domingo, 10 de noviembre de 2013

POESÍA: MARCHA NOCTURNA DEL 8 DE NOVIEMBRE L'ALCUDIA-MILLARES





En l'Alcudia son las 5 de la mañana
en un parque
que como homenaje nos deja
un claro símbolo de lo que en estas tierras representa el agua
como fuente de riqueza
que todo lo mueve
hasta las viejas aspas
de esa noria que casi sin querer nos habla.

Las últimas consignas
son algo más
que una algarada de la caballería ligera
cuando se dispone a ocupar tierras
y despejar un área.

Todos en marcha
y cada cual en su coche
hacia la Garrofera de Guadasuar
nos vamos
sin mirar hacia atrás
por mucho que nos duela el alma.

La noche lamía el cuerpo.
Vorazmente sus monstruos
sobre la piel flotaban
y entre las ramas de los pinos se acomodaban
para darnos largas serenatas.

Íbamos de marcha 70 senderistas
desde la Garrofera hasta Millares
paso a paso
como soldados sin fortuna invictos en mil batallas
con ganas de comernos las pendientes y las vaguadas
que van desde el término de Tous
hasta la Ceja que sobre el río Júcar se abalanza.

En una noche cerrada
sin ruidos, ni fríos
y con silencios entre las hojarascas
se oían las patadas,
una tras otra y  algunas más que otras elevadas palabras
indicativas de que a pesar de todo se avanzaba
sobre el terreno desnudo
de otra cosa que no fueran guijarros y trozos de ramas
sobre el suelo caídos
en una senda estrecha y larga.

De esta forma llegamos desde casi la nada
a un lugar conocido como Rialto Palas
ya pasada la Casa del Vigilante
en la que debían dormir
a esas horas, tan de madrugada, las hadas.

Pasamos cerca de una linea de alta tensión
que desde siempre desafía con su alzada
a todos los bichos vivientes que por allí pasan
con caras destempladas
pensando en esa luz que nos llega a casa y nos sale tan cara .

El Campillo ante nosotros se mostraba
como una alta meseta
con poca transhumancia y escasamente transitada.

Por la altiplanicie pasamos entre casetas destruidas,
corrales sin gallinas ni avutardas
como si fuéramos musarañas,
ya con ganas de llenarnos la boca
con otra cosa que no fueran palabras.

Ya el cuerpo casi pidiendo aposento y mullida cama
paramos en una fuente
con tan poca agua
que en su caída directa al suelo
en el espacio esta se esfumaba.

Es la fuente conocida con el nombre de Alba
en la cual hicimos un alto
de media hora larga
para reponer fuerzas,
afianzar las esperanzas,
dar de comer al cuerpo energías renovadas
y hablar sobre la marcha.

Renacuajos gordos de negras panzas
y lomos dorados nadaban,
como si fueran submarinos desparramados tras una perdida batalla,
sobre las frías aguas de un abrevadero convertido en balsa.

Fue sobre una peña
en el espacio colgada
donde dejé caer mi bocadillo, y botella de agua
para dar paso
a lo que en España se llama llenar la panza.

Estábamos en el kilómetro 16,
así como en un plano se señala,
de esos 26 kilómetros totales
de que se compone esta nocturna marcha
que comenzó a las 6 de la mañana
y debía terminar para las tres de la tarde
en el albergue de Millares, casona ya sin armas,
donde se nos espera
con un merecido gazpacho manchego,
morcillas, chorizos y pan de estas tierras altas.

A las 12 de la mañana
tal y como estaba acordado
en la casa corral de la Ceja nos esperaba
Ramón que retomando una senda que pasa
cerca del pueblo de Dos Aguas
entre montes quemados y quejidos de las ramas
había llegado hasta ese punto
para reforzar nuestra marcha
antes de comenzar la bajada
hasta el mismo río Júcar en este día con pocas aguas.

Descendimos por una pendiente  muy empinada
abierta a machetazos
por los guías que nos acompañan.

Antiguamente la senda era utilizada
para salir y entrar de Millares
cuando hacia falta
para comprar y vender el humo que salía de las chimeneas como si fuera mullida paja.

Tras hora y media de descenso
llegamos a una pequeña playa
donde el cauce del río Júcar se divide
y en épocas de bonanzas de atrevidas agua
se convierte en un río de corriente rápida.

Un puente piedra derruído por la fuerza del agua
es testigo de una riada
en que el agua se llevó todo lo que sobre su cauce descansaba.

Descalzos atravesamos el río
pisando sobre guijarros
recubiertos de musgo hasta sus entrañas
y ya al otro lado del río Júcar
bajo casi las murallas,
de un castillo que amenaza ruina
y se resiste desde siempre
a ser tomada por las armas,
respiramos con fuerza
pues solo quedaba ascender, sacando las uñas como si fuéramos garrapatas,
para llegar hasta las mismas puertas del Albergue
donde poder hacernos unas cervezas,
para hablar de nuestra reciente hazaña,
y para sacar pecho y decir ¡hasta la próxima!
si es que el cuerpo aguanta.

Autobús de vuelta y cabezada sobre la marcha
y ya en casa
otra vez a pensar en la próxima
para cuando a Ricard Boronat diga
talego y mochila que nos vamos a Millares de marcha.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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