miércoles, 17 de abril de 2013

LIBROS RECOMENDADOS: ILUMINACIONES EN LA SOMBRA DE FERNANDEZ SAWA


 

va Díaz Pérez | Sevilla

El Madrid de Alejandro Sawa aún se puede recorrer. De hecho, hay itinerarios que lo recuerdan como los que se hacen en el Día del Teatro por la capital donde gozó y sufrió Max Estrella. Por ese Madrid finisecular de Sawa vagaban personajes que ahora parecen espectros desvaídos en el azogue de los espejos y que esperan su oportunidad perdidos como notas a pie de página en algunos libros raros. Sawa fue parte de aquellos bohemios, hampones de la poesía, mártires del arte y personajes cuya biografía fue el símbolo del fracaso.
Con tan sólo diecisiete años Alejandro Sawa llega a Madrid (en 1879), comienza a vivir en la calle Desengaño número 6 y trabaja gracias a una recomendación en el Ministerio de la Gobernación, que se hallaba en la antigua Casa de Correos.
Es un Madrid galdosiano, aún iluminado vagamente con luces de gas, atravesado con el vértigo tímido de de los primeros tranvías, de noctámbulos de capa andrajosa y chalinas de color incierto y, sobre todo, de eternas noches de cafés. Sawa era frecuentador de estos cafés y forma parte de los personajes que pululaban por el Café de la Montaña, el del Gato Negro, el Fornos o Pombo, lugares inmortalizados por la literatura. Una de las épocas doradas de estas tertulias de café fue la de Pombo, cuya memoria rescató Ramón Gómez de la Serna en su libro 'Pombo' (1918): «Todos resultamos embadurnados como de polvos de gas, pálidos, creosotados, convertidos en blancos espíritus con los ojos brillantes y suspendidos».
Despreciaban el arte burgués, vivían del sablazo y veneraban a las musas del arroyo
Ramón Pérez de Ayala escribió una interesante novela sobre la bohemia, 'Troteras y danzaderas' (1913) en la que también aparecían estos personajes arrabalescos y envenenados de Literatura como el propio Sawa. Formaban parte de un grupo de escritores bohemios que despreciaban el arte burgués, que salían del canon literario, que sobrevivían del sablazo y que se inspiraban en las musas del arroyo.
Son personajes como Joaquín Dicenta, Ernesto Bark, Pedro Barrantes, Eduardo Zamacois, Eliodoro Puche, Enrique Paradas, Francisco Villaespesa, Felipe Sassone, Pedro Luis de Gálvez, Emilio Carrere o incluso Alfonso Vidal y Planas que asesinó a tiros a Antón del Olmet una noche en el Teatro Eslava.
Como recordaba César González Ruano en sus memorias 'Mi medio siglo se confiesa a medias' sobre uno de estos literatos de capa, chambergo y melenas, el gran Pedro Répide: «Olía a perfume barato, a organillo y a churros de verbena». Ese Madrid de los Austrias que servía como escenario para este mundo de la bohemia heroíca será también el que asiste al final del literato, ya ciego y perturbado en sus últimos días.

"Prefiero el hambre al insomnio, porque prefiero la muerte a la locura. Yo sé que la demencia aguarda al otro extremo de las noches sin sueño", escribió en su diario "Iluminaciones en la sombra".

El 3 de marzo de 1909 falleció el escritor en una miserable buhardilla del número 7 la calle Conde Duque donde hoy se puede leer una placa que dice: «Al rey de los bohemios, el escritor Alejandro Sawa, a quien Valle-Inclán retrató en los espejos cóncavos de Luces de bohemia como Max Estrella, que murió el 3 de marzo de 1909, en el guardillón con ventano angosto de este caserío del Madrid absurdo, brillante y hambriento".

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