miércoles, 24 de abril de 2013

POESÍA: AQUELLAS TABERNAS



Que bien
que hubiera tabernas inmundas de Moe
en aquel Madrid
de ricachones masticando puros
y bebiendo café
y señoras de bien
haciendo obras piadosas
con las cuales poderse comprar
un billete con destino "el cel".

Que bien,
que aquellos pobres
que miraban a traves de un cristal
a sus compañeros de viaje en eso de escribir bien,
pudieran disfrutar de un buen café
y compañia
en cualquier taberna de Lavapiés
y como no podía ser
les dejo con una taberna
de mucho tentempié

Autor de la poesía: José Vte. Navarro Rubio
 
 
 LUIS MIGUEL L. FARRACES / MADRID
 
En estos tiempos de cocina molecular, exotismo, minimalismo deconstrucción, fusión y demás tendencias, la taberna de toda la vida parece haber quedado arrinconada en el panorama gastronómico madrileño. Pero aún existen bastiones que guardan el sabor más castizo. Callos, caracoles, vino de consagrar, torrijas... Suelos de mármol, barras de estaño y zinc, grifos centenarios... Pequeños templos de la conversación en los que perderse pensando en tiempos pasados. ABC propone un recorrido por entregas en los que descubrir las tabernas con más historia de la capital.
Uno de los rincones fundamentales de este recorrido es Casa Alberto, cuya barra lleva viendo desfilar cañas desde 1827. En esta taberna, sita en el número 18 de la calle Huertas, la historia lo invade todo. La antiquísima máquina registradora, la saturadora de agua de Seltz con la que antiguamente se hacía el vermú o el grifo de siete caños sirven al visitante como testigos del paso del tiempo. Pero no son los únicos.
“En una de las paredes tenemos lo que fueron taquillas de teatro en las que se dispensaban entradas de la clá” - comenta Alfonso Delgado, dueño del local. “Las entradas de la clá eran pases que se vendían a un precio más asequible a cambio de recibir las instrucciones de un director sobre cuándo aplaudir durante la función”, añade.
Para regenerar Casa Alberto como la taberna que fue en el siglo XIX, Alfonso llegó a contratar incluso a un historiador, Juan Carlos Osorio, para buscar todas las referencias al local y a lo que allí se servía. Mario Pilar, el jefe de cocina, da algunas pistas de cómo han recuperado platos tales como los caracoles, el bacalao o los huevos a la madrileña. «Hay muchas fuentes. Tenemos recetarios de principios del siglo pasado. Pero basta con echar un vistazo por ejemplo a los escritos de Cervantes y ver qué platos aparecen.»
La Taberna de Antono Sánchez
Hoy pasear por el barrio de Lavapiés se asemeja en gran modo a recorrer las calles de Extremo Oriente. Bazares chinos, aromas de cúrcuma y cilantro que emergen de los restaurantes indios, volutas de humo que desprenden los narguiles de las teterías árabes... Así, en este microcosmos, llama la atención que en plena calle de Mesón de Paredes resista una fachada con detalles en madera sobre la que puede leerse Taberna de Antonio Sánchez.
Este establecimiento data de 1830, y su interior parece haberse inmunizado al paso de los años. Pero amén de los elementos que guardan el recuerdo del Madrid de otros tiempos, como las mesas de nogal, el barril de vino de consagrar o los carteles taurinos casi centenarios, la verdadera esencia de la taberna sigue residiendo en el espacio cultural en que llegó a convertirse a mediados del siglo pasado, cuando el establecimiento se encontraba bajo la tutela precisamente de Antonio Sánchez (hijo).
Antonio Sánchez cogió las riendas de la taberna en 1929. En ese año puso punto y final a su trayectoria como matador de toros, profesión que había desempeñado desde que en 1922 el diestro sevillano Ignacio Sánchez Mejías le diese la alternativa en la Plaza de Toros de Linares. Esa tarde, quizás por los nervios del debut, Antonio Sánchez fue corneado por su primer astado, Fogonero, cuya cabeza aún hoy cuelga de una de las paredes de la taberna.
Taller de pintura entre vinos
La pasión taurina de Antonio Sánchez atrajo aquellos años a grandes aficionados a la Fiesta, entre los que se encontraba Antonio Díaz Cañabate, escritor y crítico taurino de ABC. También allí el pintor Ignacio Zuloaga solía refrescarse el gaznate con un buen vino de frasca. El propio Cañabate escribió en ABC allá por 1947:
“Alrededor de esta mesa nos hemos sentado muchas noches con Ignacio Zuloaga. Aquí cenábamos unos huevos fritos con la clara rizada y coruscante y la yema intacta, sazonada con una chispita de sal. Una obra maestra estos huevos fritos. En estas cenas es donde únicamente oí hablar a Zuloaga de pintura. Daba consejos a Antonio Sánchez. -Usted pinte lo que vea, sin preocuparse de nada, con valentía, con decisión. Y Antonio Sánchez ha ido pintando todos los días, pintando a hurtadillas del trabajo de la taberna; primero, en su casa, en una habitación oscura, con la luz sucia de un patio mezquino (…)”
Díaz-Cañabate reflejó así el ambiente bohemio de la Taberna, que llegó a convertirse no sólo en tertulia, sino en taller de pintura dirigido por Zuloaga. Aquella columna en el periódico fue escrita para publicitar que en aquellos días una exposición en la Sala Clan mostraba una parte de los cuadros del tabernero. Pero ésta no fue la única vez que Díaz-Cañabate escribió sobre el local. Su obra “Historia de una Taberna”, está dedicada al establecimiento y sus gentes.
Los tiempos de Díaz-Cañabate, Zuloaga y Antonio Sánchez pasaron. Hoy la Taberna está dirigida por Francisco Cíes, más conocido entre los parroquianos como Curro. Haciendo honor a la tradición del local, él también fue matador de toros antes que tabernero. Curro se ha preocupado estos años no sólo de mantener el local casi intacto, sino de dar cobijo a la gente de la cultura. Y es que desde hace años se viene celebrando la tertulia de 'El Rato' , fundada por el pintor y poeta Antonio Lebrato y con presencia de personalidades del mundo de las artes, el periodismo o la política.
Las cámaras de ABC recorrieron los rincones de estos establecimientos para poder conocer su historia más de cerca. El resultado, en el vídeo que acompaña a la noticia.

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