Malaire fue y se cerró la tumba
después de dejar caer una palada de tierra que resonó a llanto de brujas.
Malaire en las selvas y atravesando las llanuras, malaire por nuestra culpa
de ver la injusticias y mostrar silencios que nos hablan en nuestro interior
de estos tiempos de incultura
y entre silencios que cabalgan por nuestras venas, arterias y órganos con funciones disyuntivas
vienen los malaires y se llevan ellos solos sin necesidad de más arma que nuestra silenciosa apatía
los sueños dorados de cualquier criatura
que anhelaba a ser, algo más que comparsa de una desbandada de infieles economistas,
en este mundo hecho a semejanza de quienes ostentan el poder y las influencias políticas.
Malaire en un campamento donde se empuña un libro con páginas dadas a ser releídas
y allí donde un trabajador subido en un andamio se columpia
¿o por qué no?
detrás de cualquier red de esas de vender a granel ilusiones que se inyectan, inhalan o chupan.
Maliare y risa pegadiza que convierte en chistes
todo aquello que nos indica que somos siervos
sin más gleba que la familia.
Y de todo esto me anima
el pensar que el malaire se cura
con toma de aires en esos balnearios que se abren en los reinos de los silencios
que en nosotros se construyen
sin más influencias que nuestras experiencias comprimidas en ese ADN insoluble
que diferencia a los humanos del resto de criaturas.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
Malaire: Mal aire
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