Pensé un día en los bárbaros del norte
pues yo me creía culto
y heredero del Imperio Sacro Romano Germánico
en sus últimos días
y lo hice porque me dolía
ser como el Mediterraneo agua mansa junto a las costas fenecida
y me sentí, en ello tengo parte de culpa,
pez de río
y más que nada trucha
atrapada en la corriente de un río
con no más historia
que la que ocupa dos líneas.
Los bárbaros del norte
viven conmigo y habitan
en el cajón de mi mesilla
y por las noches en que el viento silba
los saco a la ventana
a ver si revientan de unas calenturas.
Los bárbaros del Norte
comían de pie y meaban a lomos de caballos
pues se pasaban los días
destruyendo todo lo que pillaban para dejar tierras quemadas
de agrietadas arcillas.
Y ahora resucitan los bárbaros del Norte
del más allá
de esa Cordillera Pirenaica llena de aristas
y nos traen,
esa es su letanía,
recortes y más recortes
que nosotros manejamos con soltura.
Bárbaros del norte rompen filas
al tiempo
ya de un descuento
sin más tiempo
para lanzar teorías
y de ver con ojos de rana saltarina
como los estados nacidos al amparo de quien creían que les protegía
se vuelven como las ladillas
parásitos que infectan todo lo que pillan.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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