Caminanos
por un sendero sin luz,
sin agua,
sin tierra
sobre la que dejar caer
las pisadas
y sentir subir el calor del día
hasta la garganta
para construir en ella
su guarida
al tiempo que se oye una melodía,
rota la silueta de la noche
por una guadaña asesina
mientras desteje el firmamento
y deja
tras sus tripas abiertas
que se vea el día.
Es sudor el que llega
para cuando la sonrisa
de los árboles
moviendo sus manos ortopédicas
y llenas de hojas de verde envidia
con su color inunda las vistas,
Siguen su aventura,
los que de todo lo que es la vida
solo quieren paz
y armonía.
Caminando. Sin prisas van
por esos caminos que llevan
entre abrazos y dichas
a pueblos que así mismo se estiman
por lo que fueron
y han sido
y no por lo que unos pregoneros
de pesadillas
venden
como si fueran unos dioses
de la Grecia Antigua.
Y encuentran caladero,
embarcadero,
rada
y playa limpia
donde dejarse caer
ya despiertos los deseos
de emular al dios Poseidón
vestido para ese día
con tridente y mirada huidiza.
Por fín se deslizan
bajo las aguas de ese mar
que hechiza
llamados por una voz nítida
que se escucha
en los abismos infernales
donde las pesadillas
corroen las almas de los pobres marinos que en el mar
perdieron sus vidas.
De altruista
se puede catalogar la forma de ver la vida
de quienes se hacen a la mar
y sobre barcas de madera
se sienten pescadores de fortuna
para cuando las redes se recogen
y depositan
sobre las cubiertas de aguas rebaladizas
a extrañas criaturas
venidas desde lejos
en busca de comida
que no de la muerte
tan precisa.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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