martes, 3 de diciembre de 2013

POESÍA: SE TIÑEN POR AQUÍ LOS DÍAS



Se tiñen por aquí los días
de un mestizaje
completo de razas
en esta Meseta
tan proclive a ser añorada
por quienes naciendo en ella
se despiertan fuera de su hogar
y casas.
Del olor que nace entre los surcos
en las tierras de labor
por el arado atravesadas
se llenan los cuerpos de los campesinos
y los pueblos de la Mancha.
No claudican los montes
a seguir siendo
abrevaderos de esa fauna
tan venida a menos por muchas leyes que en su defensa salgan.
En esta meseta se enamora nuestra vista
de lo que ve y adivina
tras el horizonte y brumas ariscas que espantan
mientras los pueblos con sus castillos
entre rezos y plegarias
se vienen desde siempre a enseñarnos su alma.
Por aquí murieron poetas
y altivos capitanes comuneros
en defensa de sus tierras y única patria
y por aquí unos caballos hambrientos
dentro del coche que me desplaza
me obligan a pararme en una estación de servicio
para que les de en vez de agua y paja
carburante traído de Arabia
que emborracha los motores y los dispara.
Es ahora
en este momento en que escribo
la hora del embrujo y de la calma  
cuando me acerco
a un pueblo con castillo
y tras pasar como alma en pena
en busca de posada
por su calle Corredera
que lo encinta como si fuera una tarta
me marcho entre temores
y sin saber lo que pasa
pues a duras penas solo oigo
el golpe seco de una maza
y el ruido de unos tabiques
desplomándose sobre el suelo que hace de dura almohada.
Continuo camino de Pinarejo
por un camino pisado por hombres, bestias ovejas, liebres, perdices y cabras
para llegar en honor de multitudes,
hasta el ombligo de su plaza
donde un par de paisanos con boina, sobre la cabeza, calada,
miran de reojo mientras dicen:
¿a que se debe esta visita tan grata?
Llegué a este mi pueblo
adjetivado
hasta la más pura de las alabanzas
después de atravesar el puerto de las Cabrillas
y tras dar la vuelta a una llave
entré en el salón de mi casa
donde todo duerme
desde la radio al reloj de pared que solo canta
un réquiem, de vez en cuando, por los que faltan.
Muerto el paisaje
veo la chimenea sin calor ni brasas
y su repisa corrida
a lo largo de la pared sobre la descansa
un ramillete de espliego
sin mas olores que los que trasmite la palabra esperanza.
Me disculpo, por lo que no hice,
mientras sigo abriendo a la luz de mis ojos la casa.
Todo sigue igual
y sin echar nada en falta
cierro la puerta mientras me digo
ahora toca dar la cara.

Autor: José Vte. Navarro Rubio


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