domingo, 7 de abril de 2013

POESÍA: BUSCARINI EL ÚLTIMO GUARDIAN DE UN GRIAL MUY ESPECIAL

 Dogal de vagabundo


Alguien dijo
y así escrito está
que Buscarini
erra un efebo
por eso a el no le pesaba demostrar
que su juventud era eterna
como la de ese Dios
que se suele colocar en un altar.

A Buscarini una tristeza sin igual
le roía las entrañas
cuando llegaba la hora de dejar
ese escaparate de libros
que desparramados sobre la acera
de la Calle Alcalá
sevían para ilustrar
a los transeuntes que por ella solían pasear
y se detenían a mirar.

Se alimentaban los habitantes de la ciudad
con poco más
que la cabecera de los diarios
y algún misal
los domigos y dias de guardar.

Con su morral a cuestas
y algunos libros en los bolsillos
para vender y otros para regalar
se iba Buscarini
camino de un puerto
de un lejano mar
que en su corazón
venía todos los días a amarrar
y allí entre olas,
azules en el cielo,
y tormentas que lo solían devorar
se consolaba el poeta
y con él su alma rota por la soledad.

En las noches
la voz sinuosa del poeta
se transformaba al hablar
y el niño grande
se volvía más maternal.

Buscarini solía dormitar
entre los regazos de sirenas
que solían vagar
por aquellas callejuelas de Madrid
infectadas del virus
de la revolución cultural
y en ellas se amparaba
para intentar demostrar
a la otra parte del mundo asida con dogal 
que ellos los bohemios eran
los últimos guardianes de un grial
muy especial.

Autor: José Vte. Navarro Rubio






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