bien, querido e ilustre Jefe, yo que he tenido la valentía de enterrar en una finca que estoy colonizando, todavía sin títulos de propiedad, toda la fortuna modesta que amasé en América por venir aquí para trabajar bajo el pabellón de mi patria, puedo decirle con la mano sobre mi corazón, que o se marcha por este camino de crearle a la zona una economía propia que la sustente, o se hundirá el prestigio de España con esa sangría suelta y estéril de cerca de 200 millones de pesetas que es lo que ha venido haciendo la monarquía en Marruecos lleno todavía de funcionarios de aquella época, y continuando desgraciadamente por la República hasta que ha venido el Sr. Moles y los Sres. Álvarez Buylla, Secretario General; Peña y Castelló.
Es preciso pues, mi respetable Jefe, que Vd. cuide de sostener en sus puestos a dichos Sres., de que vuelva cuanto antes sea posible a su puesto el actual Ministro de la Gobernación, porque desde ahí no se puede apreciar la importancia ni el valor que tiene ante el indígena una política de continuidad en la gestión, la cual presupone encarecidamente estabilización en los cargos de las personas que acierten a desarrollar la acción que conviene a España en estos territorios, en donde por muy modestos que sean se juega la República su prestigio internacional.
No queriéndole molestar más y confiando me perdonará el atrevimiento, hijo de mi buena fe y de mi adhesión incondicional a su ilustre personalidad, quedo con el afecto de siempre a su disposición, como su adicto y humilde correligionario. Francisco Sánchez Molinillo.»

Diego Martínez Barrio acusó inmediatamente recibo de la carta, pero el texto de la misma ha desaparecido. Sí se sabe que en la respuesta avisaba de que haría «cuanto fuera necesario en todo lo que de él dependiera». El estallido de la rebelión militar una semana después dio al traste con todos los buenos propósitos de regeneración económica del Protectorado. Y, por supuesto, con muchísimas cosas más.




Eco Republicano

Las cartas del Exilio Republicano

Justo Somonte es uno de los pocos supervivientes del masivo exilio republicano español que llegó a México hace 70 años.

Nueva York los recibió como héroes. Un grupo de embarcaciones rodeó el transatlántico De Grasse lanzando chorros de agua en señal de bienvenida. Eran las seis de la mañana de un frío enero de 1940 y el niño Justo Somonte llevaba horas despierto para no perderse la primera vista de la estatua de la Libertad. Con él, un grupo de refugiados españoles y cientos de judíos habían embarcado 14 días atrás en El Havré (Francia). La travesía, que debía durar siete días, se multiplicó por dos para esquivar los submarinos de guerra alemanes que infestaban las aguas. En Estados Unidos ya los daban por desaparecidos. De ahí aquella fiesta.
La emoción de aquel niño vive nítida tras 72 años en la memoria de Somonte, que desgrana desde su casa de Ciudad de México con todo tipo de detalles el periplo de un chico bien de Bilbao, hijo de un farmacéutico republicano, que se imaginaba toda la vida siendo un “burguesito de provincias”. Hasta que se le cruzaron dos guerras, precisamente a él, nieto del pacifista Rafael Altamira.
Con solo ocho años Justo abandonó a su padre y su Bilbao natal huyendo de la Guerra Civil en una pequeña embarcación rumbo a Francia, hacinado con otras 500 personas y acompañado por su madre y hermanos. En Burdeos los esperaba el abuelo, juez internacional de La Haya y dos veces nominado al Nobel de la Paz. “Nosotros éramos unos refugiados atípicos”, reconoce Somonte.
El sueldo en florines de Don Rafael les dio para alquilar una preciosa villa en Bayona y matricular a los niños en el Liceo. Gracias a los florines evitaron los campos de concentración donde se refugiaron miles de españoles y Justo recuerda con felicidad aquellos tres años en Francia: “Entonces pensé que toda la vida sería un burguesito francés”.
Pero estalló la Segunda Guerra Mundial. El padre de Justo (del mismo nombre que su hijo), exalcalde socialista de Bilbao, abandonó el País Vasco para unirse a la familia en Bayona. Ante el avance de las tropas alemanas, fue uno de los miles de españoles que solicitaron un visado para viajar a México, bajo la benevolencia del presidente Lázaro Cárdenas, que abrió las puertas del país a miles de exiliados. Entre la multitud de solicitudes de aquellos años que conserva el Acervo Histórico Diplomático de México hay una fechada el 20 de mayo del 39 y dirigida al entonces embajador mexicano en Francia: “Pondrá la presente en sus manos el señor Justo Somonte, leal servidor de la República Española, y socialista sincero, actualmente expatriado y sin fortuna, pues todos los bienes le fueron confiscados. El estado de angustia en que se encuentra el referido señor, me mueve a rogar a Usted le imparta la ayuda de esa Legación, para que pueda venir a nuestro país en unión de su mujer e hijos”. Justo desconocía la existencia de esa carta, que quizás cambió para siempre el destino de su vida. Lee la misiva mecanografiada enviada por un amigo de su padre desde México y asiente: "Así fue".
Los primeros que atravesaron el Atlántico con el visado en la mano fueron el padre y el hermano mayor de Justo, solo unos meses antes de que embarcaran la madre y el resto de hermanos. Justo recuerda que elDe Grasse partió una mañana fría y en medio de bombardeos. Para el niño, la larga travesía fue una aventura “deliciosa”, correteando por cubierta mientras su madre y una hermana echaban las tripas a causa de los mareos. Tras la majestuosa bienvenida estadounidense a los refugiados que todo el mundo pensaba que se había tragado el mar, los españoles pasaron a un tren para cruzar la frontera y llegar a México.
Justo explica que las autoridades recibieron muy bien a los exiliados, entre los que se contaban por miles los intelectuales y profesionales de izquierdas, pero para los mexicanos los españoles solo eran “los malos de la película”. “Al final nos identificábamos con nosotros mismos. A nuestros padres al llegar se les paró el reloj y vivimos una España idealizada. Crecimos en un ambiente hiperhispano, una especie de gueto, siempre con la idea de regresar hasta que se nos acabaron los dedos de contar los años”.
El cabeza de familia nunca volvió. “Vivió con una añoranza terrible y quizá eso influyó en que muriera joven”, dice su hijo, que aún hoy mantiene el acento vasco y un interés desmedido por las andanzas de Athletic de Bilbao. Casado con la hija de un fusilado republicano, Justo se siente “muy mexicano” aunque hasta la fecha sigue pasando las tardes jugando dominó con los del “gueto”. Niños españoles que hoy peinan canas mexicanas. El poco pasaje que aún vive para recordar la travesía de los barcos que cruzaron el Atlántico hace más de 70 años y que les dejó para siempre la etiqueta de “refugiados españoles en México, a mucha honra”.
Lee la carta que Luis Garrido envió al embajador de México en Francia para solicitar asilo para la familia Somonte.
Fuente: www.elpais.com

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