Dale candela, dale,
que se apaga el beso,
que los labios se resecan,
que se pone tenso el pescuezo,
dale candela
y sin miedo
pues la flor que se ve en tus ojos
es del color rojo del fuego,
dale candela
aunque solo sea
para recordar que un día fuiste como el viento
señor o señora de los cielos
con parada en fondas,
escuelas, hospitales y conventos
para llevar a los necesitados
melodías de amor
que aprendiste
en los remansos de un río
que nacía en tu pecho,
dale candela joven, niña, anciano y dale con razón o sin ella
a todo aquello
que llevas dentro
pues lo que no hagas en vida
dicen que se lo comen los gusanos
una vez muerto,
dale candela y ten cuidado con el fuego
pues abrasa y ciega
y si las llamas te pillan dentro
te conviertes en cenizas
que al lanzarse al viento se confunden con las estrellas del firmamento.
Dale candela y en ello
mejor que mejor
si te miras en un espejo.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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