sábado, 13 de abril de 2013

POESÍAS: BUSCARI, SU VIDA ERA.

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      I

Su odisea era
andar huyendo de la muerte
y del remordimiento eterno que le producía
el saber que había sido tocado
-lotería-
por la gracia de Dios infinita
¡Que risa!
por eso vivía
y consumía
las horas y los días
esperando tal y como al final se produciría
un desenlace fatal
en la flor de su vida.

         II

Hasta el bar del Triunfo
llegaba que desdicha
con sus fracasos a cuestas
como hombre, poeta, dramaturgo y novelista
y se iba
camino de otros destinos
en un Madrid comido por la envidia
cuando las estrellas se apagaban
y un camarero bendito
 ¿quien sería?
le procuraba ropa y comida.

Salía el sol. cuando quería,
en eso no hay nada de poesía,
por encima de los edificios
y no se sentían
ni gritos de amor
en una ramera que lo hacia
para criar a sus hijos y familia;
ni envidia en los que vivían pobremente
como San Juan Bautista;
ni la menor ira
en aquellos a los que se escupía.

Solo en aquellas noche y mañanas se oía
las pisadas de los zapatos
de los poetas que en Madrid malvivían,
las risas de los aristócratas
cuando tocaban bajo las faldas
las rodillas de alguna corista,
las blasfemias de los nobles
a la hora de entrar en misa
y el eco de la muerte abriendo sus alas
y exhalando bocanadas de bramidos
detrás de la triste figura
de un poeta que huía
 a sabiendas de que el ángel de la guardia
ya le había vaticinado
para cuando la razón la tendría perdida.

             III
Hospital de enfermos
que reciben versos como medicina
de un poeta herido
-pesadilla-
al que la noche le robaba el alma con avaricia
para llevárselas a la corriente de un río
allí donde Dios dictamina
si en la balanza pesan mas las dichas que las desdichas

           IV

El puente vino a ser para Buscarini
algo más que una pesadilla
pues a él acudía
para que el mundo supiera que existía.

El poeta acudía a ese puente en Madrid
llamado de los suicidas
como quien acude los domingos a misa.
con el fin concreto
¡Que maravilla!
de recibir la bendición de Dios
me pregunto: ¿Acaso creía?
y pedir a todos los seres humanos
de los que esperaba justicia
algo más que unas monedas y palmaditas.

En la cabeza del poeta
brillaba
dicen que una luz divina
pulida
por su duro destino ¡pesadilla!
de querer y no poder ser
lo único que quería
ser poeta y grande
en aquel Madrid que tan mal le servía.

            V

Le faltaban a Armando Buscarini
los sencillos platos de comida
y las mullidas camas con almohadas incluídas.

Le faltó ¡Que desdicha!
el alimento y las medicinas
como si la existencia
solo tuviera que ser una eterna pesadilla.

De vez en cuando
el poeta acudía al Escorial
dicen que a rendir amores
y a lo mejor pleitesía
y quizás  de allí regresaba
con nuevos colores en su faz
y con algo más de  alegría.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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